Ensuciarse
Existe el riesgo de que alienemos a las generaciones m¨¢s j¨®venes del mundo salvaje, justo cuando m¨¢s necesario ser¨ªa que establecieran una conexi¨®n emocional con ¨¦l
En estos tiempos tendentes a la asepsia, conviene recordar que nuestro concepto y relaci¨®n con la suciedad son el resultado de un determinado contexto social, cultural e hist¨®rico. En una reciente entrevista, el medi¨¢tico conservacionista brit¨¢nico Chris Packham se dec¨ªa sobrecogido al ver las enormes cantidades de gel hidroalcoh¨®lico que se esparcen sobre las manos de ni?os y j¨®venes tras tocar un renacuajo. ¡°Eso es enviar un mensaje equivocado, pues el cosquilleo de un renacuajo en la palma de una mano puede encender una chispa que podr¨ªa arder para toda la vida, un amor por la vida salvaje; y, que yo sepa, un renacuajo no es t¨®xico¡±. Para Packham, los m¨¢s j¨®venes son por definici¨®n curiosos y ¡°tenemos que dejarles ejercitar esa curiosidad, transmiti¨¦ndoles que un gusano, un caracol o lo que sea que encuentren no est¨¢ sucio; es pegajoso, pero eso no significa que est¨¦ sucio¡±.
En su cl¨¢sico estudio Pureza y peligro, la antrop¨®loga Mary Douglas analiza el significado de la suciedad en t¨¦rminos de orden y desorden. En cada sociedad, ¡°la suciedad atenta contra el orden; eliminarla no es un movimiento negativo, sino un esfuerzo positivo para organizar el entorno.¡± La distinci¨®n entre pureza e impureza se convierte as¨ª en el eje vertebrador de numerosas culturas, a menudo con el cuerpo humano como protagonista. Sucede en aquellas ¡°creencias que simbolizan el cuerpo como un recipiente imperfecto que solo ser¨¢ perfecto si logra hacerse impermeable¡±. De alg¨²n modo, es lo que buscamos hoy cuando nos desinfectamos las manos o portamos mascarilla, que ning¨²n elemento penetre o salga de nuestro organismo. Llevado al extremo, en este orden, no s¨®lo todo lo que nuestro cuerpo segrega es potencialmente sucio, sino que todo aquello que est¨¢ fuera de nosotros tambi¨¦n es susceptible de serlo ¡ªdesde la mano ajena hasta el polvo que pisamos, pero tambi¨¦n el renacuajo que hallamos en una charca¡ª. De ah¨ª la necesidad de suprimir inmediatamente su rastro de nuestras manos y cuerpo.
Siguiendo el razonamiento de Packham, en este orden, existe el riesgo de que alienemos a las generaciones m¨¢s j¨®venes del mundo salvaje, justo cuando m¨¢s necesario ser¨ªa que establecieran una conexi¨®n emocional con ¨¦l, esencial para su implicaci¨®n en la defensa del bienestar y equilibrio de nuestro planeta. Tengamos, pues, presente que la suciedad es un invento humano sobre el que podemos incidir en todo momento.
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