¡®Antidisturbios¡¯ o el debate sobre si los polis son de fiar
La serie juega en esa l¨ªnea en la que no se juzga ni se coloca lo observado bajo el filtro del blanco y negro, sino en los grises que caracterizan la verdad
Cuando Kirk Douglas interpreta a un periodista sin escr¨²pulos en El gran carnaval, un carro?ero capaz de prolongar la agon¨ªa de un pobre hombre atrapado en una mina derruida para sacarle r¨¦dito, suponemos que nadie est¨¢ pensando que todos los informadores seamos as¨ª. En las redacciones tambi¨¦n se llora. Incluso por zoom.
En Antidisturbios, la serie fen¨®meno en este momento en televisi¨®n, Rodrigo Sorogoyen e Isabel Pe?a juegan en esa dif¨ªcil l¨ªnea, la m¨¢s inteligente, en la que no se juzga ni se coloca lo observado bajo el filtro del blanco y negro, del bien o el mal, sino ...
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Cuando Kirk Douglas interpreta a un periodista sin escr¨²pulos en El gran carnaval, un carro?ero capaz de prolongar la agon¨ªa de un pobre hombre atrapado en una mina derruida para sacarle r¨¦dito, suponemos que nadie est¨¢ pensando que todos los informadores seamos as¨ª. En las redacciones tambi¨¦n se llora. Incluso por zoom.
En Antidisturbios, la serie fen¨®meno en este momento en televisi¨®n, Rodrigo Sorogoyen e Isabel Pe?a juegan en esa dif¨ªcil l¨ªnea, la m¨¢s inteligente, en la que no se juzga ni se coloca lo observado bajo el filtro del blanco y negro, del bien o el mal, sino en los grises que caracterizan la verdad.
Si los polic¨ªas son de fiar o no es un viejo debate en la novela negra, que se llama as¨ª porque no toda es polic¨ªaca, o porque precisamente a veces la instituci¨®n policial guarda su propia negritud. Los grandes maestros lo resolvieron hace d¨¦cadas cuando eligieron detectives para encontrar la verdad. El Sam Spade de Dashiell Hammett (?y que viva Humphrey Bogart!), el Philip Marlowe de Raymond Chandler o el Carvalho de V¨¢zquez Montalb¨¢n son los ejemplos m¨ªticos de unos tiempos en que m¨¢s val¨ªa encargar la investigaci¨®n a sabuesos privados que lo iban a hacer por dinero y una ristra de principios que no lograban esconderse tras el en¨¦simo whisky. Con la democracia y la mayor limpieza y preparaci¨®n profesional proliferaron los polic¨ªas capaces en la literatura europea y estadounidense en general, aunque tuvieran que avanzar en ocasiones entre manzanas podridas en el propio cuerpo. La argentina Claudia Pi?eiro suele contar que en Latinoam¨¦rica sigue siendo bastante impensable convertir en h¨¦roes a los polic¨ªas dada la alta tasa de corrupci¨®n. Ya ven c¨®mo la novela negra acompa?a y retrata cada tiempo y lugar.
La serie Antidisturbios transita por ese territorio complejo en que convive una agente de Asuntos Internos ambiciosa y justiciera (fabulosa Vicky Luengo) y seis maderos mazados enviados a ejecutar un desahucio sin las fuerzas suficientes. La violencia estalla y en la refriega cae al patio un inmigrante senegal¨¦s. ?Accidente u homicidio? No es solo esa la cuesti¨®n, que lo es, sino la frontera entre la porra y el desgraciado, entre el deber de cumplir ¨®rdenes y la imposibilidad de elegir a los malos, entre el orgullo del m¨²sculo y la miseria de nublar la vista ante las v¨ªctimas. Adrenalina, familia, irascibilidad, amor, deseo, orgullo, l¨¢grimas, exaltaci¨®n y depresi¨®n se combinan en una ficci¨®n desnuda y sin manique¨ªsmos. Con autenticidad.
Un sindicato policial ha protestado por la imagen del colectivo de antidisturbios que ofrece la serie. No le protestaremos a Billy Wilder por retratar al granuja de El gran carnaval o los de Primera plana. Los periodistas en general suponemos que ninguno nos representa, pero todos sabemos que guardan verdad. As¨ª que, guardando las distancias entre lo universal y lo dom¨¦stico y parafraseando el discurso de Fernando Trueba al recibir el oscar en 1993, gracias Sorogoyen, gracias Pe?a. Han hecho una buena serie.