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El Servicio Exterior de Espa?a, infradotado en personal y presupuestos, ha llegado al l¨ªmite de una degradaci¨®n que se inici¨® a finales del pasado siglo y trabaja en condiciones de penuria que ser¨ªa preciso abordar de inmediato
La exitosa internacionalizaci¨®n de la econom¨ªa y las empresas espa?olas ha dado lugar a un espejismo acerca de la situaci¨®n en la que se encuentra el Servicio Exterior de nuestro pa¨ªs, esto es, la red de representaciones diplom¨¢ticas y consulares que ejecutan la estrategia de cualquier gobierno. Al proyectar los avances obtenidos por algunas compa?¨ªas espa?olas sobre la totalidad del servicio exterior, la diplomacia, como su parte m¨¢s caracterizada, ha participado de una imagen general de dinamismo que nada tiene que ver con la realidad. Las grandes decisiones pol¨ªticas y estrat¨¦gicas adoptada...
La exitosa internacionalizaci¨®n de la econom¨ªa y las empresas espa?olas ha dado lugar a un espejismo acerca de la situaci¨®n en la que se encuentra el Servicio Exterior de nuestro pa¨ªs, esto es, la red de representaciones diplom¨¢ticas y consulares que ejecutan la estrategia de cualquier gobierno. Al proyectar los avances obtenidos por algunas compa?¨ªas espa?olas sobre la totalidad del servicio exterior, la diplomacia, como su parte m¨¢s caracterizada, ha participado de una imagen general de dinamismo que nada tiene que ver con la realidad. Las grandes decisiones pol¨ªticas y estrat¨¦gicas adoptadas por los sucesivos ministros de Asuntos Exteriores han sido m¨¢s acertadas en unos casos y menos en otros. Pero hace m¨¢s de dos d¨¦cadas que no se ha abordado con determinaci¨®n el problema, hoy ya insostenible, de los escasos medios materiales y humanos de los que disponen nuestras representaciones, as¨ª como un ministerio infradotado en personal y presupuestos. Es esta penuria la que impide a nuestro Servicio Exterior romper el c¨ªrculo vicioso en el que languidece entre la frustraci¨®n y el desaliento: el despliegue de Espa?a en el extranjero s¨®lo parece existir para resolver los problemas derivados de que, en efecto, Espa?a disponga de un despliegue en el extranjero. Tal es la penuria de recursos y el laberinto procedimental que deben administrar cada d¨ªa embajadores, c¨®nsules generales y funcionarios de diferentes niveles y ministerios en cualquier pa¨ªs del mundo.
La mayor parte de las canciller¨ªas y residencias oficiales apenas alcanzan a disimular el deterioro debido a una inveterada falta de inversi¨®n y reparaciones adecuadas. Durante 14 a?os, los salarios del personal contratado por la Administraci¨®n espa?ola en el exterior han estado congelados, con retribuciones en no pocos casos por debajo de los m¨ªnimos legales en los pa¨ªses de acreditaci¨®n y p¨¦rdidas de poder adquisitivo superior el 60% en salarios que rondan los 200 euros mensuales, fijados para regiones de ?frica y Asia donde el crecimiento econ¨®mico ha liderado el del mundo. Por lo dem¨¢s, una parte sustantiva de estos contratos son temporales, encadenados a?o tras a?o, y, en ocasiones, cuando el encadenamiento se retrasa por complicaciones burocr¨¢ticas, se convierten en simples ¡°asistencias t¨¦cnicas¡±, una f¨®rmula transitoria en la que los trabajadores tienen que sufragar sus propios seguros laborales, entre otros perjuicios. Por si ello no fuera bastante, decenas de miles de art¨ªculos y objetos propiedad del Estado, rotos u obsoletos, languidecen empolvados en las embajadas a la espera de recibir una autorizaci¨®n para darlos de baja y deshacerse de ellos que nunca llegar¨¢, porque en Madrid no hay suficientes funcionarios al cargo. Y un elevado n¨²mero de los veh¨ªculos oficiales que la Administraci¨®n posee en el exterior, tanto de servicio como de representaci¨®n, tendr¨ªa prohibido circular en Espa?a por su antig¨¹edad y especificaciones medioambientales.
Cada vez son m¨¢s numerosas las instituciones p¨²blicas y privadas que, en Espa?a, ofrecen an¨¢lisis sobre posibles v¨ªas de acci¨®n de nuestro pa¨ªs en un contexto internacional como el presente. Pero esos an¨¢lisis suelen minusvalorar, cuando no omitir, el alarmante deterioro del instrumento para desarrollar cualquier pol¨ªtica, y que no es otro que el Servicio Exterior. Con frecuencia, los propios profesionales se lamentan en c¨ªrculos privados del estado de cosas en el que est¨¢n condenados a trabajar. Pero lo hacen invocando un deber ser te¨®rico que, a fin de cuentas, s¨®lo sirve de excusa para no realizar la cr¨ªtica expl¨ªcita de lo que es. As¨ª, no se trata tanto de repetir en abstracto que una potencia media como Espa?a no dispone de un servicio exterior acorde a su posici¨®n internacional, cuanto de se?alar, en concreto, que el Servicio Exterior del que dispone ha llegado al l¨ªmite de una degradaci¨®n que se inici¨® a finales del pasado siglo, que acentu¨® la crisis de 2008 y que ser¨ªa preciso abordar de inmediato, desde el compromiso de las fuerzas pol¨ªticas y de la sociedad.
La respuesta de los profesionales del servicio exterior, no s¨®lo de los diplom¨¢ticos, ha sido la que siempre suele provocar la gesti¨®n de recursos, m¨¢s que escasos, miserables: el progresivo repliegue hacia posiciones defensivas en las que el inter¨¦s general acaba cediendo al inter¨¦s corporativo. Y enti¨¦ndase bien, corporativo en estas circunstancias no significa que, en tanto que funcionarios de cuerpos distintos, deseen mantener prerrogativas o privilegios, sino que, como personal adscrito a diferentes ministerios, est¨¢n obligados a buscar para ¨¦stos los resultados parciales que el conjunto de la Administraci¨®n exterior no puede ofrecer a Espa?a como pa¨ªs. De esta manera, la presencia de oficinas sectoriales en las representaciones diplom¨¢ticas repartidas por el mundo no ha significado una defensa m¨¢s especializada de nuestros intereses, sino un impl¨ªcito rompan filas en el que cada departamento persigue sus propios objetivos, unas veces duplicando esfuerzos, otras haci¨¦ndolos colisionar y otras, a¨²n, transfiriendo las responsabilidades. Si a esto se suma que los procedimientos reglados para las comunicaciones entre oficinas, y entre la capital y las embajadas, han sido sustituidos por emails y whatsapps en los que la diferencia entre el criterio personal de un funcionario y el oficial de un responsable pol¨ªtico queda borrada, se comprender¨¢ que, en el caso del Servicio Exterior, la fronda de decisiones que conlleva toda estructura compleja se haya convertido en una atronadora algarab¨ªa donde nadie sabe qui¨¦n ha adoptado una en concreto, ni a qui¨¦n corresponde ejecutarla. Y esto, sin entrar en los problemas de seguridad que provoca esta deriva: la diplomacia espa?ola trabaja al desnudo.
Por ¨²ltimo, la situaci¨®n de la pol¨ªtica interior espa?ola tampoco ha contribuido a frenar el deterioro del Servicio Exterior. En primer lugar, porque es dif¨ªcil evaluar la idoneidad de un instrumento si no existe acuerdo acerca de los objetivos para los que se pretende emplearlo. El giro atlantista ejecutado de un d¨ªa para otro por el presidente Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ech¨® por tierra el trabajo diplom¨¢tico de tres d¨¦cadas llevado a cabo por sus predecesores, los presidentes Adolfo Su¨¢rez, Leopoldo Calvo-Sotelo y Felipe Gonz¨¢lez. Todos ellos fueron conscientes de que hacer de Europa, el Mediterr¨¢neo y Am¨¦rica Latina las prioridades de nuestra pol¨ªtica exterior no significaba limitarla a estas tres ¨¢reas, sino elaborar a partir de ellas el factor multiplicador imprescindible para mejorar nuestra acci¨®n en Estados Unidos o ampliar nuestra presencia en regiones en las que, como Asia, s¨®lo ten¨ªamos acceso a trav¨¦s de la pertenencia a la Uni¨®n Europea. Pero, en segundo lugar, la situaci¨®n de la pol¨ªtica interior espa?ola afecta a la acci¨®n exterior porque, seg¨²n parece, la legi¨®n de columnistas y tertulianos que polucionan el debate p¨²blico en Espa?a creen que cuanto dicen se queda en el interior de las fronteras, como si el extranjero fuera un m¨¢s all¨¢ al que no llegase ninguna noticia de Espa?a. ?Piensan cuando se ponen ante un ordenador, un micr¨®fono o una c¨¢mara en las consecuencias exteriores de afirmar la sonrojante bobada de que Espa?a es hoy una democracia iliberal, que la inseguridad jur¨ªdica es como la de alguna dictadura o que el pa¨ªs se encuentra en bancarrota econ¨®mica y constitucional?
Por descontado, a nadie se le oculta que a ese m¨¢s all¨¢ que es el extranjero llegan noticias de Espa?a, que las sigue con atenci¨®n. Lo que, por el contrario, no parece asumirse es que tambi¨¦n en Espa?a se deber¨ªa prestar atenci¨®n a las noticias que devuelve ese m¨¢s all¨¢. Y lamentablemente, por el momento no son buenas. En lo que respecta a la paz y seguridad mundiales, sin duda. Pero tampoco al estado en que se encuentra el Servicio Exterior espa?ol, sea para explotar las oportunidades que se nos ofrecen, sea para enfrentar los riesgos que acechan a todos.