Cartas para evitar la soledad en una residencia de mayores: ¡°Hab¨¦is dejado de querernos¡±
El director de un centro escribe una misiva criticando el abandono familiar que sufren sus residentes en Navidades y logra el apoyo de ciudadanos de toda Espa?a
Juan Jos¨¦ L¨®pez dice que vivi¨® la peor Nochebuena de su vida el pasado a?o. Dirige desde hace 20 meses la ¨²nica residencia de mayores p¨²blica que existe en Pontevedra, donde conviven 101 personas, aquellas que sufrieron la guerra, que todav¨ªa comparten sus pensiones con sus hijos y nietos, que acaban de superar una pandemia: el ¨²ltimo reducto vivo de la generaci¨®n que cambi¨® Espa?a. Del centenar de residentes, solo ocho recibieron la visita de sus hijos, nietos o sobrinos el pasado 24 de diciembre para cenar unos langostinos en familia. El resto almorz¨® junto a L¨®pez y algunos trabajadores en ...
Juan Jos¨¦ L¨®pez dice que vivi¨® la peor Nochebuena de su vida el pasado a?o. Dirige desde hace 20 meses la ¨²nica residencia de mayores p¨²blica que existe en Pontevedra, donde conviven 101 personas, aquellas que sufrieron la guerra, que todav¨ªa comparten sus pensiones con sus hijos y nietos, que acaban de superar una pandemia: el ¨²ltimo reducto vivo de la generaci¨®n que cambi¨® Espa?a. Del centenar de residentes, solo ocho recibieron la visita de sus hijos, nietos o sobrinos el pasado 24 de diciembre para cenar unos langostinos en familia. El resto almorz¨® junto a L¨®pez y algunos trabajadores en un amplio sal¨®n de esta residencia de hormig¨®n gris de cinco plantas con ocho chimeneas rojizas que sobresalen del tejado a modo de periscopio, como si fueran las del viejo Titanic.
¡°Aqu¨ª nos sobra mucha soledad¡±, cuenta L¨®pez, de 61 a?os, por tel¨¦fono. ¡°No se trata de hacer juicios de valor; cada uno sabr¨¢¡±. Si un fin de semana llaman a la puerta seis familiares es un milagro. Lo normal, entre diario, son uno o dos. V¨ªtores si llegan a tres. Hay tardes que observa estampas doloros¨ªsimas. Dice que una residente se acicala de punta en blanco desde hace meses justo despu¨¦s de la siesta, esperando por la ventana la a?orada visita de su nieta y de su hijo, pero que nada, ni rastro. Que al llegar la noche y no verles, repite una frase como mantra: ¡°Vendr¨¢n ma?ana. Estar¨¢n muy liados¡±.
Hay otro se?or que est¨¢ harto de que sus hijos no pregunten por ¨¦l. Tanto, que hubo un d¨ªa en que se puso enfermo y tuvieron que derivarle al hospital de Santiago. Antes de subirse a la ambulancia, orden¨® a L¨®pez que no avisara a ninguno. ¡°Esto no se puede¡±, respondi¨® el director. ¡°Pues te lo firmo en un papel¡±, dijo el hombre. As¨ª fue: ¡°Si no me llaman cuando estoy bien, tampoco me llamar¨¢n cuando estoy mal¡±. Quiz¨¢ por eso, y ante el temor de repetir unas Navidades grises, plomizas y de contad¨ªsimas visitas, L¨®pez se encerr¨® en el despacho de su casa la tarde del pasado 1 de diciembre. La soledad ten¨ªa los d¨ªas contados.
Escribi¨® una carta en Word. No muy extensa, pero repleta de frases contundentes como golpes de martillo: ¡°No nos falta vida, os lo aseguro [...] Si acaso nos duele lo que nos sobra: Soledad. [¡] Y nos sobra porque no est¨¢is aqu¨ª, hab¨¦is dejado de querernos. [¡] Pronto ser¨¢ Navidad, el tiempo m¨¢s triste en nuestra casa. [¡] Quiero cari?o en forma de cartas, felicitaciones, fotos en las que les hag¨¢is saber que cuentan con vosotros¡±. Al terminar, envi¨® esta misiva a todos sus contactos de WhatsApp, desde el hombre que le vendi¨® los muebles de su casa hasta los amigos de sus dos hijos.
A los pocos d¨ªas, la carta lleg¨® a muros de Facebook de Pontevedra, Madrid, Zamora, Ja¨¦n, Salamanca... Gente a la que ni conoce compart¨ªa el pantallazo de su folio y medio sin parar por Twitter e Instagram. El cartero del barrio de Pontevedra ya ha dejado en la residencia un saco con 400 cartas, recogidas en cinco d¨ªas. Llegan de Valencia, Almer¨ªa, Santander, Madrid, Burgos, Salamanca... A la puerta de estos mayores han llamado unos moteros que han rugido sus m¨¢quinas para deleitarles. Un grupo de flamenco de Utrera les ha mandado un v¨ªdeo. Hasta presos de tres c¨¢rceles han enviado misivas. ¡°Se ha ido un poco de madre¡±, comenta L¨®pez. ¡°Solo quer¨ªa que mis amigos me echaran un cable¡±. Advierte, eso s¨ª, de que esto que sucede en un rinc¨®n de Galicia pasa en casi toda Espa?a. ¡°La soledad es algo que se ve en la mirada. Cuando la tienen perdida, pues esa, esa es la que duele¡±.