Amor a Madrid
Andr¨¦s Trapiello publica una entra?able gu¨ªa sobre esta ciudad ¡ªen la que todo es de todos¡ª que va mucho m¨¢s all¨¢ de este tipo de libros y donde entrevera su interesante autobiograf¨ªa con la rigurosa informaci¨®n
Nunca cre¨ª que leer¨ªa una gu¨ªa de principio a fin. Como los diccionarios, las gu¨ªas son libros de consulta, se los abre para averiguar el significado de una palabra o la historia de un castillo o de un museo y se los cierra. Pero el voluminoso Madrid de Andr¨¦s Trapiello, que acaba de publicar Destino, tiene un incentivo particular, del que suelen prescindir las gu¨ªas habituales: la autobiograf¨ªa del autor, entreverada en las p¨¢ginas del libro con las informaciones sobre calles, monumentos, barrios, personajes, datos hist¨®ricos y hasta preferencias arquitect¨®nicas. No creo exagerar si digo que ...
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Nunca cre¨ª que leer¨ªa una gu¨ªa de principio a fin. Como los diccionarios, las gu¨ªas son libros de consulta, se los abre para averiguar el significado de una palabra o la historia de un castillo o de un museo y se los cierra. Pero el voluminoso Madrid de Andr¨¦s Trapiello, que acaba de publicar Destino, tiene un incentivo particular, del que suelen prescindir las gu¨ªas habituales: la autobiograf¨ªa del autor, entreverada en las p¨¢ginas del libro con las informaciones sobre calles, monumentos, barrios, personajes, datos hist¨®ricos y hasta preferencias arquitect¨®nicas. No creo exagerar si digo que este aspecto, la originalidad del volumen, es tanto o m¨¢s atractivo que las rigurosas informaciones sobre Madrid de que da cuenta.
El 4 de mayo de 1971, Trapiello, que es leon¨¦s y era entonces un adolescente, tuvo un l¨ªo con su padre, con el que nunca se llev¨® bien, y decidi¨® partir a Madrid, donde, de m¨¢s est¨¢ decirlo, estaba la muchacha que ¡°era el gran amor de su vida¡±. En verdad, esa ciudad a la que lleg¨® con muy pocas pesetas en el bolsillo ¡ªlas p¨¢ginas en que cuenta c¨®mo se ganaba la mala existencia que ten¨ªa vendiendo libros en los bares y los hoteles elegantes son inolvidables¡ª reemplazar¨ªa en su vida a esta y otras muchachas, los grandes ¡°amores de su vida¡±, con la ciudad elegida, y me temo mucho, incluso, si se diera la incompatibilidad, a la se?ora con la que est¨¢ casado y con la que, seg¨²n confiesa, es muy feliz.
La historia de Madrid y la vida personal de Andr¨¦s Trapiello son inseparables en este libro, que est¨¢ escrito con humor, mucha gracia y una naturalidad seductora, sin pizca de vanidad, sin envidias ni rencores, incluso cuando cuenta algunas ferocidades, y una limpieza de esp¨ªritu y de palabra que hacen que sea un placer leerlo. Las informaciones sobre Madrid son abundantes y entretenidas, pero muy personales ¡ªlos escritores ocupan siempre el lugar de honor, lo que para m¨ª es un plus¡ª y est¨¢n atiborradas de an¨¦cdotas, de tipos pintorescos que circulan por sus calles o malviven en sus cuevas y s¨®tanos. Provienen de la realidad o salieron de las novelas, descritos siempre con el afecto ¡ªla pasi¨®n¡ª que despiertan en ¨¦l los barrios de esta ciudad en la que eligi¨® vivir y ser ¡°madrile?o¡±, igual que tantos otros que, como ¨¦l, han sido siempre la gran mayor¨ªa de los habitantes y gonfaloneros de esta tierra, este Madrid en el que haber nacido ¡°no da derecho a nada¡± porque en esta ciudad ¡°todo es de todos¡±. Es la pura verdad: los madrile?os procedemos de todos los rincones del mundo. Los aut¨¦nticos ¡°gatos¡± son una comunidad decreciente que acepta su condici¨®n minoritaria, porque sabe que esta ciudad, cuyos or¨ªgenes remotos nadie conoce, fue, en un principio, una vaga aldea sin historia fundada por los ¨¢rabes que pululaban por toda la Espa?a de entonces, hasta que a Felipe II se le ocurri¨® traer aqu¨ª la corte en el a?o de 1561.
Desde entonces la ciudad se ha puesto a crecer y multiplicarse de una manera que Andr¨¦s Trapiello cuenta de modo insuperable, gracias a ese pueblo del que dec¨ªa proceder la Fortunata de Gald¨®s, y que Trapiello, galdosiano militante si los hay, ha puesto como emblema del libro con la c¨¦lebre cita de la novela. Y, por supuesto, el Gald¨®s que aparece casi siempre nombrado en las p¨¢ginas del libro, era canario, y pese a ello probablemente fue el escritor que conoci¨® mejor y quiso m¨¢s a Madrid, como muestran sus Episodios, novelas, dramas y art¨ªculos en que cont¨® la historia decimon¨®nica y la realidad contempor¨¢nea de esta ciudad, que lleg¨® a recorrer al derecho y al rev¨¦s.
Sin embargo, a Trapiello lo que m¨¢s le gusta son las afueras, la periferia cambiante de esta tierra, en la que ha pasado muchas horas paseando, confundido con su paisaje, que describe con delicadeza, y en la que aprendi¨® el sutil arte de la tipograf¨ªa y, principalmente, a escribir.
No s¨¦ de nadie que a lo largo de cuarenta a?os haya ido como Andr¨¦s Trapiello todos los domingos al Rastro, incluso cuando ese gigantesco mercado estaba cerrado por el coronavirus. ?l ha escrito un lindo ensayo sobre ese rinc¨®n, el m¨¢s pintoresco de Madrid, y en esta gu¨ªa ¨¦l ocupa, ni qu¨¦ decirlo, muchas p¨¢ginas, pero el lector goza con ello pues nadie conoce mejor que Trapiello a los comerciantes, vagos y asiduos que lo habitan, o a los turistas que merodean en sus puestos y tiendas, y encuentran en ellos, entre escombros y basuras, tantas maravillas secretas, como ¨¦l mismo.
Trapiello dice que prefiere el Madrid rom¨¢ntico a todos los otros y, en su entusiasmo, afirma que P¨¦rez Gald¨®s encarna mejor que nadie ese periodo de la ciudad, algo que, con las convincentes razones que da, debemos aceptar, aunque a rega?adientes. Pero no comparto su entusiasmo por algunos autores, como Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, de quien nunca he podido comprender la fama de que goza, pues me parece muy superior a su medido talento. Fue la ¨²nica discrepancia que tuve con mi magn¨ªfico profesor, Carlos Bouso?o, cuando cursaba los cursillos del doctorado en la Complutense; ¨¦l revisaba entonces su Teor¨ªa de la expresi¨®n po¨¦tica y nos daba un curso autocr¨ªtico admirable, repleto de alumnos, donde nos ense?aba los secretos profundos de la poes¨ªa, que conoc¨ªa al dedillo. Pero admiraba a Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, al que nunca he podido leer con entusiasmo (quiz¨¢s sea defecto m¨ªo, no de ¨¦l). Trapiello tambi¨¦n lo admira y cita de ¨¦l algunos buenos textos sobre Madrid, en el tiempo que aqu¨¦l vivi¨® ac¨¢. Pero sus admiraciones son incontables y bastante fundadas, sobre todo entre los que escribieron y contribuyeron con sus libros a los mitos de Madrid: Baroja, Larra, Mesonero Romanos, G¨®mez de la Serna, Clara Campoamor, P¨¦rez Tabernero, Umbral e incontables m¨¢s. As¨ª como pintores, Goya, Vel¨¢zquez, Sorolla o Ram¨®n Gaya, por el que tiene preferencia y del que cita frases y opiniones excelentes.
Quiz¨¢s la historia m¨¢s bonita que cuenta en estas p¨¢ginas en que hay tantas historias y an¨¦cdotas felices, sea su descubrimiento de un museo rom¨¢ntico, casi siempre solitario, en el que anid¨® por varias temporadas. Lo descubri¨® en sus continuas caminatas por ese Madrid que forma ya parte de su ser. El local estaba casi siempre solitario, con unos porteros de los que se hizo amigo, y sus estancias destartaladas, a veces con telara?as, y sus estantes que nadie exploraba lo sedujeron, de modo que, luego de conversar con su directora, ech¨® all¨ª ra¨ªces y fue muchas tardes y ma?anas, durante meses, a escribir sus poemas, ensayos y novelas. Son p¨¢ginas tiernas y nost¨¢lgicas, que describen esta afinidad del joven escritor solitario con ese museo acaso m¨¢s solitario todav¨ªa que ¨¦l, y que me he propuesto conocer una vez que termine esta maldita pandemia que nos tiene confinados o nos va matando a pocos a los habitantes madrile?os y que ya dura demasiado.
Rara vez recomiendo libros a mis presuntos lectores, pero en este caso voy a hacer una excepci¨®n. L¨¦anlo antes de que ustedes se conviertan en ese ¡°polvo camino a las estrellas¡±, como describi¨® la muerte un pol¨ªtico peruano, o tengan que ir a buscarlo entre los cad¨¢veres de las librer¨ªas de segunda o tercera mano del antiguo Rastro. Es un libro entra?able, que nos retrata a todos los madrile?os, tanto los genuinos como los postizos. Les aseguro que no lo olvidar¨¢n.