Argentina, el pa¨ªs que se cree dulce de leche
Mi pa¨ªs, que suele jactarse de r¨¦cords y m¨¢s r¨¦cords, ha conseguido uno sin par, que incluso sus competidores reconocen: es el mayor fracaso de este ¨²ltimo siglo
Este s¨¢bado unas im¨¢genes se volvieron virus: en una cancha muy primaria de un suburbio porte?o, en uno de esos innumerables torneos donde los jugadores pagan por participar y esperan ganar el pozo que re¨²nen, un futbolista derribaba a un ¨¢rbitro y, ya en el suelo, lo desmayaba de una patada en la cabeza. Se habl¨® mucho: la violencia en el f¨²tbol es un tema nacional. De hecho, la Argentina es el ¨²nico pa¨ªs del mundo que pro...
Este s¨¢bado unas im¨¢genes se volvieron virus: en una cancha muy primaria de un suburbio porte?o, en uno de esos innumerables torneos donde los jugadores pagan por participar y esperan ganar el pozo que re¨²nen, un futbolista derribaba a un ¨¢rbitro y, ya en el suelo, lo desmayaba de una patada en la cabeza. Se habl¨® mucho: la violencia en el f¨²tbol es un tema nacional. De hecho, la Argentina es el ¨²nico pa¨ªs del mundo que proh¨ªbe que los hinchas visitantes entren a los estadios, so pretexto de seguridad. El domingo un noticiero de televisi¨®n pudo entrevistar al pateador, Williams Alexander Tap¨®n, un muchacho rubio al que llamaban Dimitri, 24 a?os, pelo a la futbolista, crucecita de plata colgando de una oreja. Tap¨®n dec¨ªa que el ¨¢rbitro les cobraba todo en contra y en un momento ¨¦l le peg¨® ¡°sin darme cuenta, se me nubl¨®, no fue queriendo¡±. Y que cuando ¡°me rescat¨¦¡± ¨Ccuando volvi¨® a ser ¨¦l¨C ¡°ya era todo distinto¡±. ¡°Ahora ya es todo distinto¡±, repiti¨®, la voz de quien ha visto algo, y mir¨® para abajo. Este lunes, Williams Alexander Tap¨®n se mat¨® de un tiro en la cabeza.
En Argentina, a veces, todo parece tan distinto.
Un d¨ªa, cuando sea grande, voy a conseguir que alguien me explique la Argentina. No ser¨¢ f¨¢cil, pero va a ser un gran momento. Mi pa¨ªs, que suele jactarse de r¨¦cords y m¨¢s r¨¦cords, ha conseguido uno sin par, que incluso sus competidores reconocen: es el mayor fracaso de este ¨²ltimo siglo.
Tantos hechos lo confirman. Hace 100 a?os la Argentina era una de las diez naciones m¨¢s ricas del mundo; hace 50 ten¨ªa 3% de pobres; ahora no tiene siquiera una moneda real y mantiene una deuda impagable, una inflaci¨®n de m¨¢s del 100% anual y un 40% de pobreza; casi el 10% de su poblaci¨®n no come suficiente ¨Cen un pa¨ªs que se dedica a producir soja para los chanchos chinos.
Los n¨²meros son claros, el proceso confuso. No es f¨¢cil caer tanto; es relativamente sencillo declinar un poco, avanzar uno o dos pasos, recular dos o tres. Pero es muy laborioso internarse sin vacilaciones en esa v¨ªa de degradaci¨®n.
Ya veremos cuando me lo expliquen. Deber¨ªan ser capaces: los argentinos tenemos fama, en todo el ¨¢mbito del idioma, de ser algo as¨ª como elocuentes o floridos o vendedores de humo, seg¨²n qui¨¦n y cu¨¢ndo lo diga. En todo caso, esa reputaci¨®n de charlatanes bien articulados no se debe solo a nuestra vasta herencia it¨¢lica; fue, sobre todo, porque tuvimos uno de los sistemas de ense?anza p¨²blica m¨¢s s¨®lidos del mundo ¨Cque tambi¨¦n se arruin¨®.
As¨ª que ya veremos, pero, por ahora, esto de la escuela y la palabra ofrece una pista: quiz¨¢ creemos demasiado en el discurso, hasta el punto de creer en poco m¨¢s. Un ejemplo menor: en octubre hay elecciones presidenciales y el candidato oficialista peronista es su ministro de Econom¨ªa, Sergio Massa, un abogado que asumi¨® el cargo en agosto de 2022. Entonces hab¨ªa una inflaci¨®n del 7% mensual, y su gran promesa inaugural fue que en marzo de 2023 la dejar¨ªa en 3%; en marzo la inflaci¨®n fue del 8,4%, y sigue as¨ª. En un lugar menos dado a las palabras de colores, un fracaso semejante dejar¨ªa claro que el fracasado no es capaz; en la Argentina lo habilita para quererse presidente. Nos empe?amos en creer que lo que no es deber¨ªa ser ¨Co que al menos podr¨ªa.
Como se empe?aron unos cuantos en suponer que un clown de extrema derecha, Javier Milei, pod¨ªa guiar su lucha contra la ¡°casta pol¨ªtica¡± legalizando la venta de armas, de beb¨¦s y de ¨®rganos humanos. Y ahora se encuentran con que una docena de sus (ex) candidatos a diversos cargos ha denunciado que su (ex) l¨ªder vende esas candidaturas al mejor postor: 50 o 60.000 d¨®lares por puesto. Pero todav¨ªa hay un 15% de la poblaci¨®n que podr¨ªa votarlo: nos empe?amos, sin duda, con vehemencia.
Igual que se empe?an muchos en creer que una desaforada ex izquierdista derechista, Patricia Bullrich, puede postularse con posibilidades diciendo por ejemplo que nuestro sistema educativo no funciona porque ¡°la mitad de los alumnos de la universidad de Buenos Aires son extranjeros¡± cuando son, en realidad, el 5%. O prometiendo mano dura contra todos, bukelismo improbable en un pa¨ªs que ni siquiera los militares m¨¢s brutales consiguieron doblegar por la fuerza. Y uno de cada cinco compatriotas ¨Cpor lo menos¨C se empe?a en creer que ella, ignorante y acomodaticia, s¨ª podr¨ªa.
Como se empe?an otros en torcer cualquier hecho: un candidato dizque centrista que hace un a?o parec¨ªa muy s¨®lido y ya no tanto, el alcalde de Buenos Aires, Horacio R. Larreta, que llen¨® la ciudad de grandes edificios dudosamente habilitados, lanz¨® su campa?a presidencial con una serie de actos que celebraron los 40 a?os de la llegada de la democracia. Para esa magna fecha todav¨ªa faltan cinco meses, pero entonces no le servir¨¢ porque las elecciones ya habr¨¢n quedado atr¨¢s. Nos empe?amos en creer que podemos inventar ¨Chasta tal punto¨C nuestra historia.
Entre los cuatro estar¨¢ el pr¨®ximo presidente argentino. Y, por supuesto, ninguno explica c¨®mo va a reparar el desastre econ¨®mico que causa todo esto. Es m¨¢s: todos ellos ¨Csalvo el vendedor de ni?os y de cargos¨C han sido parte de gobiernos que produjeron y profundizaron el desastre. No es f¨¢cil esperar mejor futuro de tan mal pasado. Pero ser¨ªa liviano condenarlos: importa pensarlos como productos y referencias de un pa¨ªs que se cree lo que no puede ser, que insiste en elegir a los mismos que lo arruinaron y lo arruinan, que consigue suponerse una grandeza porque docena y media de sus muchachos ¨Cque viven y trabajan en Europa¨C ganaron un torneo de f¨²tbol, y para festejarlo arm¨® el mayor acto de masas de su historia: cinco millones de personas en la calle celebrando un hecho que no les cambiar¨ªa ni un poco las vidas muy dif¨ªciles.
Son dif¨ªciles: m¨¢s de la mitad de los chicos argentinos son pobres y un tercio no come lo que querr¨ªa. Pero, sobre todo, no tienen expectativas, esperanzas. Hace tres meses un chofer de colectivo/autob¨²s/bus fue asesinado por unos ladrones en un suburbio bonaerense para robarle cuatro pesos. Sus colegas se cabrearon tanto que corrieron a trompadas al ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, un militar y mat¨®n consumado. La polic¨ªa acaba de detener por el asesinato a un chico de 15 a?os.
Hace un mes en el Chaco, una de las provincias m¨¢s pobres del pa¨ªs, un muchacho de 19 mat¨® a su novia de 28, la descuartiz¨®, la quem¨®, reparti¨® sus pedazos y enseres por el campo e hizo asfaltar 500 metros de calle para tapar el sitio donde hab¨ªa enterrado algunos restos. Pudo hacerlo porque su padre, ex militante de los desocupados, se hab¨ªa hecho rico y poderoso manejando los dineros que el Estado entrega para construir vivienda social, alimentar a los m¨¢s hambrientos y, sobre todo, asegurarse la ¨Ccar¨ªsima¨C lealtad de esos dirigentes y sus seguidores. El padre y la madre del asesino pose¨ªan una granja, una chancher¨ªa, ocho o diez veh¨ªculos, mucho dinero en efectivo; ahora est¨¢n presos por complicidad en el feminicidio de su adolescente.
El Estado fracasa de todo tipo de maneras. Hace un a?o un se?or en C¨®rdoba, una provincia m¨¢s pr¨®spera, fue denunciado por sus vecinos porque ten¨ªa unos perros peligrosos sin la seguridad indispensable. La autoridad intervino: le pusieron una multa de 1.000 pesos ¨Ctres euros de entonces. Hace unos d¨ªas sus perros entrenados mataron a dentelladas a una chica de 15 a?os. Los perros eran dogos argentinos, ¡°la ¨²nica raza enteramente nacional¡±, dice alg¨²n medio. En la misma provincia, poco antes, un chico de 13 a?os mat¨® a golpes de piedra en la cabeza a su mejor amigo. Todav¨ªa no se sabe qu¨¦ pas¨®, por qu¨¦ lo hizo. Algunos dicen que para robarle, pero nadie lo sabe seguro.
No sabemos: eso es lo que sabemos. Es brutal ver c¨®mo un pa¨ªs se degrada, se deshace, y sentir que no podemos hacer nada, que nuestra generaci¨®n ya no hace nada bueno, que la siguiente no parece mejor, que nadie o casi nadie quiere o puede hacer nada por ahora, que millones se desesperan por lo que hacen sus dirigentes y los siguen votando y todo cae. Es duro ver c¨®mo nos vamos a la mierda y a veces, cuando podemos, simulamos que es dulce de leche.