Flipada
La ciudad reconvertida en anuncio tambi¨¦n me lleva al l¨ªmite entre la realidad y la ficci¨®n, y a c¨®mo ese l¨ªmite afecta al concepto de verdad
El otro d¨ªa sal¨ª a dar un paseo y sent¨ª que estaba dentro de La La Land o de Mouline Rouge, que es una peli que parece un anuncio de turrones a lo bestia, con espumill¨®n y fuegos artificiales, y siempre vuelve a la casa de mis recuerdos por Navidad¡ Yo miraba, desde el deslumbramiento m¨¢gico, como la ni?a del anuncio de un gran almac¨¦n que acaba encerrada en las p¨¢ginas de un libro m¨®vil, tridimensional y desplegable, dentro de una ciudad de azoteas y elfos. Pum. Las p¨¢ginas del libraco se cierran y la ni?a se queda dentro. Es una mosca aplastada por la fantas¨ªa. El pum me orient...
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El otro d¨ªa sal¨ª a dar un paseo y sent¨ª que estaba dentro de La La Land o de Mouline Rouge, que es una peli que parece un anuncio de turrones a lo bestia, con espumill¨®n y fuegos artificiales, y siempre vuelve a la casa de mis recuerdos por Navidad¡ Yo miraba, desde el deslumbramiento m¨¢gico, como la ni?a del anuncio de un gran almac¨¦n que acaba encerrada en las p¨¢ginas de un libro m¨®vil, tridimensional y desplegable, dentro de una ciudad de azoteas y elfos. Pum. Las p¨¢ginas del libraco se cierran y la ni?a se queda dentro. Es una mosca aplastada por la fantas¨ªa. El pum me orient¨®. Me acord¨¦ de que los reyes son los padres ¡ªlo sabe Felipe¡ª y yo no era Emma Stone ni Nicole Kidman: yo era una se?ora, que no sab¨ªa bailar claqu¨¦, y caminaba por una calle lind¨ªsima transformada en el anuncio de una productora. Farolas, bolardos, balcones, tiendas y vecindad. La raja de cielo, que separa las fachadas de la calle estrecha, se hab¨ªa transformado en alfombra de luz. La colorida ola le daba a la noche un aire irreal. Mi barrio es simulaci¨®n ¡ªen diferido¡ª de lo que fue.
La ciudad reconvertida en anuncio, en material persuasivo, en ficci¨®n publicitaria destinada a la venta de humo o telefon¨ªas ¡ª?recuerdan la estaci¨®n Vodafone Sol?¡ª, me llev¨® a reflexionar sobre lo general y lo particular: si toda la urbe es un anuncio no institucional, ?c¨®mo no va a ser privado todo lo que contiene? A su vez, lo privado es tan deseable como la materia de los sue?os de la publicidad. En un movimiento inverso a la ampliaci¨®n de espacios y servicios p¨²blicos ¡ªhabitados por gente con la mascarilla llena de mierda, pobras, gordos, disl¨¦xicas, viejos¡¡ª vivimos dentro de un spot: dermat¨®logos bell¨ªsimos nos curan los granos a trav¨¦s de videollamadas y, si te pinchan, no te sale sangre. Mientras, alas enteras de hospitales p¨²blicos se quedan vac¨ªas y a su personal se lo trata como ganado. Como soy de letras, la ciudad reconvertida en anuncio tambi¨¦n me lleva al l¨ªmite entre la realidad y la ficci¨®n, y a c¨®mo ese l¨ªmite afecta al concepto de verdad. A lo que queremos creer: nuestras ciudades son anuncio de colonias y pizzas ¡ªlos anuncios de pizzas son de un admirable costumbrismo¡ª mientras las colas de hambre alcanzan dimensiones vergonzosas; los feminicidios son cr¨®nica de sucesos y no violencia sist¨¦mica; en las televisiones, las psicofon¨ªas se tratan como material informativo de primera magnitud y a la informaci¨®n sobre el coronavirus se le da el tono espectacular de las psicofon¨ªas. Se producen dos efectos perniciosos: la ficcionalizaci¨®n de la pandemia ¡ª?ser¨¢ pandemia o ni?a de la curva?¡ª y la simult¨¢nea producci¨®n de un miedo inasumible contra el que la estrategia para resistir a menudo es no creer. M¨¢s tarde, mis primas me ponen unas gafas de realidad virtual. Y vuelo. Pero, como s¨¦ que mi vuelo es fantas¨ªa, si alg¨²n d¨ªa vuelo de verdad puede que no lo crea. Rajoy fue un iluminado en su mestizaje de lo falso y lo verdadero, en el uso de una f¨®rmula de desrealizaci¨®n caracter¨ªstica de la literatura merlinesca: ¡°Todo es falso, salvo alguna cosa que es cierta¡±. El t¨ªo, en su ir volviendo, la clav¨®. Rajoy, te recordamos. Hoy, al mirar las bombillitas de la calle, tengo un vah¨ªdo al ver c¨®mo mi propia mano se desmaterializa. Luego se me abre la boca y ya no la vuelvo a cerrar. Lo flipo.