Contrato
Ma?ana es el d¨ªa de la Constituci¨®n. Un texto compuesto como un rompecabezas, lleno de ambig¨¹edades e insuficiencias
Mi entrada en la Universidad, con 17 a?os ¡°robustos y enga?ados¡± (Quevedo dixit), coincidi¨® con una racha de alborotos de los que luego tanto abundar¨ªan a lo largo de la carrera. Me incorpor¨¦ a los revoltosos sin apenas dudarlo y a¨²n menos entenderlo. Nuestro acto subversivo principal era al mediod¨ªa: nos reun¨ªamos en el hall de la Facultad, sentados en el suelo, y el delegado del sindicato estudiantil daba solemne (y nerviosa) lectura a la Declaraci¨®n de los Derechos Humanos. Despu¨¦s enton¨¢bamos vacilantes el Gaudeamus igitur (yo s¨®lo mov¨ªa los labios porque no me la sab¨ª...
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Mi entrada en la Universidad, con 17 a?os ¡°robustos y enga?ados¡± (Quevedo dixit), coincidi¨® con una racha de alborotos de los que luego tanto abundar¨ªan a lo largo de la carrera. Me incorpor¨¦ a los revoltosos sin apenas dudarlo y a¨²n menos entenderlo. Nuestro acto subversivo principal era al mediod¨ªa: nos reun¨ªamos en el hall de la Facultad, sentados en el suelo, y el delegado del sindicato estudiantil daba solemne (y nerviosa) lectura a la Declaraci¨®n de los Derechos Humanos. Despu¨¦s enton¨¢bamos vacilantes el Gaudeamus igitur (yo s¨®lo mov¨ªa los labios porque no me la sab¨ªa), pero enseguida interven¨ªan los grises y disolv¨ªan sin contemplaciones la reuni¨®n. A?os despu¨¦s, tras Mayo del 68, mis amigos franceses se asombraban de que yo a¨²n considerase la declaraci¨®n de DD HH como un texto subversivo con tanto olor a azufre como el Manifiesto comunista o Mein Kampf. ?Los DD HH, que nadie cumpl¨ªa y que serv¨ªan para encubrir declamatoriamente cualquier tropel¨ªa! Pero yo los hab¨ªa aprendido rodeado de esbirros, en aulas como celdas de prisi¨®n, hostigado por un autoritarismo pacato y estrecho que contraven¨ªa mi juventud: en esas condiciones, hasta el padrenuestro habr¨ªa sonado a clar¨ªn de combate...
Ma?ana es el d¨ªa de la Constituci¨®n. Un texto compuesto como un rompecabezas, lleno de ambig¨¹edades e insuficiencias. Se aprende en pocos colegios, en muchos se ense?a a detestarla. Los confortables guerrilleros de la subversi¨®n subvencionada se enorgullecen de ignorarla o la consideran el ¨²ltimo episodio del franquismo. Pero es el contrato que nos reconoce ciudadanos, es decir, due?os de Espa?a, de norte a sur, de este a oeste: no como se posee el huerto en que se ha echado ra¨ªces, sino la familia con que compartimos el pasado y construiremos el futuro. Un contrato cercado por sombras indeseables, pero escrito con luz.