Por si acaso
El papel que me pidi¨® que le leyera no se trataba de la lista de la compra, como el viejo cre¨ªa, sino de una carta de despedida
En la cola de la fruter¨ªa se me acerc¨® un hombre muy mayor que, mostr¨¢ndome un papel, me pidi¨® que se lo leyera al frutero. ¡°Cada d¨ªa entiendo peor la letra de mi mujer¡±, se justific¨®. La letra era, en efecto, un poco endiablada, aunque lo malo es que no se trataba de la lista de la compra, como el viejo cre¨ªa, sino de una carta de despedida. Tras el ¡°querido Ram¨®n¡± de rigor, la esposa le informaba de que hab¨ªa decidido irse a Benidorm con su primo hermano Ra¨²l, del que ¡°como sabes, siempre he andado un poco colgada¡±. Tras una serie de consideraciones de orden sentimental muy breves, terminaba...
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En la cola de la fruter¨ªa se me acerc¨® un hombre muy mayor que, mostr¨¢ndome un papel, me pidi¨® que se lo leyera al frutero. ¡°Cada d¨ªa entiendo peor la letra de mi mujer¡±, se justific¨®. La letra era, en efecto, un poco endiablada, aunque lo malo es que no se trataba de la lista de la compra, como el viejo cre¨ªa, sino de una carta de despedida. Tras el ¡°querido Ram¨®n¡± de rigor, la esposa le informaba de que hab¨ªa decidido irse a Benidorm con su primo hermano Ra¨²l, del que ¡°como sabes, siempre he andado un poco colgada¡±. Tras una serie de consideraciones de orden sentimental muy breves, terminaba la misiva con un ¡°no me esperes despierto¡± que me pareci¨® un rasgo de humor negro. A esa edad equival¨ªa a un ¡°no me esperes vivo¡±.
Me dio apuro revelar el verdadero contenido del papel al hombre, de modo que decid¨ª improvisar una compra: ¡°Ponga seis tomates¡±, indiqu¨¦ al frutero. ¡°Seis, no; con dos, vale, que se nos pudren¡±, corrigi¨® el anciano. Tras la fruter¨ªa fuimos a la pescader¨ªa, donde ped¨ª dos trozos de salm¨®n fresco, lo que extra?¨® al viejo pues jam¨¢s, me dijo, probaban ese pescado. Poco a poco, a medida que pas¨¢bamos de un puesto a otro, iba d¨¢ndose cuenta de que aquella lista de la compra no estaba hecha por su mujer. ¡°Tenemos unas rutinas digestivas muy asentadas¡±, me explic¨®, ¡°no entiendo qu¨¦ le ha pasado a Rosa¡±. ¡°Las rutinas digestivas¡±, dije yo por a?adir algo, ¡°no son buenas: al est¨®mago hay que proporcionarle variedad¡±.
Finalizada la compra, le devolv¨ª la carta, que dobl¨® en cuatro y se guard¨® en el bolsillo mientras se alejaba a pasos lentos hacia la puerta del mercado. Una vez solo, fui a sacar mi propia lista para llevar a cabo mi compra, pero decid¨ª hacerla de memoria, no fuera a ser que.