Prohibir la econom¨ªa de datos
No es demasiado tarde para recuperar el control de nuestra privacidad y de nuestras democracias
El documental de Netflix The Social Dilemma pinta un cuadro aterrador del da?o que la tecnolog¨ªa digital est¨¢ causando a los individuos y a las sociedades. La adicci¨®n a la pantalla, el aumento de las tasas de suicidio y las interferencias electorales son s¨®lo algunos de los problemas por los cuales tenemos que agradecer a Silicon Valley. Pero lo que el documental no enfatiza lo suficiente es el motor que impulsa esta destrucci¨®n social: un sistema econ¨®mico basado en la ...
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El documental de Netflix The Social Dilemma pinta un cuadro aterrador del da?o que la tecnolog¨ªa digital est¨¢ causando a los individuos y a las sociedades. La adicci¨®n a la pantalla, el aumento de las tasas de suicidio y las interferencias electorales son s¨®lo algunos de los problemas por los cuales tenemos que agradecer a Silicon Valley. Pero lo que el documental no enfatiza lo suficiente es el motor que impulsa esta destrucci¨®n social: un sistema econ¨®mico basado en la violaci¨®n masiva y sistem¨¢tica de nuestro derecho a la privacidad.
Los ejemplos anteriores son bastante preocupantes, pero son s¨®lo la punta del iceberg cuando se trata de las implicaciones de la p¨¦rdida de privacidad. S¨®lo tenemos que mirar la historia de la tarjeta perforada de IBM, y c¨®mo permiti¨® a las autoridades nazis contar y categorizar a los ciudadanos europeos, para ver c¨®mo este tipo de tecnolog¨ªa de vigilancia es perfecta para ser desplegada por un r¨¦gimen opresivo. Si las compa?¨ªas tecnol¨®gicas y los Gobiernos quieren estar en el lado correcto de la historia, har¨ªan bien en proteger nuestra privacidad.
Incluso en las sociedades m¨¢s capitalistas estamos de acuerdo en que ciertas cosas no est¨¢n a la venta: las personas, los votos, los ¨®rganos, los resultados de los partidos deportivos. Deber¨ªamos a?adir los datos personales a esa lista. Que permitamos que las empresas se beneficien del conocimiento de que alguien tiene una enfermedad, o incluso que ha sido v¨ªctima de una violaci¨®n, es monstruoso.
Para entender lo que la econom¨ªa digital significa realmente para la privacidad necesitamos ver los datos personales como un activo t¨®xico. La recolecci¨®n de datos personales envenena a los individuos porque nos hace vulnerables a la discriminaci¨®n injusta, a la humillaci¨®n p¨²blica, al robo de la identidad, y m¨¢s. Envenena a las sociedades, porque pone en peligro la igualdad y la democracia. Los ciudadanos no estamos siendo tratados como iguales. A cada uno de nosotros se nos trata de acuerdo a nuestros datos. No vemos el mismo contenido, no pagamos el mismo precio por el mismo producto, no se nos ofrecen las mismas oportunidades.
La tecnolog¨ªa no necesita comerciar con nuestros datos personales para funcionar bien. La econom¨ªa de datos es s¨®lo un modelo de negocio. La buena tecnolog¨ªa deber¨ªa funcionar para los ciudadanos, no para los anunciantes o los agentes de datos. Deber¨ªa respetar nuestros derechos y nuestras democracias liberales, y proteger nuestra privacidad.
Prohibir la comercializaci¨®n de datos personales no es radical ni extremo. Lo radical y extremo es un sistema econ¨®mico sustentado en la violaci¨®n de derechos.
Actualmente estamos en el comienzo de un proceso civilizador similar al que hizo que nuestra vida anal¨®gica fuera m¨¢s amable, m¨¢s habitable. La regulaci¨®n se asegur¨® de que los alimentos que se vendieran fueran comestibles, que los clientes pudieran devolver los productos defectuosos, y que los coches tuvieran cinturones de seguridad. El momento hist¨®rico actual es crucial si queremos domar el salvaje oeste de Internet. Las reglas b¨¢sicas que establezcamos ahora para los datos personales determinar¨¢n aspectos fundamentales de nuestras vidas durante las pr¨®ximas d¨¦cadas. Es cr¨ªtico que hagamos las cosas bien. Frenar el lado oscuro de la tecnolog¨ªa va a requerir cambiar el modelo de negocio de los buitres de datos que viven de nuestras huellas en l¨ªnea. Los expertos y la ciudadan¨ªa deben enviar un mensaje claro a los Gobiernos sobre lo que se necesita: el fin de la econom¨ªa de datos; una prohibici¨®n completa del comercio de datos personales.
Tambi¨¦n necesitamos soluciones regulatorias para asegurarnos de que nuestros datos s¨®lo puedan ser utilizados en nuestro inter¨¦s, y nunca en nuestra contra. Los deberes fiduciarios existen para proteger a los individuos en una posici¨®n de debilidad contra los profesionales que se supone deben servirles, pero que podr¨ªan tener conflictos de intereses. As¨ª como los m¨¦dicos, abogados y asesores financieros est¨¢n obligados a cumplir con estos deberes, cualquiera que posea nuestros datos personales debe estar obligado a utilizarlos en nuestro beneficio. As¨ª mismo, necesitamos prohibir el contenido personalizado. Cuando cada quien ve una realidad segmentada, la sociedad se fragmenta.
Si hubi¨¦ramos prohibido el comercio de datos a tiempo, y regulado a los controladores y procesadores de datos adecuadamente, no tendr¨ªamos que preocuparnos de que la propaganda personalizada online influya en las elecciones, o de la posibilidad de que las aplicaciones de rastreo de contactos hagan un mal uso de nuestros datos. Pero no es demasiado tarde para recuperar el control de nuestros datos personales, y con ello, nuestras formas de vida y nuestras democracias. Como defiendo en mi libro, Privacy Is Power (Privacidad es poder), es tiempo de prohibir la comercializaci¨®n de datos personales.
Carissa V¨¦liz es profesora asociada en el Institute for Ethics in AI en la Universidad de Oxford. Su primer libro, Privacy Is Power (Bantam Press), se ha publicado este mes.