La transici¨®n m¨¢s peligrosa
Hasta la toma de posesi¨®n, el 20 de enero, los ojos del mundo entero estar¨¢n muy atentos a lo que suceda en Washington
No es f¨¢cil cambiar de presidente. Si cualquier sucesi¨®n puede ser accidentada, incluso la hereditaria, no iba a ser menos una republicana como la que se producir¨¢ en Estados Unidos, el pa¨ªs que ha moldeado el orden mundial tal como lo hemos conocido, aunque ahora su ¨²ltimo presidente lo est¨¦ destruyendo. As¨ª es como la transici¨®n presidencial, es decir, el intervalo entre el primer martes despu¨¦s del primer lunes de noviembre y la fecha constitucionalmente establecida del 20 de enero para la toma de posesi¨®n, se ha convertido en un momento especialmente sensible para la seguridad mundial.
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No es f¨¢cil cambiar de presidente. Si cualquier sucesi¨®n puede ser accidentada, incluso la hereditaria, no iba a ser menos una republicana como la que se producir¨¢ en Estados Unidos, el pa¨ªs que ha moldeado el orden mundial tal como lo hemos conocido, aunque ahora su ¨²ltimo presidente lo est¨¦ destruyendo. As¨ª es como la transici¨®n presidencial, es decir, el intervalo entre el primer martes despu¨¦s del primer lunes de noviembre y la fecha constitucionalmente establecida del 20 de enero para la toma de posesi¨®n, se ha convertido en un momento especialmente sensible para la seguridad mundial.
Buen n¨²mero de los percances en la estabilidad y la paz se han producido entre la campa?a electoral y la instalaci¨®n del nuevo presidente. Es un momento propicio al vac¨ªo de poder, la ausencia de reflejos o las interferencias exteriores. En ocasiones, el presidente saliente aprovecha, en previsi¨®n de un cambio de color en la presidencia, para incrementar el peso de su legado, al igual que el entrante intenta adelantar sus peones antes de instalarse. Otras veces es una potencia extranjera, como hizo Rusia entre Obama y Trump, la que interfiere en las elecciones e intenta luego evitar las represalias.
El cambio de guardia estimula los conflictos larvados y la desestabilizaci¨®n por parte de los adversarios geopol¨ªticos. Con la superpotencia concentrada en sus problemas dom¨¦sticos, los enemigos pueden ganar posiciones. El desprecio de Trump por el orden internacional y su desastrosa gesti¨®n de la pandemia han ofrecido un avance de las tentaciones que depara la transici¨®n a potencias como China o Turqu¨ªa, que ya han demostrado sus reflejos expansivos durante toda la presidencia.
La Casa Blanca ha experimentado transiciones impecables, pero la mayor¨ªa han sido accidentadas, con sorpresas para el nuevo presidente y el l¨®gico incremento del riesgo internacional: la crisis de los misiles de Cuba en 1960 fue una herencia de Eisenhower para Kennedy, al igual que la desastrosa intervenci¨®n militar en Somalia en 1992 fue parte del legado de Bush padre a Clinton. Pero ninguna tan peligrosa como la actual transici¨®n, probablemente la de mayores riesgos de la historia.
No se sabe si Trump aceptar¨¢ la derrota, y ni siquiera si est¨¢ dispuesto a irse pac¨ªficamente. Cualquier cosa puede suceder despu¨¦s de sus insensatas apelaciones para que sus partidarios vigilen los colegios electorales, o de sus muestras de simpat¨ªa, apenas disimulada, hacia los grupos conspiracionistas y supremacistas, entre los que se encuentran los que hab¨ªan preparado un golpe de Estado y el secuestro de la gobernadora de Michigan.
Hasta la toma de posesi¨®n, el 20 de enero, los ojos del mundo entero estar¨¢n muy atentos a lo que suceda en Washington. Por el riesgo de la transici¨®n y por el riesgo todav¨ªa mayor que significar¨ªan cuatro a?os m¨¢s de trumpismo.
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