Phillips 66
La dictadura de Nicol¨¢s Maduro no ha podido ni podr¨¢ zafarse de la demanda de ConocoPhillips tras la expropiaci¨®n de 2007
Frank Phillips naci¨® en 1873, en Scotia, Nebraska, un ¡°pueblo de un solo caballo¡±, como ¨¦l mismo dir¨ªa luego.
Fue uno de los diez hijos de Lucinda y Lewis Phillips, un pobret¨®n juez de condado. Cuando Frank cumpli¨® un a?o, su padre mud¨® la familia al vecino Estado de Iowa, donde hab¨ªa comprado una granjita. Cuando ten¨ªa ocho a?os, Frank ya recolectaba patatas en las granjas vecinas y le pagaban 10 centavos de d¨®lar al d¨ªa.
A los 16, Frank se hizo aceptar como aprendiz en la ¨²nica barber¨ªa de Creston, una poblaci¨®n vecina. A los 26, Frank era ya due?o de las tres barber¨ªas del lug...
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Frank Phillips naci¨® en 1873, en Scotia, Nebraska, un ¡°pueblo de un solo caballo¡±, como ¨¦l mismo dir¨ªa luego.
Fue uno de los diez hijos de Lucinda y Lewis Phillips, un pobret¨®n juez de condado. Cuando Frank cumpli¨® un a?o, su padre mud¨® la familia al vecino Estado de Iowa, donde hab¨ªa comprado una granjita. Cuando ten¨ªa ocho a?os, Frank ya recolectaba patatas en las granjas vecinas y le pagaban 10 centavos de d¨®lar al d¨ªa.
A los 16, Frank se hizo aceptar como aprendiz en la ¨²nica barber¨ªa de Creston, una poblaci¨®n vecina. A los 26, Frank era ya due?o de las tres barber¨ªas del lugar. La mejor y m¨¢s bonita de ellas funcionaba en el s¨®tano de un banco.
El due?o del banco, el se?or John Gibson, sol¨ªa hacerse cortar el pelo y rasurarse en la barber¨ªa de Frank. M¨ªster Gibson valor¨® el esp¨ªritu emprendedor de su barbero parlanch¨ªn y lo invit¨® a trabajar para ¨¦l en su agencia de bolsa.
Sin descuidar ni un solo d¨ªa su red de barber¨ªas, Frank prosper¨® como corredor de bolsa. Llegado el momento, el se?or Gibson no tuvo reparo en que Frank se casara con Jane, su hija. Un d¨ªa de 1903, viajando en el tren, de vuelta a casa desde Chicago, Frank oy¨® hablar del boom petrolero que estremec¨ªa a Oklahoma, por entonces territorio indio.
Frank hizo entonces algunos viajes a la regi¨®n y al regreso convenci¨® a su hermano Lee de probar suerte en el negocio de encontrar petr¨®leo en Oklahoma. Su suegro, el se?or Gibson, los ayud¨® a fundar una compa?¨ªa, la Anchor Oil & Gas Co.
En un rastrojo de una pradera, territorio ancestral de la naci¨®n Osage, afamada por ser sus guerreros varones de elevada estatura, hab¨ªa ya surgido un poblacho de aluvi¨®n llamado Bartlesville. A pocas millas de all¨ª, los perforadores contratados por los hermanos Phillips dieron con petr¨®leo en una parcela comprada poco antes a precio de gallina flaca.
Se trataba de un wildcat, un gato salvaje, que es como los petroleros de entonces dieron en llamar los pozos hallados al buen tunt¨²n, a menudo contra toda l¨®gica de las ciencias de la tierra. No todo wildcat resulta productivo, pero aquel s¨ª lo era y en grado superlativo: el gordo de la loter¨ªa, ni m¨¢s ni menos.
En aquel tiempo, la gente como los hermanos Phillips no ten¨ªa en mucho a los ge¨®logos petroleros salidos de la Universidad de Stanford; se fiaban m¨¢s de la rabdomancia y la buena suerte, Oil is where you find it¡ª¡±el petr¨®leo est¨¢ donde das con ¨¦l¡±¡ª, sol¨ªa decir Harry Sinclair, el fundador de la petrolera que lleva su nombre.
Poco tiempo m¨¢s tarde, los dos hermanos vendieron la concesi¨®n por 100.000 d¨®lares con los que fundaron la Phillips Petroleum Co., la empresa para la que, d¨¦cadas m¨¢s tarde, trabaj¨® mi viejo en el oriente de Venezuela. Todav¨ªa conservo su encendedor con el sellito rojinegro de Phillips 66, la gasolina estrella.
Si alguna vez, lector, tus asuntos te llevasen a Oklahoma City, no dejes de visitar The Spudder¡ªen jerga, ¡°mesa de perforaci¨®n¡±¡ª, el restor¨¢n de carne favorito de los petroleros. Est¨¢ decorado con fotos y toda clase de memorabilia que, yendo hacia atr¨¢s, alcanza el tiempo de los Phillips. Todo muy ¨¦pico y bastante cursil¨®n, la verdad, a la manera de Gigante, el film de George Stevens.
Con todo, el arrojo especulativo que ambos hermanos demostraron no habr¨ªa tenido ¨¦xito si las leyes de su pa¨ªs reservasen al Estado las riquezas del subsuelo. Es solo una de las razones por las que Lagos, Nigeria o Caracas, Venezuela no se parecen a Houston, Texas.
En 2002, la Conoco Inc. se fundi¨® con la Phillips en la ConocoPhilips, la misma cuyos activos en Venezuela expropi¨® tonantemente el comandante Hugo Ch¨¢vez en 2007. Fue otro de sus arrebatos redistributivos, propios de un chafarote lleno de ideas zombis.
Hace dos a?os un tribunal del Centro Internacional de Arreglos Atinentes a Inversiones (CIADI) otorg¨® m¨¢s de 8.700 millones de d¨®lares (m¨¢s intereses) a ConocoPhillips por la expropiaci¨®n il¨ªcita, por parte de Venezuela, de sus inversiones en el sector petrolero. La dictadura de Nicol¨¢s Maduro no ha podido ni podr¨¢ zafarse de esa demanda.
Inapiadable, ConocoPhillips est¨¢ en cola de acreedores para recuperar lo que pueda del remate judicial que pende sobre CITGO, el gigante petroqu¨ªmico estadounidense, verdadera joya de la corona de los activos de Petr¨®leos de Venezuela.
Los analistas de riesgo dan por cierto que, tarde o temprano, la Administraci¨®n Biden suspender¨¢ la provisi¨®n ejecutiva que, en apoyo de Juan Guaid¨®, Donald Trump ejerci¨® suspendiendo indefinidamente las acciones judiciales contra CITGO.
Venezuela habr¨¢ perdido entonces su m¨¢s valioso activo y el relato de c¨®mo ello ha sido posible en tan solo veinte a?os ser¨¢ otro de los papeles p¨®stumos de un petroestado en bancarrota.