El Nuevo Testamento
El presidente de M¨¦xico dej¨® un ¡°testamento pol¨ªtico¡± por si tuviera que dejar la silla antes de hora, un reflejo m¨¢s de su obsesi¨®n anti-institucional.
Resulta cuando menos curiosa la obsesi¨®n anti-institucional de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador. Qu¨¦ ruda paradoja: el mandatario constitucional de este pa¨ªs parece al¨¦rgico a seguir los procedimientos reglamentarios en cualquier rubro que se pueda uno imaginar. Y pensemos en algunos ejemplos concretos, porque abundan. No le gusta el INE, ente encargado de organizar las elecciones y ...
Resulta cuando menos curiosa la obsesi¨®n anti-institucional de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador. Qu¨¦ ruda paradoja: el mandatario constitucional de este pa¨ªs parece al¨¦rgico a seguir los procedimientos reglamentarios en cualquier rubro que se pueda uno imaginar. Y pensemos en algunos ejemplos concretos, porque abundan. No le gusta el INE, ente encargado de organizar las elecciones y contar los votos seg¨²n la ley. Y no solo ha sido cr¨ªtico y hasta amenazante con el instituto, sino que a¨²n se devana los sesos en el intento de poncharlo y devolverle la autoridad electoral al gobierno, justo como ocurr¨ªa en los tiempos del PRI.
Pero hay m¨¢s muestras de ese talante. Otra, clar¨ªsima: al presidente le sacan ronchas los organismos aut¨®nomos y no ve la hora de ponerles fin. Le molesta que nuestra arquitectura legal incluya contrapesos a su poder. Pero no todo, en este tema, se trata de grandes contiendas de dise?o democr¨¢tico. No: incluso algo tan sencillo como la disposici¨®n sanitaria universal de usar cubrebocas parece demasiado ante sus ¨ªmpetus de hacer lo que le pegue la gana. Aunque el precio de no utilizarlo sea haber contra¨ªdo covid-19 dos veces ya. Al diablo con sus instituciones, dijo hace a?os el candidato L¨®pez Obrador, cuando quer¨ªan desaforarlo por ignorar un amparo siendo jefe de Gobierno de la CDMX. Y el presidente, d¨ªa tras d¨ªa, no hace sino remachar aquellas viejas palabras suyas¡ Pero ahora, con el volante de las instituciones entre las manos, el resultado es bastante surrealista.
Qu¨¦ mal le caen las leyes a L¨®pez Obrador. ?O por qu¨¦, si no, se tom¨® la molestia de informarnos que ha escrito un ¡°testamento pol¨ªtico¡± con toda clase de disposiciones para la Naci¨®n por si tuviera que dejar la silla antes de hora? Vaya idea exc¨¦ntrica. Si su salud estuviera tan mermada como para impedirle el ejercicio cotidiano del poder (el reciente cateterismo al que fue sometido puso el asunto en el reflector), pues la Constituci¨®n ya contiene la ruta cr¨ªtica legal sobre el modo en que debe proceder el Estado. Pero eso no cumple las expectativas de quien ocupa el ejecutivo, desde luego. Porque su voluntad, tal como piensa y expresa a la menor ocasi¨®n, est¨¢ por encima de las leyes. As¨ª que si algo llegara a sucederle al mandatario (y, por el bien y la estabilidad del pa¨ªs, esperemos que no), la Constituci¨®n podr¨¢ cantar misa, porque los incondicionales querr¨¢n que se abra el ¡°testamento pol¨ªtico¡± se acate como si lo hubieran bajado del monte Sina¨ª...
El problema de comprarse el discurso (por no llamarlo cuento) de que todas las leyes y disposiciones reglamentarias mexicanas son solo burocracia y que un poderoso bienintencionado hace bien en brinc¨¢rselas, si puede, es que la consecuencia puede ser que se desmantele el derecho sin que en su lugar se construya nada m¨¢s all¨¢ de la voluntad del ¡°bienhechor¡±. El sentido de las leyes es que las sociedades no se encuentren a la deriva, en espera de que los fuertes decidan respetar a quienes no lo son. Y el remedio, si no funcionan es reformarlas, no hacer como que no existen. Claro que los paleros del poder aplauden todas y cada una de las violaciones del marco legal, escud¨¢ndose en que ha habido, en la historia de la Humanidad, toda clase de leyes inhumanas o nocivas. Pero se olvidan de que la soluci¨®n ante ello es legislar con justicia y no abandonarse al capricho de un solo individuo ¡°redentor¡±.
Nadie sabe qu¨¦ nos depara el futuro pol¨ªtico. Pero, sea lo que sea, deber¨ªa estar previsto por la Constituci¨®n y las instituciones y no garrapateado en el ¡°testamento¡± de un se?or que siente, como aquel rey franc¨¦s, Luis XIV, que ¡°el Estado soy yo¡±.
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