Sin ley del mar
En los ¨²ltimos a?os se ha producido una enorme regresi¨®n sobre la obligaci¨®n de socorrer a las personas que se encuentran en embarcaciones en apuros. Un imperativo profundamente anclado en la conciencia de los hombres
El 13 de diciembre de 2013, publiqu¨¦ en este mismo diario una tribuna bajo el t¨ªtulo Dignidad y deshonor. El motivo era el juicio d¨ªas atr¨¢s en un tribunal de Paris a oficiales franceses de una misi¨®n naval internacional (de la que formaba parte la fragata espa?ola M¨¦ndez Nu?ez), llamada a paliar las consecuencias del conflicto en Libia. Los jueces elucidaban si los oficiales hab¨ªan infringido un art¨ªculo esencial de la Organizaci¨®n Mar¨ªtima Internacional que insta a ¡°acudir a toda m...
El 13 de diciembre de 2013, publiqu¨¦ en este mismo diario una tribuna bajo el t¨ªtulo Dignidad y deshonor. El motivo era el juicio d¨ªas atr¨¢s en un tribunal de Paris a oficiales franceses de una misi¨®n naval internacional (de la que formaba parte la fragata espa?ola M¨¦ndez Nu?ez), llamada a paliar las consecuencias del conflicto en Libia. Los jueces elucidaban si los oficiales hab¨ªan infringido un art¨ªculo esencial de la Organizaci¨®n Mar¨ªtima Internacional que insta a ¡°acudir a toda m¨¢quina en ayuda, cuando se reciba informaci¨®n de naufragio de la fuente que sea¡±. El nombre Unified Protector de la misi¨®n hac¨ªa aun m¨¢s ignominiosa la posibilidad de que se hubiera abandonado a su suerte una barca a la deriva. La insinuaci¨®n por parte de los demandantes de que el origen ¨¦tnico de los n¨¢ufragos habr¨ªa podido determinar la indiferencia de los encausados, constitu¨ªa obviamente una puesta en tela de juicio de su honorabilidad. De ah¨ª la satisfacci¨®n moral que debi¨® suponer para ellos el archivo (no sin pol¨¦mica) de la causa.
La raz¨®n de volver sobre este tema es la enorme regresi¨®n que al respecto ha tenido lugar en estos a?os. Desde luego es imprescindible no hacer amalgama. Concretamente en Espa?a, el Servicio de Salvamento Mar¨ªtimo ha rescatado a centenares de potenciales ahogados, desde las costas canarias hasta Baleares. Sin embargo, la violaci¨®n de la ley del mar, que en 1913 aun era indignante noticia, hoy simplemente es un hecho trivial por cotidiano, y toda referencia al honor de los responsables suena simplemente a anacronismo. Me limito a casos recientes.
En la noche del pasado 23 de noviembre, una lancha con 33 personas parte de Dunkerke y r¨¢pidamente hace aguas. La cr¨®nica (desgraciadamente cre¨ªble) del peri¨®dico La Voix du Nord era estremecedora: tras la respuesta francesa a sus mensajes diciendo que est¨¢n ya en aguas brit¨¢nicas, los desesperados pasajeros se dirigen a los responsables mar¨ªtimos brit¨¢nicos, quienes habr¨ªan respondido que era un asunto de Francia. Al menos 27 personas fallecieron.
En ocasiones no se incumple directamente el deber de socorro, sino que se evita que haya lugar al mismo. As¨ª en abril de 2021, tras un tr¨¢gico naufragio en aguas del Mediterr¨¢neo central, la organizaci¨®n francesa SOS M¨¦diterran¨¦e denunci¨® la escandalosa ausencia de fuerzas estatales de pa¨ªs alguno, sugiriendo que podr¨ªa haber voluntaria inhibici¨®n por parte de centro de coordinaci¨®n de alertas de Roma, que ni siquiera hab¨ªa dado la alarma. A veces la tragedia es consecuencia de algo que va m¨¢s all¨¢ del incumplimiento del deber de auxilio. El 4 de junio de 2020, guardias costeras de Turqu¨ªa y Grecia reciben una llamada de emergencia de la organizaci¨®n Alarm Phone, dando cuenta de que un fr¨¢gil bote se halla en aguas griegas. Cabr¨ªa esperar un nav¨ªo de rescate, que remolcara la barca o recogiera a los pasajeros. Lo que llega es un grupo enmascarado que inutiliza el motor del bote para evitar que se acerque a la costa.
Sabido es que ante la pasividad de los guardacostas gubernamentales, a menudo son organizaciones privadas las que proceden a un rescate, pero su acci¨®n se ve dificultada por prohibici¨®n de desembarcar. As¨ª ocurri¨® en Catania en marzo de 2018. Sin duda, dadas las dificultades de los pa¨ªses de acogida, no cabe usar guantes blancos a la hora de gestionar algo tan tremendo como es el flujo de embarcaciones con tripulantes que huyen de la indigencia, la guerra, la intolerancia o todo junto. Pero ello no obliga a tener las manos excesivamente sucias. Es simplemente escandaloso que las trabas por parte de ciertos Estados hagan que un simple pesquero que responde a la ley del mar, auxiliando a v¨ªctimas de naufragio, pueda verse acusado de complicidad con la inmigraci¨®n ilegal.
Por desgracia para la causa de la dignidad intr¨ªnseca de todos los seres humanos, no se dan hoy las condiciones sociales que permiten atender a normas no escritas que son inherentes a la idea misma de civilizaci¨®n. Pues la ley escrita de la Organizaci¨®n Mar¨ªtima Internacional no hace m¨¢s que recoger un imperativo profundamente anclado en la conciencia de los hombres. Y los grandes de la literatura universal se han hecho eco de lo ignominioso de la violaci¨®n de tal imperativo. En la tr¨¢gica narraci¨®n Moby Dick hay un momento tremendo. No dispuesto a perder un segundo en su obsesi¨®n por perseguir a Moby Dick, el protagonista, Ahab, desoye el ruego del capit¨¢n de otra nave para que le ayude en busca de n¨¢ufragos, entre los que cuenta su propio hijo. La respuesta es casi insoportable para el lector, que hasta entonces ha seguido con empat¨ªa el desgarrado desvar¨ªo de Ahab: ¡°Debo seguir mi camino Capit¨¢n Gardiner, Dios le bendiga, y a mi Dios me perdone¡±.