Insular, pero no aislado
Por imperativo geogr¨¢fico y comercial, el Reino Unido tendr¨¢ cierta ascendencia o poder blando en sus relaciones con la UE
All¨¢ por los a?os sesenta, Reino Unido todav¨ªa manten¨ªa un p¨¢lpito de grandeza imperial, como una inercia melanc¨®lica de los tiempos en que Londres nombraba comisionados en Nairobi, gobernadores en Melbourne y virreyes en Calcuta. Ante los ¡°vientos de cambio¡± que, en aquellas certeras palabras de Macmillan en 1960, iban a llevarse por delante dominios y colonias durante esa misma d¨¦cada, Henry Kissinger profiri¨® una sentencia que el tiempo ha elevado a admonici¨®n: ¡°el Reino Unido debe buscar su futuro en Europa y no en los Himalayas¡±.
De c¨®mo se ve una naci¨®n a s¨ª misma depende su proyecci¨®n exterior. En 1874, Gladstone advert¨ªa vehemente que la mejor pol¨ªtica exterior ¡°es un buen gobierno en casa¡±. El desgaste del modelo econ¨®mico de posguerra sumi¨® a un Reino Unido, ya agotado, en una crisis devastadora que oblig¨® al pa¨ªs a recurrir al FMI y a bancos centrales, a retirar sus contingentes militares en Oriente Pr¨®ximo, Malasia y Singapur e incluso a devaluar la libra esterlina. En ese contexto de grav¨ªsima crisis econ¨®mica, el 17 de octubre de 1968 la Oficina de Asuntos Coloniales fue clausurada. Y as¨ª, simb¨®lica y discretamente el Reino Unido volv¨ªa su mirada hacia Europa. El sol del Imperio se acab¨® poniendo en Bruselas. Los primeros ministros Macmillan y Heath, ambos conservadores, lo entendieron de inmediato. Aquel destino imperial fue reemplazado oficialmente en 1973 por un nuevo proyecto europeo, nunca del todo cuajado. El ingreso en la entonces Comunidad Econ¨®mica Europea sustituy¨® el andamiaje intelectual imperial por el europeo. Parad¨®jicamente, fue Europa quien permiti¨® al Reino Unido forjarse una existencia postcolonial. Tiene un punto de iron¨ªa pensar que las Comunidades Europeas se convirtieron, ante el vac¨ªo dejado por el fin del Imperio, en el mejor asidero geopol¨ªtico y econ¨®mico para el Reino Unido. Jingo¨ªsmos aparte, el ocaso imperial tra¨ªa consigo la necesidad de buscar alternativas a lo que hab¨ªa sido un mercado cautivo.
Es tan com¨²n hablar de la insularidad del Reino Unido que solemos soslayar su vocaci¨®n resueltamente global. Tras el Brexit, su influencia geoestrat¨¦gica est¨¢ garantizada. Continuar¨¢ en el Consejo de Seguridad, en la OTAN, en el G7, el G20, en el Consejo de Europa y en otras organizaciones. Sigue siendo la sexta econom¨ªa del mundo, goza de instituciones pol¨ªticas s¨®lidas y, como observara con irritaci¨®n De Gaulle, no es una isla aislada, al contrario, est¨¢ conectada con todo el planeta.
La presencia global de Reino Unido, sin embargo, debe reformularse por segunda vez en apenas medio siglo. Si la visi¨®n imperial y la pertenencia europea articularon su modo de ser en el mundo, el Brexit sit¨²a a Reino Unido ante un vac¨ªo: al contrario que el Imperio, Europa no tiene un sustituto claro.
Para llenar de contenido esa inc¨®gnita, el Gobierno brit¨¢nico ha formulado el concepto de ¡°Global Britain¡± bajo el cual se traza una estrategia que garantice la influencia del pa¨ªs y facilite centrarse en sus tres ¨¢reas de inter¨¦s: EE UU, Europa y la regi¨®n indo-pac¨ªfica. Por lo general, la estrategia, a¨²n poco concretada, descansa en desarrollar el comercio en otras ¨¢reas geogr¨¢ficas, con la extraordinaria paradoja de que el Brexit inevitablemente levanta barreras, arancelarias o no, con la Uni¨®n Europea. Haciendo el Brexit se deshace la uni¨®n aduanera de 450 millones de personas. La UE es el socio comercial m¨¢s importante del Reino Unido. Aunque haya gesticulaci¨®n pol¨ªtica por posibles acuerdos de comercio con Nueva Zelanda o Australia, el impacto econ¨®mico de tales acuerdos es irrelevante.
En realidad sabemos muy poco o nada sobre c¨®mo ser¨¢ la futura relaci¨®n con la UE. Como el zahor¨ª, s¨®lo podemos intuirlo. No es plausible que un acuerdo completo de libre comercio vaya a lograrse en los pr¨®ximos d¨ªas. Su relaci¨®n con Europa no va a ser f¨¢cil porque, advi¨¦rtase, la negociaci¨®n del Brexit empieza ¡ªno termina¡ª el 1 de enero de 2021. Los pr¨®ximos a?os vendr¨¢n irremediablemente marcados por todas las complejas negociaciones pendientes, los esfuerzos de los Gobiernos y empresas por adaptarse al nuevo marco y es de temer, por posibles desencuentros. Pero por imperativo geogr¨¢fico y comercial el Reino Unido tendr¨¢ cierta ascendencia o poder blando en sus relaciones con la UE.
Su pol¨ªtica exterior, m¨¢s all¨¢ del continente, ha tenido siempre dos palenques, su relaci¨®n con EE UU y la Commonwealth. Tradicionalmente, el Reino Unido ha ejercido en las ¨²ltimas d¨¦cadas de puente entre EE UU y la UE. No en vano, desde siempre, EE UU anim¨® al Reino Unido a que ingresara en el mercado com¨²n, de modo que los valores anglosajones estuvieran representados. Pero ese papel ser¨¢ dif¨ªcil de mantener pues no s¨®lo la relaci¨®n con EE UU es hoy menos ¡°especial¡± sino porque su futura relaci¨®n con Europa vendr¨¢ empa?ada por la ausencia de firmes atalayas desde las que poder influir. Y el reciente triunfo de Biden en EE UU, claramente proeuropeo, hace pensar que esa relaci¨®n tan especial va a cambiar. La Commonwealth, aunque goza de relativa buena salud, representa a un tercio de la poblaci¨®n mundial y a una quinta parte del comercio internacional, no es un centro de poder ni tiene influencia decisoria alguna en los asuntos internacionales.
El nuevo liderazgo brit¨¢nico en el mundo ser¨¢ fruto de un proceso determinado por los acuerdos comerciales con EE UU y la UE (los dos ¨²nicos que importan), la importancia de Londres como centro financiero y el mantenimiento de su unidad nacional. Londres no es s¨®lo la capital financiera de Europa donde obtienen financiaci¨®n la mitad de las grandes empresas europeas. Tiene tambi¨¦n una vis atractiva para muchos de sus exterritorios. Es el destino en el que los inversores de todo el mundo encuentran c¨®modo solaz bajo un Estado de derecho s¨®lido tutelado por los tribunales de justicia m¨¢s prestigiosos del mundo.
Aunque el desarrollo de la econom¨ªa digital, que la covid- 19 ha estimulado, facilitar¨¢ los planes de la estrategia Global Britain que el Gobierno brit¨¢nico est¨¢ dise?ando, el pa¨ªs tiene como reto inmediato ¡ªal igual que otras naciones¡ª recuperar la credibilidad por una gesti¨®n irregular de la covid-19 y una interminable negociaci¨®n del Brexit. Sin embargo, aquellos persuadidos por la tentaci¨®n de mirar con desd¨¦n su porvenir, no deben olvidar que es un socio comercial fundamental para Europa y en especial para Espa?a (uno de nuestros principales inversores), un pa¨ªs con un ¨¢rea de influencia propia y un aliado imprescindible en seguridad, terrorismo y defensa del Estado de derecho. Cuenta tambi¨¦n con unas instituciones extraordinariamente el¨¢sticas que han podido soportar toda la presi¨®n de los ¨²ltimos cuatro a?os y una comunidad acad¨¦mica y cient¨ªfica que atrae una buena parte del talento mundial. Insular s¨ª, pero no aislado.
Desde el refere?ndum del Brexit la nacio?n brita?nica ha deambulado algo desnortada; todavi?a de mudanza, sigue sin resolver su nuevo papel en el mundo. Su situacio?n poli?tica interna de los u?ltimos an?os, algo zigzagueante se lo ha impedido. Reajustar la presencia en el mundo requiere de algo m¨¢s que virtudes tan brit¨¢nicas como la flexibilidad o el pragmatismo. Al tiempo, los estragos en su pol¨ªtica interna nos hacen pensar si el viejo Gladstone no tendr¨ªa raz¨®n. Y acaso la naci¨®n brit¨¢nica, que se ha visto en esta tesitura en otras ocasiones lo intuya, y sospeche que al final, acabar¨¢ por encontrar su sitio. Como fuere, cuando el 1 de enero de 2021 se alcen perezosas las esclusas de un nuevo cap¨ªtulo de su historia, el Reino Unido no s¨®lo tendr¨¢ que reajustar su liderazgo, sino tambi¨¦n reformular su relaci¨®n con la UE.
Eduardo Barrachina es presidente de la C¨¢mara Oficial de Comercio de Espa?a en el Reino Unido, abogado y solicitor.
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