Algo personal
Las aventuras insurreccionales que agitaron Am¨¦rica desde el triunfo de la Revoluci¨®n cubana echaron a rodar tambi¨¦n ver¨ªdicas historias de inopinadas fortunas e insospechados destinos
Las aventuras insurreccionales que agitaron nuestra Am¨¦rica desde el triunfo de la Revoluci¨®n cubana echaron a rodar tambi¨¦n ver¨ªdicas historias de inopinadas fortunas e insospechados destinos personales.
La verdad es que m¨¢s de una gran novela latinoamericana ha transmutado en hechicera ficci¨®n literaria la desabrida viruta de nuestra historia econ¨®mica. Sin embargo, nada como la guerrilla urbana para elevarse del limo clasemediero, hacerse rico y fundar dinast¨ªas en Latinoam¨¦rica.
En mi adolescencia llegu¨¦ a conocer en Ciudad Guayana a un hombre cuya holgura econ¨®mica provino d...
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Las aventuras insurreccionales que agitaron nuestra Am¨¦rica desde el triunfo de la Revoluci¨®n cubana echaron a rodar tambi¨¦n ver¨ªdicas historias de inopinadas fortunas e insospechados destinos personales.
La verdad es que m¨¢s de una gran novela latinoamericana ha transmutado en hechicera ficci¨®n literaria la desabrida viruta de nuestra historia econ¨®mica. Sin embargo, nada como la guerrilla urbana para elevarse del limo clasemediero, hacerse rico y fundar dinast¨ªas en Latinoam¨¦rica.
En mi adolescencia llegu¨¦ a conocer en Ciudad Guayana a un hombre cuya holgura econ¨®mica provino de un sonado asalto de inspiraci¨®n foquista-guevarista a un banco. Hablo de la sucursal guayanesa de un banco canadiense. Hablo de un tiempo en que el Che Guevara andaba todav¨ªa en paradero desconocido.
Mi compatriota, modesto director de una escuela secundaria p¨²blica en una ciudad provincial, no particip¨® en el sonado y exitoso atraco, nunca fue guerrillero urbano y tampoco brind¨® ayuda log¨ªstica desde ninguna simpatizante retaguardia. Simplemente alguien rob¨® su auto la noche anterior al suceso.
El carro fue usado para trasladar parte del bot¨ªn pero, quiz¨¢ sorprendidos por el gran despliegue policial que sigui¨® inmediatamente al atraco en aquella a¨²n peque?a poblaci¨®n de nuestra cuenca sider¨²rgica, los submalandros del comando guerrillero abandonaron el veh¨ªculo en el parqueadero de un automercado, dejando en la cajuela dos sacas de lona de esas que solo se ven en pel¨ªculas como The Brink¡¯s Job.
El carro era un compacto Vauxhall, ingl¨¦s; lo s¨¦ porque mi viejo se lo compr¨® al profe. Un carrito, pues, muy conspicuo en una ciudad llena de carros americanos. Un ciudad peque?a y a¨²n inocente donde todo el mundo conoc¨ªa al director del liceo.
La secuencia en que el profe, alertado por alg¨²n padre o representante, llega corriendo y en chanclas al parqueadero y se percata de que, aparte de trastear con el encendido bajo el tablero, los tupamaros han dejado intacto su carrito y halla dos sacas de dinero en la cajuela podr¨ªa ser el comienzo de una serie retro, de metapol¨ªtica venezolana, una serie del tipo ¡°Cu¨¦ntame c¨®mo pas¨®¡±. El asalto al Royal Bank of Canada cambia la vida de la familia en el primer episodio.
Mucho m¨¢s tremebundo fue lo que pas¨® en la Argentina donde los ¡°montoneros¡±, el brazo armado de la izquierda peronista, perpetraron en 1975 lo que quiz¨¢ haya sido el secuestro m¨¢s caro de todos los tiempos: por poner en libertad a los hermanos Born, herederos y altos ejecutivos de una transnacional de cereales, pidieron 60 millones de d¨®lares. En la actualidad, tal rescate rondar¨ªa los 300 millones.
Como hoy se sabe, pas¨® de todo: uno de los secuestrados se faj¨® a negociar con los malandros y logr¨® una quita considerable en el monto del rescate. El dinero fue pagado y la andadura de ese mont¨®n de plata se puede narrar como un caso de trickle down, de estimulante chorreo revolucionario.
La plata fue a parar a La Habana y en el proceso sirvi¨®, entre otras muchas cosas, para fundar un diario. Quiz¨¢ lo m¨¢s novelesco haya sido que el jefe del comando secuestrador, alguien fascinado por el jet set, terminase con el tiempo siendo amigo y consultor de seguridad de uno de los hermanos.
Con todo, en lo alto de mi top ten de sagas familiares de la guerrilla urbana, se halla el secuestro del ejecutivo estadounidense de la Owens Illinos, William Niehouse. Ocurri¨® en Caracas, en 1976. El grupo secuestrador era un desprendimiento de un desprendimiento de a su vez otro desprendimiento de un grupo guerrillero venezolano.
Uno de los fundadores de la organizaci¨®n pantalla legal de la banda de secuestradores era Jorge Rodr¨ªguez, padre del actual ministro de Informaci¨®n y Turismo de Nicol¨¢s Maduro y de la vicepresidenta y Ministra de Finanzas, Delcy Rodr¨ªguez.
El padre de ambos ministros fue detenido a poco de consumado el secuestro y sometido a crudel¨ªsimas torturas por agentes de la seguridad del Estado durante el primer Gobierno de Carlos Andr¨¦s P¨¦rez. Esas torturas le causaron la muerte.
En una entrevista de prensa, la vicepresidenta evoc¨®, hace pocos a?os, el asesinato de su padre y afirm¨® paladinamente que la revoluci¨®n bolivariana era su venganza personal por aquella muerte. Es momento para decir que los polic¨ªas que asesinaron a Rodr¨ªguez padre fueron destituidos, encausados y condenados a duras penas de prisi¨®n. Por otra parte, nunca se ha sabido con certeza ad¨®nde fue a parar el dinero del rescate.
Hace poco, la ministro anunci¨® a la prensa que la avilantada y mostrenca ¡°ley antibloqueo¡± con la que la Nicol¨¢s Maduro pretende privatizar todo la riqueza nacional a¨²n enajenable en provecho de sus amigos. La Rodr¨ªguez puso el ¨¦nfasis en la confidencialidad con que su Gobierno garantiza a sus aliados inversionistas poder burlar las sanciones estadounidenses.
Y una vez m¨¢s, la Rosa Klebb de la dictadura, con una sonrisa y sin morder las palabras, repiti¨® que la revoluci¨®n bolivariana es su venganza personal.