El otro arsenal de la democracia
El descompromiso de Washington con la justicia humanitaria internacional es su mayor debilidad frente a Mosc¨²
La democracia no se defiende sola. Aunque la palabra es su arma m¨¢s propia, a veces es insuficiente y debe defenderse tambi¨¦n con las armas, algo nada f¨¢cil. Nadie puede usarlas sin pagar un precio, con frecuencia desmedido. Todas tienen doble filo.
Quienes quieren destruir la democracia, los terroristas por ejemplo, buscan que los dem¨®cratas se mimeticen en los m¨¦todos de quienes quieren destruirla y acaben siendo ellos tambi¨¦n terroristas. De ah¨ª la obligaci¨®n democr¨¢tica de defender la democracia con un escrupuloso respeto al Estado de derecho y a las libertades de todos.
M¨¢s ...
La democracia no se defiende sola. Aunque la palabra es su arma m¨¢s propia, a veces es insuficiente y debe defenderse tambi¨¦n con las armas, algo nada f¨¢cil. Nadie puede usarlas sin pagar un precio, con frecuencia desmedido. Todas tienen doble filo.
Quienes quieren destruir la democracia, los terroristas por ejemplo, buscan que los dem¨®cratas se mimeticen en los m¨¦todos de quienes quieren destruirla y acaben siendo ellos tambi¨¦n terroristas. De ah¨ª la obligaci¨®n democr¨¢tica de defender la democracia con un escrupuloso respeto al Estado de derecho y a las libertades de todos.
M¨¢s f¨¢cil decirlo que hacerlo. Si a las democracias las tienta la peligrosa raz¨®n de Estado, podemos imaginar lo que sucede cuando una sociedad democr¨¢tica es v¨ªctima de un terrorismo en proporciones industriales, como es una guerra de agresi¨®n en la que los ciudadanos y sus viviendas son el objetivo militar en una oleada de atentados masivos.
Preservar a la vez la democracia y las libertades en tiempo de guerra es una tarea tit¨¢nica, casi imposible. Todo, incluso la democracia, se pone al servicio de la victoria. Si con la derrota fallece tambi¨¦n la democracia, de la victoria surge la esperanza y la energ¨ªa para recuperarlo todo, tambi¨¦n la democracia.
Fil¨®sofos y tratadistas nos cuentan que hay guerras justas ¡ªen defensa propia¡ª y guerras injustas, y tambi¨¦n guerras libradas siguiendo criterios justos, y guerras injustas incluso en la forma en que se libran. En la realidad, en todos los bandos suelen producirse desbordamientos e injusticias, aunque hay ej¨¦rcitos que no saben librar la guerra si no es en un permanente, cruel e injusto desbordamiento. No hay forma tan salvaje de librar la guerra como el uso sistem¨¢tico de la artiller¨ªa para destruir un pa¨ªs y diezmar su poblaci¨®n. Este es el caso del Ej¨¦rcito de Putin, con la bomba nuclear como pelda?o final de su escalada terrorista.
Los aliados de Ucrania hacen bien en suministrar armas al Ej¨¦rcito ucranio para que se defienda, pero la defensa de la democracia ser¨ªa incompleta sin las armas de la justicia que investigue y castigue los cr¨ªmenes de guerra y, si es preciso, los cr¨ªmenes contra la humanidad y de genocidio. Y ah¨ª est¨¢ la mayor debilidad de Washington frente a Mosc¨², su descompromiso hacia la justicia humanitaria internacional y m¨¢s en concreto hacia el Estatuto de Roma, por el que se cre¨® en 1998 la Corte Internacional de Justicia, pero nunca ha sido ratificado por Estados Unidos.
Es el arma m¨¢s estrat¨¦gica y tambi¨¦n la m¨¢s dif¨ªcil del arsenal democr¨¢tico, pues una justicia internacional que no funcione como una regla de juego que a todos se aplica por igual no merece tal nombre. Esta no es propiamente una guerra en defensa de la democracia, sino de la regla de juego que a todos obliga. En esta cuesti¨®n, por desgracia, Washington todav¨ªa es un aliado objetivo de Mosc¨².