Sobre hielo
La nieve anul¨® primero los sem¨¢foros y en medio de la inquina ideol¨®gica finalmente lleg¨® el hielo, y sin ser cisnes, ni siquiera ocas, atrap¨® a todos los pol¨ªticos por las patas
A las seis de la tarde del d¨ªa 8 de enero, seg¨²n se hab¨ªa anunciado, comenz¨® la gran nevada sobre Madrid. Los primeros copos fueron recibidos con esa alegr¨ªa convulsa que nos devuelve a la inocencia de la ni?ez. La nieve tiene un primer momento de belleza, tan pura pos¨¢ndose con un silencio de algod¨®n sobre los tejados, los ¨¢rboles, los setos. ¡°Mira, mam¨¢, ya est¨¢ cuajando, ya no se ven los coches¡± ¡ªgrita la ni?a con la nariz pegada al cristal escarchado de la ven...
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A las seis de la tarde del d¨ªa 8 de enero, seg¨²n se hab¨ªa anunciado, comenz¨® la gran nevada sobre Madrid. Los primeros copos fueron recibidos con esa alegr¨ªa convulsa que nos devuelve a la inocencia de la ni?ez. La nieve tiene un primer momento de belleza, tan pura pos¨¢ndose con un silencio de algod¨®n sobre los tejados, los ¨¢rboles, los setos. ¡°Mira, mam¨¢, ya est¨¢ cuajando, ya no se ven los coches¡± ¡ªgrita la ni?a con la nariz pegada al cristal escarchado de la ventana¡ª. Siempre he cre¨ªdo que la belleza de la nieve lleva dentro una maldici¨®n. Se extiende sobre palacios y chabolas como una sola mortaja blanca que, al parecer, a todos nos iguala. Nada tan bello como contemplar en los mares b¨¢lticos a los cisnes deslizarse sobre las aguas. Pero un d¨ªa llega de repente el hielo y los atrapa por las patas; ellos baten las alas con un esfuerzo denodado para librarse de ese cepo, pero al final se quedan sin fuerzas y mueren. Les sucede lo mismo a las gaviotas, a los patos y tambi¨¦n a algunos pol¨ªticos. Antes de que llegara la noche, la primera capa de nieve ya hab¨ªa cubierto los sem¨¢foros, de forma que Madrid se convirti¨® en una ciudad sin ley. No es posible ser libre sin sem¨¢foros, pero el m¨¢s importante no es ese que est¨¢ colocado en las esquinas, sino el propio sem¨¢foro que cada ciudadano lleva incorporado en el h¨ªgado. Unos se sienten muy c¨®modos detenidos ante el rojo, proclives a prohibirlo todo. Otros m¨¢s ingenuos creen que cualquier novedad tiene un color verde que les permite seguir siempre adelante. El amarillo es propio de los que dudan, de los precavidos, de los equidistantes. Es imposible la convivencia sin combinar esos tres colores, pero la nieve anul¨® primero los sem¨¢foros y en medio de la inquina ideol¨®gica finalmente lleg¨® el hielo, y sin ser cisnes, ni siquiera ocas, atrap¨® a todos los pol¨ªticos por las patas.