?Cuidado con¡!
Somos ¡®hackeables¡¯. Un lunes nos ataca una fantas¨ªa er¨®tica; un martes, la necesidad de comprar algo que no necesitamos y un mi¨¦rcoles, la de dar una paliza a un adversario pol¨ªtico
Me dirig¨ªa a la radio, en el metro, a trabajar, cuando fui atacado por una fantas¨ªa sexual de alta gama, pese a pertenecer yo a la clase media y a que no hab¨ªa puesto voluntad alguna en desarrollarla. De hecho, cuando me atac¨®, iba repasando el guion de ese domingo, que no ten¨ªa nada que ver con el sexo. Intent¨¦, como es l¨®gico, rechazarla, pero no hab¨ªa forma de que saliera de mi mente y se metiera en otra de las ocho o nueve cabezas que viajaban en el mismo vag¨®n que yo. Ah¨ª estaba, pues, aguantando la colonizaci¨®n de aquellas ...
Me dirig¨ªa a la radio, en el metro, a trabajar, cuando fui atacado por una fantas¨ªa sexual de alta gama, pese a pertenecer yo a la clase media y a que no hab¨ªa puesto voluntad alguna en desarrollarla. De hecho, cuando me atac¨®, iba repasando el guion de ese domingo, que no ten¨ªa nada que ver con el sexo. Intent¨¦, como es l¨®gico, rechazarla, pero no hab¨ªa forma de que saliera de mi mente y se metiera en otra de las ocho o nueve cabezas que viajaban en el mismo vag¨®n que yo. Ah¨ª estaba, pues, aguantando la colonizaci¨®n de aquellas im¨¢genes perturbadoras con la cara de palo de un jugador de p¨®quer que acabara de pillar una escalera de color.
Pero yo no hab¨ªa pillado la escalera de color, era la escalera de color la que me hab¨ªa pillado a m¨ª. Algo o alguien estaba vandalizando mi pensamiento como el que vandaliza un art¨ªculo cient¨ªfico en internet o como el que piratea un ordenador ajeno para saquear la cuenta corriente de su due?o. Ahora bien, si yo no hab¨ªa provocado la entrada de aquellas im¨¢genes voluptuosas en mi cabeza, si yo no deseaba que ocurrieran, si yo ansiaba que me dejaran en paz para dedicarme al estudio del guion, ?de d¨®nde rayos proced¨ªan?
Las escenas ven¨¦reas se hab¨ªan comenzado a manifestar en la estaci¨®n de Suanzes y duraron hasta la de Chueca. Pero ni en Suanzes hab¨ªa visto nada que explicara su aparici¨®n ni en Chueca nada que explicara su fuga. Revis¨¦ los anuncios que me hab¨ªan salido al paso, repas¨¦ las voces de la megafon¨ªa y evoqu¨¦ los rostros de las personas que hab¨ªan entrado o salido del vag¨®n sin que nada justificara lo sucedido. Deduje, pues, que somos hackeables. Un lunes nos ataca una fantas¨ªa er¨®tica; un martes, la necesidad de comprar algo que no necesitamos; y un mi¨¦rcoles, la de dar una paliza a un adversario pol¨ªtico. ?Cuidado con la publicidad! ?Y con los telediarios!