El olvido que seremos
Nos han dejado, entre otros, Julio Ollero, Javier Reverte y Teodoro Sacrist¨¢n. Su marcha ha sido eclipsada por la tragedia global y por la profusi¨®n de noticias escandalosas que la acompa?an
En este a?o tan desastroso en el que los desaparecidos se cuentan por miles, nos hemos acostumbrado a que los nombres desaparezcan tambi¨¦n detr¨¢s de las cifras convertidos en nombres sin significaci¨®n. Y, sin embargo, detr¨¢s de cada nombre hay una vida, una historia interminable en la memoria de los que la recuerdan. Como dice el poeta y aforista Ram¨®n Eder, ¡°la vida es una ficci¨®n basada en hechos reales¡±.
Cada lector tendr¨¢ su propia n¨®mina de desaparecidos vinculada a la pandemia que nos asola desde el mes de marzo, pero a m¨ª me llaman m¨¢s la atenci¨®n aquellos a los que ¨¦sta los ha h...
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En este a?o tan desastroso en el que los desaparecidos se cuentan por miles, nos hemos acostumbrado a que los nombres desaparezcan tambi¨¦n detr¨¢s de las cifras convertidos en nombres sin significaci¨®n. Y, sin embargo, detr¨¢s de cada nombre hay una vida, una historia interminable en la memoria de los que la recuerdan. Como dice el poeta y aforista Ram¨®n Eder, ¡°la vida es una ficci¨®n basada en hechos reales¡±.
Cada lector tendr¨¢ su propia n¨®mina de desaparecidos vinculada a la pandemia que nos asola desde el mes de marzo, pero a m¨ª me llaman m¨¢s la atenci¨®n aquellos a los que ¨¦sta los ha hecho m¨¢s invisibles a¨²n. Me refiero a esas personas que, fallecidas por otras causas, han ca¨ªdo en el olvido casi inmediato eclipsadas por la tragedia global y por la profusi¨®n de noticias escandalosas que la acompa?an desde el primer momento, como si el 2020 se hubiera propuesto pasar a la historia como el peor del que se tiene memoria desde las guerras mundiales del siglo XX. Si hasta el olvido ha cubierto pronto a personajes como Maradona, cuya muerte llen¨® durante varios d¨ªas las p¨¢ginas de todos los peri¨®dicos del mundo, c¨®mo no lo iba a hacer con otros menos famosos por m¨¢s que su calidad humana fuera infinitamente mayor. Me refiero a todos esos que ya en vida podr¨ªan haber recitado con Jorge Luis Borges su c¨¦lebre Epitafio, ese del que tom¨® el t¨ªtulo para la conmovedora novela que escribi¨® sobre su padre el escritor colombiano H¨¦ctor Abad Faciolince: ¡°Ya somos el olvido que seremos / El polvo elemental que nos ignora / y que fue el rojo Ad¨¢n y que es ahora / todos los hombres y que no veremos¡¡±.
En los ¨²ltimos dos meses han muerto, entre otras muchas, tres personas en Espa?a cuya desaparici¨®n tendr¨ªa que haber merecido m¨¢s atenci¨®n, en las p¨¢ginas de cultura por lo menos, que la que se les ha prestado, incluso en el caso del que m¨¢s goz¨®, el escritor de literatura de viajes Javier Reverte. Como ninguno de los tres era amigo m¨ªo en el sentido estricto del t¨¦rmino, lo puedo decir. El primero en morir, Julio Ollero, fue un editor y bibli¨®filo singular que apost¨® su propia fortuna a los libros y que, habiendo sido fundamental para muchos, entre los que me cuento, muri¨® en el olvido casi total, tanto que apenas mereci¨® alg¨²n obituario de urgencia en la prensa que se perdi¨® en el marem¨¢gnum de noticias del momento. Javier Reverte, que fue el segundo en morir de los tres, mereci¨® algo m¨¢s de atenci¨®n, no en vano era el gran escritor de libros de viaje espa?ol del siglo presente, pero mucha menos de la que le correspond¨ªa. Y el tercero, Teodoro Sacrist¨¢n, el gran impulsor de la Feria del Libro de Madrid, por la que paseaba sin que le reconociera nadie, tanta era su discreci¨®n, se fue como vivi¨®, sin que nadie le agradeciera p¨²blicamente su esfuerzo. A los tres personajes, que lo fueron, el olvido que todos seremos les acompa?¨® ya en su despedida y a¨²n antes, por lo que no necesitar¨¢n ser olvidados como otros.
Podr¨ªa haber escrito este art¨ªculo sobre cualquiera de las noticias que hoy pueblan las p¨¢ginas de los peri¨®dicos y sobre los personajes que las protagonizan, la mayor¨ªa de ellos poco ejemplares, pero he preferido hacerlo de tres personas cuyo olvido en vida anticipa el nuestro, ese que nadie quiere para s¨ª, pero que a todos nos alcanzar¨¢.