Refundaci¨®n
Las piezas del rompecabezas solo volver¨¢n a encajar si reconocemos con humildad que el mundo ha cambiado
Ya no hablamos de futuro o progreso. Mientras la pandemia golpea en su segunda ola, de lo que hablamos es de refundar. Hemos de hacerlo con el orden liberal, renqueante tras los ataques del populismo; y tambi¨¦n con este capitalismo salvaje que, con su financiarizaci¨®n, rompe la promesa de la democracia, la que nos aseguraba que los derechos, la econom¨ªa de mercado y la prosperidad de las clases medias formaban una alianza indestructible. Y hemos de refundar, en fin, la arquitectura global que posibilitaba el multilateralismo, con los organismos que, como la OTAN, la OMS o la ONU, son hoy rehen...
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Ya no hablamos de futuro o progreso. Mientras la pandemia golpea en su segunda ola, de lo que hablamos es de refundar. Hemos de hacerlo con el orden liberal, renqueante tras los ataques del populismo; y tambi¨¦n con este capitalismo salvaje que, con su financiarizaci¨®n, rompe la promesa de la democracia, la que nos aseguraba que los derechos, la econom¨ªa de mercado y la prosperidad de las clases medias formaban una alianza indestructible. Y hemos de refundar, en fin, la arquitectura global que posibilitaba el multilateralismo, con los organismos que, como la OTAN, la OMS o la ONU, son hoy rehenes del deterioro progresivo de las reglas que permit¨ªan la colaboraci¨®n internacional.
En Europa, la expresi¨®n de moda es ¡°autonom¨ªa estrat¨¦gica¡±, un t¨¦rmino que la crisis sanitaria ha rescatado del campo de defensa y seguridad y que es, en el fondo, un eufemismo para la soberan¨ªa, palabra elusiva en estos tiempos en los que las fronteras son cada vez m¨¢s inestables, y los intereses, valores e identidades son m¨¢s dif¨ªciles de identificar. Andamos a la b¨²squeda de una nueva solidez, olvidando aquella hermosa m¨¢xima del Manifiesto comunista que dio nombre a un t¨ªtulo imprescindible sobre el progreso y la modernidad: ¡°Todo lo s¨®lido se desvanece en el aire¡±. Y quiz¨¢s por eso no sorprende ya escuchar a los pol¨ªticos discursos que anta?o solo pronunciaban los papas. La dictadura del relativismo, dicen, se impone sobre las verdades universales que actuaban como motor de la historia y sosten¨ªan el orden democr¨¢tico dot¨¢ndolo de legitimidad.
Pero hay algo elusivo en la sustituci¨®n de la idea de progreso por la de refundaci¨®n, como si quisi¨¦ramos avanzar con los viejos esquemas, como si el mundo no hubiese cambiado. La alteridad, hoy, se llama China, y mientras buscamos recomponer lo que se ha roto, pretendemos que la humanidad vuelva a ajustarse a un mundo devastado por sus fundadores. Vean si no el rid¨ªculo boicot del presidente de la democracia m¨¢s vieja del mundo, o el absurdo de un Brexit a las bravas. ?C¨®mo dar lecciones sobre la importancia de cumplir las normas? Antes, deber¨ªamos asumir que estas son fruto de la correlaci¨®n de fuerzas, que el dinamismo de China y su peso desmesurado las ha transformado necesariamente, y que esto hace imposible que el gigante asi¨¢tico aterrice sin m¨¢s en un tablero con las fichas marcadas por Occidente. Las piezas del rompecabezas solo volver¨¢n a encajar si reconocemos con humildad que el mundo ha cambiado. Mientras tanto, en Europa no vendr¨ªa mal aclararnos sobre lo que queremos ser. La idea de una uni¨®n de democracias que act¨²a en coherencia con su propia visi¨®n del mundo parece un buen comienzo, pero para ello deber¨ªamos reconocer que solo es posible proyectar valores o identidad cuando dentro hay una visi¨®n compartida del mundo. Preguntemos a Hungr¨ªa y Polonia.