Las brasas del 11-S
Veinte a?os de ¡°guerra¡± contra el integrismo militarizado no s¨®lo han pesado en el campo de batalla, tambi¨¦n han generado graves restricciones de los derechos y libertades en Occidente
La derrota norteamericana en Afganist¨¢n, tan importante como la de 1975 en Vietnam y la de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1989, tendr¨¢, incluso si los Talibanes no lo quieren, consecuencias pol¨ªticas, estrat¨¦gicas y culturales de largo alcance. Fortalecer¨¢ el mesianismo de los movimientos armados integristas por doquier. Sorprende, en este dram¨¢tico contex...
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La derrota norteamericana en Afganist¨¢n, tan importante como la de 1975 en Vietnam y la de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1989, tendr¨¢, incluso si los Talibanes no lo quieren, consecuencias pol¨ªticas, estrat¨¦gicas y culturales de largo alcance. Fortalecer¨¢ el mesianismo de los movimientos armados integristas por doquier. Sorprende, en este dram¨¢tico contexto, el sonoro silencio de los ¡°estrategas¡± oficiales occidentales, que se muestran incapaces de sacar lecciones de 20 a?os de intervenciones militares masivas y costosas contra el islamismo insurgente; una ceguera tanto intelectual como pol¨ªtica frente al etiquetado de un enemigo que no llega a desaparecer, pese a toneladas de informes y estudios y a la reiteraci¨®n de m¨¦todos de guerra que lo refuerzan, en vez de erradicarlo.
La OTAN, veh¨ªculo de esta guerra, est¨¢ muda, ¡°descerebrada¡±, como proclama con desd¨¦n el presidente franc¨¦s Emmanuel Macron; la UE, aunque vinculada hist¨®ricamente a las regiones en ebullici¨®n, sigue ausente, sin renovar intelectualmente su visi¨®n del contexto, limit¨¢ndose a seguir los vac¨ªos enfoques de los expertos norteamericanos sobre el mundo isl¨¢mico.
As¨ª, no se ha reconocido abiertamente que a?os de intervenci¨®n en ?frica tampoco han servido; pese al compromiso militar de Francia, el continente est¨¢ en v¨ªa de ruptura de continuidad territorial estatal entre Norte y Sur; los islamistas reinan, aprovechando la industria de las migraciones y el negocio de las drogas, desde el sur de Mauritania hasta Somalia. En el N¨ªger y en Mali, la amenaza es seria; del otro lado, el sureste africano est¨¢ sometido a ofensivas sistem¨¢ticas de los grupos yihadistas.
En definitiva, en lugar de analizar, entender y actuar sobre las causas del desaf¨ªo terrorista, la comunidad occidental a?ade dosis de violencia y crispaci¨®n sobre pa¨ªses en guerra civil interna, debilitando las escasas capas democr¨¢ticas, que huyen tr¨¢gicamente hoy de Afganist¨¢n, y brindando a los integristas el papel de la liberaci¨®n nacional. ?Tal vez las fuerzas occidentales pensaron que las poblaciones las acoger¨ªan como sus libertadoras y no como nuevos ocupantes?
20 a?os de ¡°guerra¡± contra el integrismo militarizado no s¨®lo han pesado en el campo de batalla, tambi¨¦n han generado graves restricciones de los derechos y libertades en Occidente, no conocidas desde la Segunda Guerra mundial, y un peligroso sistema de vigilancia global externalizado en empresas privadas multinacionales.
Es urgente reorientar la mirada sobre la crisis identitaria del mundo isl¨¢mico y el significado en su seno del reto integrista, postulado que tendr¨ªa que haber sido la principal lecci¨®n del 11-S, y no estrictamente el ejercicio de la leg¨ªtima defensa. La respuesta global estriba, tras el rotundo fracaso de la ocupaci¨®n de Afganist¨¢n, en la restituci¨®n del derecho internacional malogrado desde 2001, en la ayuda al desarrollo econ¨®mico de Oriente Medio y de ?frica y en el apoyo, desde la pol¨ªtica y no el l¨¦xico de los bombardeos, a las fuerzas que luchan para construir Estados de derecho en sus respectivos pa¨ªses. Es urgente entender que no podemos estar condenados a vivir 100 a?os sobre las brasas del 11-S.