Algunos de ellos muerden, algunas de ellas hablan
Cuando Esther explicaba alg¨²n episodio con Manuel, Laura era capaz de avanzarse al desenlace. Se reconoc¨ªan en la otra y aquello las reconfortaba, aunque la marca de los dientes de Manuel siguiera en la mejilla y el cuello de Esther
¡°No te preocupes, que con el tiempo se calman¡±, le dijo su suegra. Aprovech¨® que ese d¨ªa estaba sola en casa. La llam¨® para intentar aliviarla. Sab¨ªa la suegra que su hijo le controlaba el tel¨¦fono m¨®vil y la llam¨® al fijo. No a?adi¨® mucha cosa m¨¢s. ¡°?Est¨¢s bien?¡±, pregunt¨®, y Laura le dijo que s¨ª, que no se preocupara. Colg¨® el auricular y se acord¨® de cuando el suegro se enfad¨® y estuvo un mes sin dirigirle la palabra a la suegra. Hac¨ªa como si en casa no hubiera nadie, pero exig¨ªa que a la hora de siempre la mesa estuviera puesta. Dorm¨ªa en el sof¨¢ y solo entraba a la habitaci¨®n para coger ...
¡°No te preocupes, que con el tiempo se calman¡±, le dijo su suegra. Aprovech¨® que ese d¨ªa estaba sola en casa. La llam¨® para intentar aliviarla. Sab¨ªa la suegra que su hijo le controlaba el tel¨¦fono m¨®vil y la llam¨® al fijo. No a?adi¨® mucha cosa m¨¢s. ¡°?Est¨¢s bien?¡±, pregunt¨®, y Laura le dijo que s¨ª, que no se preocupara. Colg¨® el auricular y se acord¨® de cuando el suegro se enfad¨® y estuvo un mes sin dirigirle la palabra a la suegra. Hac¨ªa como si en casa no hubiera nadie, pero exig¨ªa que a la hora de siempre la mesa estuviera puesta. Dorm¨ªa en el sof¨¢ y solo entraba a la habitaci¨®n para coger la ropa que cada ma?ana encontraba limpia y doblada sobre la cama. Una noche se levant¨® y me¨® en las cortinas. Las cortinas quedaron amarillas y el suelo pegajoso. La suegra parec¨ªa consumida y luc¨ªa unas oscuras ojeras permanentes, estaba con el suegro desde que se qued¨® embarazada a los 16 a?os. ¡°Los dos son muy gritones y se enfadan si las cosas no se hacen como ellos dicen¡±, le dec¨ªa a Laura, ¡°pero son buenas personas¡±.
¡°Llama a tu madre y dile que Manuel y t¨² no os encontr¨¢is bien¡±, le dijo su suegra a Esther despu¨¦s de que su hijo le propinara una paliza. El pobre no estaba en su mejor momento y aquella ma?ana lleg¨® a casa borracho, seguramente no sab¨ªa lo que hac¨ªa. Esther llam¨® a su madre y le dijo que no ir¨ªan a comer. Acost¨® a Manuel y se aplic¨® yodo sobre los mordiscos y los golpes que le hab¨ªa propinado en la cara, el cuello y el brazo. Tom¨® un ibuprofeno e intent¨® descansar. Cuando Manuel se despert¨®, Esther le pregunt¨® qu¨¦ le hab¨ªa pasado. ¡°No lo s¨¦, pero te habr¨ªa matado¡±, respondi¨® avergonzado. Lo denunci¨® unos meses m¨¢s tarde. Consigui¨® una orden de alejamiento y a?os despu¨¦s se celebr¨® el juicio. El juez conden¨® a Manuel, que hab¨ªa estado pase¨¢ndose tranquilo por la ciudad dando por hecho que la v¨ªctima era ¨¦l, porque es una buena persona, y a las mujeres que se atreven a hablar de intimidades violentas nadie las cree, exageran las cosas, y suelen acabar todas en el mismo saco, uno rid¨ªculo. Es lo que pasa cuando alguien quiere llamar la atenci¨®n o intenta joderle la vida a un buen hombre.
En Ellas hablan, Miriam Toews hace un ejercicio excelente a trav¨¦s de una ficci¨®n que ilustra perfectamente el asunto. ¡°Entre 2005 y 2009, en una remota colonia menonita (¡), muchas mujeres y ni?as se levantaban por la ma?ana doloridas y con sensaci¨®n de modorra, con sus cuerpos amoratados y sangrantes como consecuencia de haber sido agredidas por la noche. Estas agresiones se atribuyeron a fantasmas y demonios. Ciertos miembros de la comunidad eran de la opini¨®n de que o Dios o Sat¨¢n estaban castigando a las mujeres por sus pecados; un grupo muy numeroso las acusaron de mentir para llamar la atenci¨®n o encubrir adulterios: hubo incluso quienes creyeron que era todo fruto de la viva imaginaci¨®n femenina¡±. En 2011, un tribunal conden¨® a aquellos hombres. Fueron otros hombres los que los llevaron ante la justicia al descubrir que hab¨ªan estado administrando anest¨¦sico para animales a las mujeres de las que abusaban.
Laura y Esther se conocieron hace una semana en la playa del Voramar gracias a una amiga com¨²n que las puso en contacto. Cuando Esther explicaba alguno de los episodios con Manuel, Laura era capaz de avanzarse al desenlace. Se reconoc¨ªan una en la otra y aquello las reconfortaba, aunque la marca de los dientes de Manuel siguiera visible y amenazante en la mejilla y el cuello de Esther. Las dos mujeres sanaban ligeramente al hablar, ambas hab¨ªan hecho p¨²blicos sus episodios de violencia y las dos sab¨ªan que la gran mayor¨ªa cre¨ªa que era todo fruto de ¡°la viva imaginaci¨®n femenina¡±, como en la ficci¨®n de Toews. Parece que tambi¨¦n en la vida real han de seguir siendo los hombres quienes se?alen a los otros hombres: cuando ellos hablan es m¨¢s f¨¢cil que la justicia ¡ªy la opini¨®n p¨²blica¡ª nos crea.