Balance
Me gusta tomar una cerveza con aceitunas amargas en una terraza al sol para ver pasar la gente y recordar a aquellas muchachas con faldas de flores de tiempos muy lejanos
No me gustan los hombres-b¨¢scula que en cuanto te echan la vista encima te dicen que est¨¢s m¨¢s gordo; en cambio, me gusta el concierto de clarinete de Mozart y el autorretrato de Durero. No me gusta ese tipo educado quien, pese a que sabes que te odia, al verte en un restaurante se acerca a tu mesa y te dice con ¨¦nfasis ?que aproveche!; en cambio, me gusta el potaje de legumbres, la trompeta de Miles Davis y leer a Ovidio a peque?os sorbos como un oporto en estas tardes de oto?o. No me gustan las mafias horteras de la droga y de la prostituci¨®n; en cambio, me gusta recordar que Lucky Luciano d...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
No me gustan los hombres-b¨¢scula que en cuanto te echan la vista encima te dicen que est¨¢s m¨¢s gordo; en cambio, me gusta el concierto de clarinete de Mozart y el autorretrato de Durero. No me gusta ese tipo educado quien, pese a que sabes que te odia, al verte en un restaurante se acerca a tu mesa y te dice con ¨¦nfasis ?que aproveche!; en cambio, me gusta el potaje de legumbres, la trompeta de Miles Davis y leer a Ovidio a peque?os sorbos como un oporto en estas tardes de oto?o. No me gustan las mafias horteras de la droga y de la prostituci¨®n; en cambio, me gusta recordar que Lucky Luciano dec¨ªa que en cualquier negocio lo primero que hay que procurar es no ser el muerto e imaginar si pensaba lo mismo el mafioso Albert Anastasia con la cara enjabonada en una barber¨ªa de Nueva York antes de que lo balearan. No me gusta ese colega que te despierta a las ocho de la ma?ana para decirte, como si fuera un favor, que en Abc ponen a parir tu ¨²ltima novela; en cambio, me gusta creer que todav¨ªa hay carpinteros de ribera que construyen barcos de madera para navegar a islas que no est¨¢n en el mapa. No me gustan los escritores moralistas cabreados que me recuerdan a aquellos confesores que te echaban encima el aliento con halitosis antes de perdonar tus pecados; en cambio, en las noches de insomnio, de madrugada me gusta o¨ªr tangos de Gardel, melod¨ªas de Cole Porter y de Irving Berlin que me alejen los fantasmas. No me gustan esos jueces que emiten sentencias contradictorias que botan de forma inesperada como los balones de rugby; en cambio, me gustan los mercadillos de frutas y verduras, tomar una cerveza con aceitunas amargas en una terraza al sol para ver pasar la gente y recordar a aquellas muchachas con faldas de flores de tiempos muy lejanos. Tambi¨¦n me gusta andar por la ciudad con las manos en los bolsillos y no pensar absolutamente en nada.