El bien tambi¨¦n hace el mal
Puede que tengas raz¨®n, pero la pierdes cuando quieres jugar solo bajo tus reglas y tus trampas
Es una l¨¢stima que en Espa?a apenas tenga seguimiento el juicio contra los participantes en el crimen brutal contra la redacci¨®n del semanario sat¨ªrico franc¨¦s Charlie Hebdo Deber¨ªamos reflexionar sobre nuestra desconexi¨®n del mundo a trav¨¦s de la obsesi¨®n por nuestro pa¨ªs propio. Esta semana me molest¨¦ en detectar el momento en el que se daba en un noticiario televisivo la primera informaci¨®n internacional. Minuto 34. Y el repaso se extendi¨® a lo largo de tan solo tres minutos. Por ese camino no vamos bien. Una de las frustraciones espa?olas es que carecemos cada vez m¨¢s de perspectiva...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
Es una l¨¢stima que en Espa?a apenas tenga seguimiento el juicio contra los participantes en el crimen brutal contra la redacci¨®n del semanario sat¨ªrico franc¨¦s Charlie Hebdo Deber¨ªamos reflexionar sobre nuestra desconexi¨®n del mundo a trav¨¦s de la obsesi¨®n por nuestro pa¨ªs propio. Esta semana me molest¨¦ en detectar el momento en el que se daba en un noticiario televisivo la primera informaci¨®n internacional. Minuto 34. Y el repaso se extendi¨® a lo largo de tan solo tres minutos. Por ese camino no vamos bien. Una de las frustraciones espa?olas es que carecemos cada vez m¨¢s de perspectiva, andamos con la cabeza baja, fija la mirada en nuestros propios pies e incluso ombligos. Pero el juicio en Par¨ªs tiene una relevancia notable, sobre todo para constatar, como lo han hecho algunas de las v¨ªctimas supervivientes del atentado, la derrota de la causa noble de la libertad de expresi¨®n. Los asesinos habr¨ªan logrado su objetivo si al final de este proceso m¨¢s y m¨¢s gente sigue convencida de que la ofensa a los sentimientos propios es inadmisible en un Estado democr¨¢tico. El debate es de envergadura y no se presta a soluciones facilonas.
A menudo surgen voces que se preguntan si la libertad de expresi¨®n est¨¢ limitada en nuestro tiempo. En mi opini¨®n, la gran diferencia con otros tiempos es que hoy en d¨ªa los transgresores, los malditos y los sat¨ªricos pretenden ser atrevidos y enfrentarse a las opiniones dominantes, pero sin renunciar a hacerse ricos y populares. A la gente le sorprende que grandes empresas y subvenciones gubernativas excluyan los discursos problem¨¢ticos de sus n¨®minas, pero esto ha sido siempre as¨ª. La primera tarea de quien se enfrenta a los valores impuestos es asumir el coste de la independencia personal. Quien se burla de lo sagrado es un ventajista si encima pretende ganarse el aplauso general y engordar su cuenta corriente. Es precisamente su insistencia en elegir el camino dif¨ªcil la que le ganar¨¢ el respeto. A los caricaturistas del Charlie los tenemos que alabar porque fueron valientes, porque fueron irreverentes y porque contribu¨ªan a estirar las gomas que limitan el ring donde se disputa la vida en democracia. Abandonarlos ahora al apabullante discurso infame del ¡°ellos se lo buscaron¡± da pena y delata el mal estado de salud de nuestro instinto de defensa de la libertad.
Todo esto se inscribe en un ambiente de censura impuesta en nombre de las buenas causas. Como represento al bien tengo derecho a exigir que se silencie todo aquello que me contradice. De esa est¨²pida actitud surgen los liderazgos m¨¢s ramplones del populismo, al menos aparentan atreverse a pelear contra esa consigna. Cederles ese honroso lugar de bocazas, inmorales e incendiarios es cederles el lugar que antes ocupaban los talentos m¨¢s rupturistas y visionarios. No es f¨¢cil aceptar la contradicci¨®n esencial de la democracia, que consiste en dejar expresarse a la disidencia, el mal gusto, la falta de delicadeza, la vulgaridad y hasta la mentira. Es precisamente ese el reto de la inteligencia libre, que no le tiene miedo a enfrentarse a nada. El puritanismo, que por desgracia ha invadido a cierta izquierda sin madurez para afrontar un mundo hostil, es la renuncia a jugar al juego de la libertad sin ir montado en el caballito de la pureza. Puede que tengas raz¨®n, pero la pierdes cuando quieres jugar solo bajo tus reglas y tus trampas. Dios salve a la blasfemia.