Aquellas revistas de monaguillos en pelotas
Lo escandaloso de la Iglesia no es un obispo enamorado, sino el celibato forzado, la pederastia que se ha alojado en sus entra?as y el machismo que pervive sin que nadie se escandalice
Sorprende el esc¨¢ndalo que se ha liado con la fuga del obispo de Solsona, cuando lo que deber¨ªa sorprender es la escandalosa realidad de la Iglesia cat¨®lica. Veamos.
Esta sociedad nuestra que tanto se asusta de la situaci¨®n de las mujeres en Afganist¨¢n, de c¨®mo los barbudos institucionalizan su separaci¨®n de los hombres en la escuela si es que l...
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Sorprende el esc¨¢ndalo que se ha liado con la fuga del obispo de Solsona, cuando lo que deber¨ªa sorprender es la escandalosa realidad de la Iglesia cat¨®lica. Veamos.
Esta sociedad nuestra que tanto se asusta de la situaci¨®n de las mujeres en Afganist¨¢n, de c¨®mo los barbudos institucionalizan su separaci¨®n de los hombres en la escuela si es que las dejan estudiar; su vestimenta anuladora; su desigualdad rampante; su sumisi¨®n y sometimiento a los dictados de sus padres, maridos o hermanos. Esta sociedad, decimos, que tanto se asusta de aquello no suele asustarse sin embargo de una realidad m¨¢s cercana y es el r¨¦gimen medieval en el que la Iglesia cat¨®lica sit¨²a a las mujeres.
Vestidas con la toca que esconde cabellos que alg¨²n d¨ªa fueron hermosos, las religiosas barren y limpian modositamente el territorio en el que ellos, los religiosos, han elegido papas, han transformado una oblea en cuerpo de Cristo y han impartido sacramentos cual depositarios de un poder que al parecer solo ellos est¨¢n capacitados para ejercer. Hasta en la Edad Media hubo reinas a pesar de la milenaria cultura patriarcal.
Las mujeres que han consagrado su vida a la Iglesia triplican de sobra a los hombres: en Espa?a hay 3.322 comunidades femeninas (28.323 religiosas en total) y 1.319 masculinas (8.963 religiosos), seg¨²n datos de la Conferencia Episcopal. ?Se imaginan lo que podr¨ªa hacer la Iglesia con tanta energ¨ªa, con tanta vocaci¨®n? Y sin embargo a¨²n son solo ellos quienes pueden ejercer el sacerdocio. Y si a ellas les han ido concediendo m¨¢s papel ha sido ¨²nicamente cuando faltan los preciados hombres. Sin impartir sacramentos, faltar¨ªa m¨¢s, no vaya a asomar el diablo.
Hubo un gag fabuloso de Faemino y Cansado que sigue vivito y coleando en la red. En un s¨ªnodo de obispos (sic), ¨¦stos se pelean por defender a sus referentes ¡ª?San Mateo! ?San Juan! ?San Cosme! ?San Dami¨¢n!, como si de equipos de f¨²tbol se tratara¡ª, cuando surge la idea de ir a Roma a pedir al Papa un cardenal para Espa?a. El arzobispo acude presto al Vaticano y Su Santidad le hace esperar en la Capilla Sixtina, donde se dedica a ¡°ojear revistas de monaguillos en pelotas¡± mientras unos ¡°muchachos, diablillos¡± encalan los techos. Total, vienen a decir, el tal Miguel ?ngel no ser¨ªa tan importante, si no nos acordamos del apellido. Y el arzobispo, por resumir, acaba recibiendo un cardenal, pero en el f¨¦mur. ¡°Eso es un golpe, pero ma?ana es un cardenal¡±, le dicen. V¨¦anlo.
En fin. Lo escandaloso de la Iglesia no es un obispo enamorado, sino el celibato forzado, la pederastia que se ha alojado en sus entra?as; y el machismo institucional y medieval que pervive sin que nadie se escandalice. Un gran cardenal, m¨¢s duradero que el golpe, que sigue da?ando esta sociedad.