Justicia para Floyd
La lucha contra el racismo da un paso en Estados Unidos al sentar en el banquillo a un polic¨ªa blanco
La herida racial que a¨²n sangra abiertamente en EE UU tiene una oportunidad de hallar cierta reparaci¨®n en el juicio que ha arrancado esta semana en Minneapolis contra Derek Chauvin, el polic¨ªa blanco acusado del asesinato del ciudadano negro George Floyd, que expir¨® tras 8 minutos y 46 segundos de presi¨®n en el cuello bajo la rodilla del agente. Aquel crimen que conmocion¨® al pa¨ªs el 25 de mayo, que ...
La herida racial que a¨²n sangra abiertamente en EE UU tiene una oportunidad de hallar cierta reparaci¨®n en el juicio que ha arrancado esta semana en Minneapolis contra Derek Chauvin, el polic¨ªa blanco acusado del asesinato del ciudadano negro George Floyd, que expir¨® tras 8 minutos y 46 segundos de presi¨®n en el cuello bajo la rodilla del agente. Aquel crimen que conmocion¨® al pa¨ªs el 25 de mayo, que desat¨® una oleada de protestas contra la discriminaci¨®n y el maltrato que a¨²n sufre la poblaci¨®n negra y que se contagi¨® a otros pa¨ªses a pesar de las restricciones de la pandemia, llega al banquillo en un entorno pol¨ªtico muy diferente, pero con una combatividad legitimada por las im¨¢genes de la agon¨ªa y crueldad que pudo ver todo el mundo. El v¨ªdeo en el que se ve a Floyd clamando 27 veces que no puede respirar abri¨® el lunes la primera vista y ser¨¢ clave en la determinaci¨®n de la culpabilidad.
Donald Trump, presidente en el momento del crimen, intent¨® reprimir las protestas y convirti¨® la indignaci¨®n materializada en el movimiento Black Lives Matter en un dilema simplista entre la ley y el orden ¡ªsupuestamente representados por ¨¦l y las fuerzas de seguridad llamadas a reprimir las protestas¡ª o el caos y el vandalismo. Aquel estilo fracas¨® en las urnas y hoy es otro presidente quien habita en la Casa Blanca, m¨¢s comprometido con la causa racial, y quien tiene la responsabilidad de combatir la situaci¨®n de fondo. Floyd quedar¨¢ sin duda en la memoria como un icono del cambio necesario, m¨¢s all¨¢ de su condici¨®n de v¨ªctima, para que se haga realidad lo que proclam¨® su hija de seis a?os tras su muerte: ¡°Pap¨¢ cambi¨® el mundo¡±.
Pero la profundidad de esa herida racial impide ser optimistas en el terreno real. La brutalidad policial contra la minor¨ªa negra es cotidiana (los afroamericanos tienen 2,5 veces m¨¢s posibilidades de ser v¨ªctimas de ella que los blancos) y la desigualdad ha quedado de manifiesto durante la pandemia, con un nivel mayor de contagios y letalidad ante las peores condiciones de vida o la escasez de recursos para los seguros privados. El patrimonio familiar medio de una familia blanca es siete veces mayor al de una familia negra; aunque el nivel educativo ha mejorado considerablemente desde los a?os sesenta, el 25% tiene cuatro a?os de estudios universitarios frente a m¨¢s del 35% de los blancos; el salario promedio en hogares negros es un 60% del promedio de los blancos; y el desempleo de afroamericanos es del 16,8% frente al 12,4% de los blancos, por citar algunas cifras. En este contexto se dirime la capacidad de Estados Unidos de hacer justicia para Floyd, de condenar con las pruebas adecuadas a un polic¨ªa blanco y, sobre todo, de trabajar para revertir esas desigualdades centenarias que no tienen excusa alguna para continuar.