El misterio Trump
El expresidente chapotea como nadie en las turbias aguas de la nueva pol¨ªtica emocional, y se maneja con destreza en los siempre peligrosos espacios de la victimizaci¨®n y la conspiraci¨®n
?Ha sido bueno haber llevado a Donald Trump a juicio por el caso Stormy Daniels? El tiempo lo dir¨¢, pero por lo pronto lo ha vuelto a catapultar al centro del escenario pol¨ªtico. Vuelve a ser el centro de atenci¨®n y, lo que es peor, su partido se ha puesto de forma casi un¨¢nime de su lado y es dif¨ªcil que alguien se l...
?Ha sido bueno haber llevado a Donald Trump a juicio por el caso Stormy Daniels? El tiempo lo dir¨¢, pero por lo pronto lo ha vuelto a catapultar al centro del escenario pol¨ªtico. Vuelve a ser el centro de atenci¨®n y, lo que es peor, su partido se ha puesto de forma casi un¨¢nime de su lado y es dif¨ªcil que alguien se le enfrente en las primarias a la presidencia. Por lo pronto lleva un 25% de ventaja sobre Ron de Santis, uno de los pocos que parecen atreverse a hacerle frente. Que un partido conservador, el destinatario de pr¨¢cticamente todo el voto evangelista, apoye en esta cuesti¨®n a un presunto ad¨²ltero da que pensar (lo l¨®gico es que desearan aclararlo); que lo haga despu¨¦s de lo que vio medio mundo con el asalto al Capitolio, el fundamento de las otras posibles imputaciones pendientes, ya es aterrador. Significa poner en la picota las bases m¨ªnimas del Estado de derecho y el propio alma de la cultura legal americana, la m¨¢s marcada se?a de identidad de su democracia. Tomen nota, uno de los dos grandes partidos de Estados Unidos no cree en las reglas de juego ¡ªcuando no le benefician, claro¡ª y est¨¢ dispuesto a arrastrar por el fango la credibilidad de las instituciones con tal de hacerse con el poder.
Es, en efecto, espeluznante. M¨¢s a¨²n considerando la cala?a del personaje, un rebelde de su propia causa, mentiroso y narcisista patol¨®gico, cuya trayectoria profesional ha estado siempre adem¨¢s bordeando la ley cuando no incumpli¨¦ndola directamente. ?C¨®mo se explica este misterio? Recurrir al hiperpartidismo y la polarizaci¨®n puede calmar nuestra ansiedad por buscarle una causa. O aludir al p¨¢nico de la mayor¨ªa blanca ante la amenaza del sorpasso demogr¨¢fico por parte de otras minor¨ªas. O a los sesgos de la epistemolog¨ªa o la moral tribal que tanto predominan en esta pol¨ªtica posverdad. Creo, sin embargo, que todo esto quiz¨¢ pueda explicar el porqu¨¦ de tan amplio seguimiento popular, lo que sigue siendo una inc¨®gnita es el de su propio partido. Sobre todo, despu¨¦s de lo que se sabe de ¨¦l tras su tormentosa presidencia. ?Por qu¨¦ est¨¢n dispuestos a sacrificar su democracia, a jugar incluso con la idea de una potencial guerra civil o la desestabilizaci¨®n definitiva del orden geopol¨ªtico internacional volviendo a entregar el poder a quien ni siquiera sabe enhebrar varias frases con sentido?
Con todo, nuestro error siempre ha sido subestimarlo. Chapotea como nadie en las turbias aguas de la nueva pol¨ªtica emocional, y se maneja con destreza en los siempre peligrosos espacios de la victimizaci¨®n y la conspiraci¨®n. Ante ¨¦l, la raz¨®n se rinde. El discurso racional no puede hacer pie all¨ª donde es ignorado, donde las consignas y las afirmaciones sin correspondencia con la realidad aniquilan toda argumentaci¨®n posible. Lo m¨¢s aterrador es que personifica una tendencia que comienza a extenderse por todas las democracias, la del demagogo que apaga la luz de la raz¨®n y se cree por encima de la ley.