Violar a Tony Soprano o la mirada lasciva de Irene Montero
Se puede acosar a las mujeres sin que pase absolutamente nada. Incluso se nos puede acosar sin creer que se nos acosa
Imaginemos una escena. Entra Tony Soprano en un bar. Alguien lo observa insistentemente desde la barra, seguramente otro t¨ªo. Le sigue con la mirada desde la puerta, lo escanea de arriba abajo y sostiene los ojos clavados en el paquete de Soprano. Evidentemente, Tony no tardar¨¢ en responder a semejante provocaci¨®n. No hace falta ser guionista para saber que va a soltar una de las frases m¨¢s masculinas de la historia del cine: ¡°?Se puede saber qu¨¦ est¨¢s mirando?¡±, va a decir. Lo que sucede a continuaci¨®n es una bala, sesos contra la pared y todo eso. Para un hombre como Tony, una mirada insiste...
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Imaginemos una escena. Entra Tony Soprano en un bar. Alguien lo observa insistentemente desde la barra, seguramente otro t¨ªo. Le sigue con la mirada desde la puerta, lo escanea de arriba abajo y sostiene los ojos clavados en el paquete de Soprano. Evidentemente, Tony no tardar¨¢ en responder a semejante provocaci¨®n. No hace falta ser guionista para saber que va a soltar una de las frases m¨¢s masculinas de la historia del cine: ¡°?Se puede saber qu¨¦ est¨¢s mirando?¡±, va a decir. Lo que sucede a continuaci¨®n es una bala, sesos contra la pared y todo eso. Para un hombre como Tony, una mirada insistente pegada a su cuerpo es sin¨®nimo de violaci¨®n. Hemos visto la misma escena demasiadas veces. Un t¨®pico de g¨¢nsteres.
Imaginemos ahora una segunda escena. El Ministerio de Igualdad que dirige Irene Montero publica una encuesta sobre la violencia contra la mujer, la misma que realiza cada cuatro a?os salvo que esta vez es m¨¢s profunda y completa. Una de las novedades es que considera como acoso sexual las miradas insistentes o lascivas sobre las mujeres. Entonces un mont¨®n de hombres saltan a la palestra para mofarse del tema. Los tuits florecen para insultar a Montero por feminazi, zorra, bazofia y otras lindezas intelectuales. Y los memes se disparan con el tema como la mism¨ªsima curva de la covid porque claro, ?ya es el colmo! ?Desde cu¨¢ndo una mirada insistente o lasciva puede suponer una forma de acoso? Las feministas se han pasado esta vez. Y el asunto es tan evidente que algunos hombres buenos (y progresistas y listos) terminan por pronunciarse. Entonces descubro con asombro que varones a los que admiro por otras cuestiones esgrimen el mismo argumento sobre este tema: que no tiene sentido considerar acoso un acto de pensamiento y que, evidentemente, una mirada lasciva es un acto de la imaginaci¨®n. Que los pecados de pensamiento son asunto de catequesis y moralinas. Y yo me pregunto ?en qu¨¦ momento de la historia empezaron los hombres a pensar con la mirada?
Tercera escena. Una adolescente vuelve asustada del instituto porque un hombre no ha dejado de mirarla durante todo el trayecto de su viaje en metro. La chica se lo cuenta preocupada a su madre. Entonces la madre, que lee la prensa, recuerda las palabras de los hombres listos y buenos y decide explicarle que no hay de qu¨¦ preocuparse. Que el hombre del metro seguramente sea un intelectual, un artista inofensivo y que debe sentirse orgullosa por alimentar la imaginaci¨®n creativa de un var¨®n. Quiz¨¢s deba decirle tambi¨¦n, para que se vaya preparando, que algunos hombres se ponen especialmente creativos en el metro y en las calles solitarias y que algunas zonas de su cuerpo resultar¨¢n m¨¢s inspiradoras que otras. Podr¨ªa insistir de forma decidida en que el pensamiento nunca es pecado. ¡°Pero mam¨¢, que el t¨ªo no estaba pensando, te digo que me estaba mirando¡±, responder¨¢ la muchacha, flipando.
El caso es que seg¨²n la macroencuesta de violencia contra la mujer, el 74,9% de las mujeres que han sufrido acoso sexual (30,3% de las mujeres de 16 o m¨¢s a?os) refieren haber sufrido miradas insistentes o lascivas que les han hecho sentirse intimidadas. ?Por qu¨¦ ser¨¢? ?Acaso les intimida la imaginaci¨®n? ?Ser¨¢ que han visto demasiadas pel¨ªculas de g¨¢nsteres estas chicas? A todas ellas quiero contarles una ¨²ltima escena. Entra Tony Soprano en un bar, le miran insistentemente. ?l dice la predecible frase: ?Se puede saber qu¨¦ est¨¢s mirando? Y el hombre que lo observa responde coherente: ¡°Estoy imaginando, amigo. Y lo que sucede en mi cabeza a nadie concierne m¨¢s que a m¨ª¡±. Entonces Tony sonr¨ªe y los dos hombres se hacen amigos.
Mirar a un hombre sigue siendo peligroso para otro hombre, sobre esto no existe sombra de duda. M¨¢s peligroso si uno de los dos ha bebido alcohol, m¨¢s si es por la noche, m¨¢s si no se conocen de nada. Pero mirar de forma lasciva o insistente a una mujer no comporta peligro alguno. Es tan inofensivo que olvida la existencia de dicha mujer, casi parece que esa mirada forme parte exclusiva del pensamiento, la imaginaci¨®n o los proyectos pl¨¢sticos del var¨®n. ?Cu¨¢l es la diferencia entre pensar en los pechos de una mujer o mir¨¢rselos fijamente en la oficina? Curiosamente muchos hombres no encuentran ninguna. Es comprensible. Se sienten confundidos ante una realidad que nada les inspira. Y su confusi¨®n se debe a que las consecuencias entre una cosa y otra han sido id¨¦nticas en la mayor¨ªa de los casos: ninguna. Se puede acosar a las mujeres sin que pase absolutamente nada. Incluso se nos puede acosar sin creer que se nos acosa, sin querer acosarnos, con la testosterona al margen. Una especie de mirada filos¨®fica que deja al objeto en pelotas para su posterior estudio. O para su posterior conversi¨®n en obra.
Nuria Labari es periodista y escritora. Autora de La mejor madre del mundo (Literatura Random House).