No vino para quedarse
Los t¨®picos son la peor y m¨¢s persistente forma de trumpismo, porque conducen a la par¨¢lisis y a la impotencia
Los t¨®picos son emblemas de fatalidad. Vino para quedarse. Como no puede ser de otra manera. En vilo, al borde del abismo.
De ellos vive el trumpismo, la fatalidad misma. Lleg¨® como un meteoro inesperado y, despu¨¦s de cuatro a?os de susto, se esperaba que fuera otro meteoro de signo contrario el que lo desalojara.
No ha sucedido. No suceder¨¢. Seguir¨¢ sin Trump. Todos llevamos dentro un peque?o monstruo trumpista. Seguir¨¢ el trumpismo sin Trump. Como rastro del t¨®pico, de la fatalidad.
Gracias a un sistema electoral envejecido, perversi¨®n consentida de los principios democr...
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Los t¨®picos son emblemas de fatalidad. Vino para quedarse. Como no puede ser de otra manera. En vilo, al borde del abismo.
De ellos vive el trumpismo, la fatalidad misma. Lleg¨® como un meteoro inesperado y, despu¨¦s de cuatro a?os de susto, se esperaba que fuera otro meteoro de signo contrario el que lo desalojara.
No ha sucedido. No suceder¨¢. Seguir¨¢ sin Trump. Todos llevamos dentro un peque?o monstruo trumpista. Seguir¨¢ el trumpismo sin Trump. Como rastro del t¨®pico, de la fatalidad.
Gracias a un sistema electoral envejecido, perversi¨®n consentida de los principios democr¨¢ticos. Para que no sea la voluntad de la mayor¨ªa la que se exprese sino los privilegios de la minor¨ªa. Hasta invertir el sentido de los equilibrios y controles democr¨¢ticos. Queriendo evitar la dictadura de los m¨¢s, se implanta la dictadura de los menos, la de siempre.
Gracias tambi¨¦n a la fuerza de los intereses. El crudo poder del dinero, que huye de los impuestos, de la igualdad, de la compasi¨®n incluso, tambi¨¦n de la raz¨®n y del futuro. Indiferente a la catadura de quien lo defienda. Reconfortado incluso por la exhibici¨®n de su inmoralidad impune.
Y al resentimiento. M¨¢s poderoso que la verdad. Obediente a los poderosos cuando se disfrazan de quejumbrosas v¨ªctimas vengadoras. Hasta el extremo de expresarse a favor de Biden pero desear secretamente que sea Trump quien gane.
Tambi¨¦n a la fidelidad a la tribu. A sus jefes. A sus brujos. A sus armas. A unos fetiches m¨¢s poderosos que la cruda verdad.
Al final, Trump ha perdido. En votos: por cuatro millones al menos. Y en mitad de la pandemia, las peores condiciones para movilizar el voto dem¨®crata. Ante un candidato gastado y m¨¢s anciano todav¨ªa. A pesar del sistema electoral pervertido. Frente al argumento m¨¢s poderoso: sin revoluci¨®n ni reforma, queda la fatalidad del regreso tras la ¨¦poca del progreso. A pesar del t¨®pico de la fatalidad.
Los t¨®picos son la expresi¨®n de una voluntad d¨¦bil, de una inteligencia perezosa, de un futuro sin ideas ni proyectos. No vino para quedarse. Todo puede ser de otra forma. No estamos en vilo ni al borde del abismo.
Son la peor y m¨¢s persistente forma de trumpismo, porque conducen a la par¨¢lisis y a la impotencia. El trumpismo vive del legado siniestro de la banalidad del mal, que se expresa y pervive en los t¨®picos. Hay que atreverse a romperlos. Atreverse a pensar.