La declaraci¨®n de Arnaldo Otegi
No est¨¢ acabado en el Pa¨ªs Vasco el proceso de duelo por el terrorismo de ETA, pero ha calado la conciencia democr¨¢tica de su tr¨¢gico error
La gesti¨®n del pasado traum¨¢tico es una tarea siempre pendiente en las sociedades democr¨¢ticas: no tiene fin ni llega nunca el momento de una cancelaci¨®n plena. Solo muy lentamente aprendi¨® la sociedad espa?ola a hacerlo con el ciclo m¨¢s destructivo de su historia contempor¨¢nea ¡ªla Guerra Civil, el exilio y el franquismo¡ª. De forma a¨²n m¨¢s reciente se ha enfrentado a la comprensi¨®n integral del terror que ha significado...
La gesti¨®n del pasado traum¨¢tico es una tarea siempre pendiente en las sociedades democr¨¢ticas: no tiene fin ni llega nunca el momento de una cancelaci¨®n plena. Solo muy lentamente aprendi¨® la sociedad espa?ola a hacerlo con el ciclo m¨¢s destructivo de su historia contempor¨¢nea ¡ªla Guerra Civil, el exilio y el franquismo¡ª. De forma a¨²n m¨¢s reciente se ha enfrentado a la comprensi¨®n integral del terror que ha significado la vida bajo ETA. Ning¨²n proceso de duelo colectivo ante m¨¢s de 850 muertos y miles de v¨ªctimas puede realizarse en lapsos breves de tiempo. Tampoco ninguna declaraci¨®n pol¨ªtica, por solemne que sea, va a borrar el dolor causado en cada una de las familias sobre las que cay¨® la bomba, el tiro en la nuca, el secuestro o la extorsi¨®n.
Hoy la realidad es otra y la vida en el Pa¨ªs Vasco ha conquistado una forma de civilidad que no tuvo desde la Guerra Civil, ni bajo el franquismo ni bajo la era de ETA. A veces el contraste entre esas nuevas condiciones de vida y la agitaci¨®n vociferante de la pol¨ªtica parece quebrar esa seguridad en el sistema democr¨¢tico y la convivencia, m¨¢s all¨¢ de la evidencia de un pasado que nunca acaba de pasar del todo. El olvido selectivo es parte de la dieta que las sociedades se administran a s¨ª mismas ante el dolor insoportable, pero la cercan¨ªa cronol¨®gica del terror dificulta todav¨ªa gravemente esa gesti¨®n paliativa. Hoy el olvido parcial y benefactor es parte de la nueva condici¨®n civil del Pa¨ªs Vasco, pero no se puede convertir ese olvido terap¨¦utico inicial en un borrado del pasado, ni se debe tolerar su manipulaci¨®n presentista o la deformaci¨®n blanqueadora de lo que fue tanto el terrorismo de ETA como la lucha contra el terror. El Pa¨ªs Vasco ha empezado a suturar heridas e incluso a sumergirse en aquel pasado con un coraje moral que ha roto la espiral del silencio. Lo ha hecho con novelas de un ¨¦xito comercial ins¨®lito, con adaptaciones cinematogr¨¢ficas muy seguidas, con pel¨ªculas que regresan sin miedo a un tiempo tapado o deformado, y buena parte de ellas son teselas necesarias en la construcci¨®n de una nueva convivencia.
La declaraci¨®n que ley¨® Arnaldo Otegi el lunes pasado, en el mismo palacio de Aiete en el que se anunci¨® el fin de ETA, conten¨ªa una novedad rotunda, cre¨ªble y clarificadora sobre la visi¨®n que el entorno m¨¢s cercano a ETA ha interiorizado 10 a?os despu¨¦s de su desaparici¨®n. No es poco tiempo una d¨¦cada, pero fue el expresidente Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, responsable ¨²ltimo de activar el final de la banda, quien explic¨® el domingo que en la izquierda abertzale ¡°necesitan tiempo¡± para elaborar una autocr¨ªtica que ¡°debe surgir de ellos como lo hicieron en el fin de ETA¡±. Tres a?os atr¨¢s, la misma banda reconoci¨® el da?o causado a v¨ªctimas que fueron ¡°ciudadanos y ciudadanas sin responsabilidad en el conflicto¡±. Esa cruel discriminaci¨®n en el dolor merecido o no merecido dej¨® paso el lunes a la identificaci¨®n de una responsabilidad a otra escala moral.
Otegi evoc¨® de forma rutinaria a ¡°todas las v¨ªctimas¡±, pero por primera vez rompi¨® el guion y destac¨® de forma ¡°especial¡± a las ¡°v¨ªctimas de la violencia de ETA¡±, sin ambig¨¹edades nominativas y como pr¨®logo a un triple y amargo reconocimiento: el error irreparable de haber causado un da?o ¡°que nunca deber¨ªa haberse producido¡±, la insatisfacci¨®n actual por que ¡°aquello sucediera¡± y el reconocimiento de una lentitud culpable en terminar con la actividad armada porque ¡°deber¨ªamos haber llegado antes¡± a esa decisi¨®n. En efecto, ¡°nada de lo que digamos puede deshacer el da?o causado¡±. Ni antes ni despu¨¦s de aquella decisi¨®n.
La tasaci¨®n del dolor de las v¨ªctimas no es el terreno en el que la autoridad de Otegi pueda sentirse m¨¢s segura. Asociaciones de v¨ªctimas, partidos pol¨ªticos y el Gobierno han echado en falta el perd¨®n debido a que Otegi no sabe todav¨ªa c¨®mo administrar para culminar la pacificaci¨®n ¨ªntima de la sociedad vasca. Su discurso lo excluy¨® mientras asum¨ªa el error y la derrota de un ideario sangriento.
Tampoco contribuye a mitigar el da?o que ha dejado la historia de ETA una derecha pol¨ªtica que deval¨²a cada conquista de la democracia, como lo es la confesi¨®n de los errores cometidos. La instrumentalizaci¨®n descarnada del apoyo de Bildu a los Presupuestos socialistas traslada al Gobierno una mancha moral que no le pertenece y enturbia la decisi¨®n pol¨ªtica m¨¢s vital ¡ªporque nos iba la vida en ello¡ª de los ¨²ltimos a?os en el Pa¨ªs Vasco: el compromiso de Bildu de acatar el sistema democr¨¢tico. Subrayarlo no supone darles las gracias por dejar de matar, bien al contrario, hay que exigirles completar el camino suspendiendo los homenajes a los presos de ETA excarcelados con condenas cumplidas. Esa inhumanidad residual, incluso en la parte de la sociedad que respald¨® la acci¨®n violenta en el pasado, expresa de forma lacerante que la vida ha vuelto a ser vida en el Pa¨ªs Vasco, pero no han terminado ni el duelo ni la gesti¨®n colectiva del dolor y la violencia.