El lento adi¨®s entre Alberto Fern¨¢ndez y Nicol¨¢s Maduro
El Gobierno argentino ha dado un paso impensado meses atr¨¢s y contribuido al aislamiento del l¨ªder venezolano en la regi¨®n
El martes por la tarde, el embajador argentino ante las Naciones Unidas, Federico Villegas Beltr¨¢n, sacudi¨® el tablero de la geopol¨ªtica latinoamericana al respaldar el informe Bachelet, que detalla las atroces violaciones a los derechos humanos cometidas por el Gobierno venezolano. Ese informe fue respaldado por 22 de los 25 pa¨ªses de la regi¨®n. Pero el voto m¨¢s doloroso para Maduro fue el de la Argentina, porque este pa¨ªs est¨¢ gobernado por el kirchnerismo, un viejo amigo. El pronunciamiento argentino, como se ver¨¢, es algo m¨¢s que un gesto fuerte de pol¨ªtica exterior.
Una de las razones por las que en Venezuela pudo pasar lo que pas¨®, es que los Gobiernos progresistas de Am¨¦rica Latina se resistieron a aislar a ese pa¨ªs a medida que se iban conociendo los aspectos brutales de la represi¨®n a los disidentes. Ese acompa?amiento ten¨ªa una l¨®gica. Durante los primeros a?os del milenio, varios l¨ªderes latinoamericanos con origen de izquierda intentaron cambiar la historia de la subregi¨®n y comenzar un audaz proceso de acercamiento, mientras aplicaban pol¨ªticas distribucionistas.
El venezolano Hugo Ch¨¢vez era uno de los l¨ªderes de ese proceso, que inclu¨ªa tambi¨¦n al brasile?o Lula Da Silva, al ecuatoriano Rafael Correa, al boliviano Evo Morales, el argentino N¨¦stor Kirchner. En esos a?os, se forjaron muchos v¨ªnculos pol¨ªticos, de solidaridad rec¨ªproca y, tambi¨¦n, econ¨®micos.
Cuando el r¨¦gimen venezolano fue virando hacia pol¨ªticas cada vez m¨¢s represivas, eso lazos impidieron que hubiera una reacci¨®n acorde a la barbarie que se estaba desplegando. Pero, adem¨¢s, hab¨ªa un elemento muy sensible para el progresismo de la regi¨®n: Estados Unidos era un enemigo de Venezuela. Eso hac¨ªa que fuera a¨²n m¨¢s complicado criticarla porque habr¨ªa sido dif¨ªcil de explicar una alianza con la potencia a la cual, desde siempre, la izquierda latinoamericana consider¨® un enemigo.
As¨ª las cosas, Lula, Cristina Kirchner, Evo Morales, y hasta el mucho m¨¢s moderado Pepe Mujica, quedaron presos en un laberinto que ten¨ªa dos salidas imposibles: en una ¨Cla que eligieron- aparec¨ªan como c¨®mplices de las violaciones de derechos humanos de Maduro; en la otra, aparec¨ªan aliados a Washington.
Con el correr de los a?os, la izquierda ¨Cel progresismo- fue perdiendo elecciones en el continente, o fue barrida del poder de mala manera. Los gobiernos conservadores de Chile y Colombia encontraron aliados en el surgimiento de otros referentes conservadores, como Len¨ªn Moreno en Ecuador, Jair Bolsonaro en Brasil, o Mauricio Macri en la Argentina. Para ellos no hab¨ªa contradicci¨®n. Les resultaba muy natural aliarse con Estados Unidos y denunciar al chavismo, su enemigo com¨²n.
Quien rompi¨® esa l¨®gica tan binaria fue Michelle Bachelet, la expresidenta socialista de Chile, hija de perseguidos pol¨ªticos durante la dictadura de Augusto Pinochet. Bachelet asumi¨® en el Alto Comisionado de la ONU sobre Derechos Humanos y se ocup¨® del caso Venezuela. Sus informes sobre desapariciones, torturas, secuestros y asesinatos pol¨ªticos son un compendio del horror. Es muy dif¨ªcil, para un dem¨®crata, permanecer indiferente ante esa cat¨¢strofe, que sucede d¨ªa a d¨ªa en un pa¨ªs que era democr¨¢tico antes de la asunci¨®n de Ch¨¢vez. Los hallazgos de Bachelet son concordantes con los de otros organismos de derechos humanos del mundo democr¨¢tico: Human Rights Watch, Amnesty International, la Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos.
Mientras tanto, el 10 de diciembre del a?o pasado, el kirchnerismo volvi¨® al poder en la Argentina. Con un peque?o cambio: el presidente ser¨ªa Alberto Fern¨¢ndez, un hombre que en todo ¨Cen econom¨ªa, en pol¨ªtica exterior y en lo que sea¡ªes m¨¢s pragm¨¢tico que su vicepresidenta, Cristina Kirchner. ?Qu¨¦ har¨ªa respecto de Venezuela?
El martes, el Gobierno de Fern¨¢ndez dio una se?al muy clara al respaldar el informe de Bachelet. Eso gener¨® un peque?o conflicto dentro del kirchnerismo. Alicia Castro, que fue embajadora en Caracas durante los tiempos en que Cristina era presidenta, decidi¨® renunciar a su cargo como embajadora en Mosc¨² por desacuerdos con la pol¨ªtica exterior del Gobierno. La hist¨®rica presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, pidi¨® perd¨®n ¡°al pueblo venezolano¡±. Castro y Bonafini son dos personas muy cercanas a Cristina Kirchner. Desde Venezuela acusaron a Fern¨¢ndez de someterse a los designios del Fondo Monetario Internacional. En estos d¨ªas, justamente, la Argentina inicia complicadas negociaciones para refinanciar su deuda con ese organismo, donde los Estados Unidos tiene un poder desequilibrante.
Antes de tomar su decisi¨®n definitiva, Fern¨¢ndez tuvo una larga conversaci¨®n con Bachelet. Horas despu¨¦s, amag¨® con intentar un di¨¢logo telef¨®nico con Maduro para tratar de bajarle el tono al conflicto. Pero esa gesti¨®n, por ahora, fracas¨®. Sea como fuere, ha dado un paso impensado meses atr¨¢s y contribuido al aislamiento de Maduro en la regi¨®n.
Pero ser¨ªa err¨®neo concluir que el kirchnerismo ha dado un giro copernicano en sus v¨ªnculos con el mundo. Fern¨¢ndez mantiene gran parte de los aliados que tuvo el kirchnerismo en los viejos tiempos. Argentina fue el pa¨ªs que ofreci¨® asilo a Evo Morales, el l¨ªder boliviano derrocado por un alzamiento militar y mantiene relaciones estrechas con la oposici¨®n brasile?a, liderada por Lula, y con la ecuatoriana, conducida desde el exterior por Rafael Correa. Cualquiera que crea que puede entender a Fern¨¢ndez por uno solo de sus gestos, fallar¨¢: Fern¨¢ndez amaga, retrocede, avanza, zigzaguea, dialoga, rompe, vuelve a dialogar. Casi todos los gestos en una direcci¨®n, anticipan otros gestos en la direcci¨®n contraria.
Esa es la diferencia central entre ¨¦l y Cristina Kirchner. No es que a la direcci¨®n que ella le imprim¨ªa, ¨¦l le opone una pol¨ªtica en direcci¨®n contraria. Es otra cosa. ?l va, vuelve, se acerca, se aleja. A veces marea a los dem¨¢s. A veces se marea a s¨ª mismo. Es todo un estilo.
Pero en este caso ha comenzado un lento adi¨®s: ya nadie lo podr¨¢ acusar de encubrir las violaciones a los derechos humanos que, a diario, ocurren en Venezuela.
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