El derecho a morir
Tras la aprobaci¨®n de la ley de eutanasia recordemos que el derecho a vivir no se ve amenazado por el derecho a morir. No hay nada como la referencia de la muerte para apreciar las riquezas de la vida
El Congreso de los Diputados ha aprobado en Espa?a, luego de furibundas discusiones dentro y fuera del Parlamento, la eutanasia. Esperemos que el Senado respalde esta decisi¨®n y Espa?a acompa?e a los seis pa¨ªses que en el mundo han aprobado ya leyes semejantes, pese a los argumentos en ¡°favor de la vida¡±, como dicen sus opositores, reclutados fundamentalmente en los c¨ªrculos religiosos, sobre todo cat¨®licos.
En uno de sus primeros ensayos, Albert Camus escribi¨® que el suicidio es clave para responder a la pregunta fundamental de la filosof¨ªa; quienes eligen la muerte dan una respuesta n...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
El Congreso de los Diputados ha aprobado en Espa?a, luego de furibundas discusiones dentro y fuera del Parlamento, la eutanasia. Esperemos que el Senado respalde esta decisi¨®n y Espa?a acompa?e a los seis pa¨ªses que en el mundo han aprobado ya leyes semejantes, pese a los argumentos en ¡°favor de la vida¡±, como dicen sus opositores, reclutados fundamentalmente en los c¨ªrculos religiosos, sobre todo cat¨®licos.
En uno de sus primeros ensayos, Albert Camus escribi¨® que el suicidio es clave para responder a la pregunta fundamental de la filosof¨ªa; quienes eligen la muerte dan una respuesta negativa a la pregunta de si la vida tal cual merece ser vivida. La ley aprobada, sin embargo, no favorece ni estimula el suicidio, como lo ha explicado muy bien Edmundo Bal en su art¨ªculo Ley de eutanasia: una garant¨ªa de libertad (El Mundo, 24 de diciembre 2020); se limita a considerar el caso ¡ªterrible¡ª de aquella minor¨ªa para la cual la vida es el infierno, seg¨²n las peores descripciones que hicieron de ¨¦l los textos medievales, que insistieron en este tema de manera obsesiva, y no pueden ponerle fin por s¨ª mismos, pues una horrenda ley los obliga a vivir, es decir, a morir mil veces cada d¨ªa, hasta que ese suplicio termine s¨®lo cuando mueran de ¡°muerte natural¡±. Es verdad que las v¨ªctimas de esa crueldad no son muy numerosas ¡ªpero s¨ª algunas decenas de miles o acaso hasta centenares de miles en el mundo entero¡ª, pero que ese ¡°derecho a morir¡±, inseparable del ¡°derecho a vivir¡± que defendemos los liberales, sea al fin reconocido en Espa?a es una se?al de progreso y civilizaci¨®n.
Me refiero, por supuesto, a los enfermos terminales que saben que lo son y saben tambi¨¦n que est¨¢n condenados a vivir ¡ªparece la negaci¨®n misma de esa expresi¨®n¡ª hasta que la muerte ¡°natural¡± ponga fin a sus atroces padecimientos.
La ley aprobada toma todas las precauciones del caso. Quienes deciden pedir ayuda para poner fin a sus d¨ªas deben hacerlo hasta en cuatro ocasiones ¡ªlos menores de edad est¨¢n excluidos¡ª, ser examinados por facultativos que confirmen su estado de salud y su decisi¨®n. S¨®lo luego de estos tr¨¢mites se da el visto bueno a la eutanasia. Es dif¨ªcil, acaso imposible, que en estas condiciones la determinaci¨®n de una persona de poner fin a sus d¨ªas sea utilizada por personas ajenas para perpetrar un crimen o empujar a una v¨ªctima a acabar con su vida.
La defensa de la vida, en este caso, equivale a una macabra broma pues celebrar en un enfermo terminal los fastos de la vida de los que no podr¨¢ nunca disfrutar, no cabe siquiera discutirla, s¨®lo facilitarle la salida tomando, claro est¨¢, todas las precauciones posibles para, en primer lugar, confirmar que la v¨ªctima ha tomado esta decisi¨®n de manera firme e inevitable y sin otra raz¨®n que la de la enfermedad terminal. La ley aprobada en el Congreso de los Diputados lo establece as¨ª.
Ahora bien, el problema es m¨¢s vasto que el de una reducida minor¨ªa. ?Puede la sociedad oponerse a quienes, sin estar doblegados por una enfermedad, quieren ejercer el ¡°derecho a morir¡±? Una persona, en plenas facultades, puede decidir que la vida tal como es no justifica la existencia. No es mi caso, desde luego, ni el de la inmensa mayor¨ªa. Pero hay, ha habido y habr¨¢ siempre gente que ve en la muerte una soluci¨®n a sus problemas. En la inmensa mayor¨ªa de los casos, estas v¨ªctimas no necesitan pedir ayuda para tragar un veneno, estrellar un auto contra un ¨¢rbol, o, como hizo un primo m¨ªo, lanzarse al abismo desde los farallones de Barranco. Para ayudar a estos suicidas se han creado sociedades secretas o p¨²blicas ¡ªcomo la que auspiciaba Arthur Koestler, quien se mat¨® junto con su esposa cuando supo que ten¨ªa un c¨¢ncer¡ª que les echan una mano cuando deciden poner fin a sus d¨ªas ?Cu¨¢l deber¨ªa ser la actitud de la sociedad civilizada en esos casos excepcionales? Respetar el ¡°derecho a morir¡±, la contrapartida inseparable del ¡°derecho a vivir¡± que elige la enorme mayor¨ªa de los seres humanos.
Recuerdo, a este respecto, un concurso de documentales para la televisi¨®n, del que fui jurado hace a?os, en Montecarlo. Entre los miembros del jurado figuraba una actriz francesa, Marina Vlady, que hab¨ªa misteriosamente desaparecido de las pantallas cuando estaba en lo mejor de su carrera. All¨ª supimos que lo hizo por amor: se enamor¨® de un ruso, se cas¨® con ¨¦l y se fue a vivir a la URSS, donde, seg¨²n nos dijo, era muy feliz. Nos pidi¨® que excluy¨¦ramos de la competencia un film holand¨¦s que hac¨ªa propaganda de la eutanasia, adoptada en Holanda hac¨ªa alg¨²n tiempo. Le dimos gusto. Retiramos el film del concurso, pero le dimos un premio extra, pues era el mejor, seg¨²n todo el resto del jurado.
El personaje central de aquel film, due?o de un bar, hab¨ªa sido antes un marino, que, al saber que ten¨ªa un c¨¢ncer, eligi¨®, de acuerdo con su esposa y su m¨¦dico, recurrir a la eutanasia. ?l y el m¨¦dico hac¨ªan la gesti¨®n ante el gobierno, que nombraba de inmediato a dos facultativos para que confirmaran su decisi¨®n y verificaran su enfermedad. Luego, informaban al sujeto de las formas que adoptar¨ªa aquella ceremonia. ?l tendr¨ªa el control hasta el ¨²ltimo momento. Creo que le pon¨ªan una inyecci¨®n, la que pod¨ªa cancelar de viva voz, o, si estaba desprovisto de ella, mediante un parpadeo o un movimiento del dedo ¨ªndice. Los dos m¨¦dicos deb¨ªan indicarle, a la vez, cu¨¢ndo aquella inyecci¨®n mortal se volv¨ªa ¡°irreversible¡±. Todo el acto transcurr¨ªa de este modo, con gran serenidad por parte del moribundo, sostenido de la mano por su esposa, que, ella s¨ª, temblaba y ten¨ªa los ojos arrasados por las l¨¢grimas.
Creo que ninguno de los jurados de aquel festival, cuando vimos el documental, sacamos de ¨¦l la menor nostalgia de la muerte. Por el contrario, la reacci¨®n de todos fue respirar m¨¢s tranquilos ¡ªsobre todo la ceremonia final nos hab¨ªa tenido con los nervios de punta¡ª y con un inmenso, indescriptible, entusiasmo por la vida, por el privilegio extraordinario que es estar vivos y saber que lo estaremos por algunos pocos o largos a?os m¨¢s. Qu¨¦ felicidad saber que la vida estaba all¨ª, a nuestro alrededor, y que lo estar¨ªa todav¨ªa por algunos o por muchos a?os, con sus comidas, bebidas, amistades, amores y lecturas, todo aquello que nos hace pasar los d¨ªas en paz o con exaltaciones que nos separan y alejan de la muerte, y nos vuelven insensibles a las solicitaciones y seducciones que puede tener la extinci¨®n para algunos contados semejantes. Que ellos existan no significa necesariamente que anden mal las cosas en este mundo, aunque para muchos esto sea una verdad. Pero es sabido que a los pa¨ªses m¨¢s adelantados de la tierra, como Suecia y Suiza, se les atribuye un n¨²mero de suicidios que supera al del resto de los pa¨ªses; nunca he sabido si estas estad¨ªsticas eran ciertas o m¨¢s bien resultado de la envidia, que opera tambi¨¦n en todos los ¨®rdenes de la vida social, incluso (iba a escribir sobre todo) en este campo, tan fracturado por las pol¨¦micas. El derecho a vivir no se ve amenazado por el derecho a morir, m¨¢s bien reforzado, porque no hay nada como la referencia de la muerte para apreciar las infinitas riquezas de la vida.
Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PA?S, SL, 2021.
? Mario Vargas Llosa, 2021.