?Es mejor ser mejor?
En los debates de ahora no se trata de demostrar lo bueno que es uno, sino lo malo que es el otro. Lo practican casi todos: pocos, con el entusiasmo y las expectativas de los se?ores Massa y Milei
Los cartelitos dec¨ªan que se llamaban Javier Milei y Sergio Massa: dos cincuentones sobre un escenario. El escenario era oscuro, con ese brillo oscuro de las discos baratas, el fondo oscuro decorado con unas rayas blancas desparramadas, pr¨®fugas, la rabieta de un ni?o al que no dejan usar otros colores. Esos rayones no deber¨ªan ser una met¨¢fora.
Los cincuentones usaban trajes oscuros parecidos, aunque el de la izquierda lo llevaba un poco grande, ma...
Los cartelitos dec¨ªan que se llamaban Javier Milei y Sergio Massa: dos cincuentones sobre un escenario. El escenario era oscuro, con ese brillo oscuro de las discos baratas, el fondo oscuro decorado con unas rayas blancas desparramadas, pr¨®fugas, la rabieta de un ni?o al que no dejan usar otros colores. Esos rayones no deber¨ªan ser una met¨¢fora.
Los cincuentones usaban trajes oscuros parecidos, aunque el de la izquierda lo llevaba un poco grande, mal calado, como comprado de ocasi¨®n; el otro, en cambio, era una pinturita: uno que se preocupa y que se ocupa. Los dos ten¨ªan camisas celestes y corbatas oscuras: el uniforme triste de persona seria. Y estaban all¨ª, de pie ante sus atriles, para tratar de convencer a millones de personas de que yo ¨Cy no ¨¦l¨C deber¨ªa gobernarlos. Debe ser complicado hablar un par de horas proclamando que soy el m¨¢s mejor.
Aunque ahora las premisas han cambiado. Hubo tiempos en que los debates electorales consist¨ªan en abrumar al contrincante con las ideas, la verba, la empat¨ªa que demostraran que quien las exhib¨ªa ten¨ªa que gobernar. Pero, ¨²ltimamante, a tono con los tiempos, no se trata de demostrar lo bueno que es uno sino lo malo que es el otro. Lo practican casi todos: pocos, con el entusiasmo y las expectativas de los se?ores Massa y Milei, los candidatos argentinos.
(Cada uno quer¨ªa mostrar a los televidentes que el otro es un desastre. Nunca dos candidatos presidenciales tuvieron tanta raz¨®n: quiz¨¢, ante esa circunstancia, se podr¨ªa declarar un empate y mandarlos a ambos a gestionar las islas Sandwich y buscar, para la Argentina, alguna soluci¨®n.)
Y sin embargo, si se trataba de mostrarse mejor que el de al lado, uno de ellos lo cumpli¨® con creces. Si ambos cincuentones hubieran desembarcado minutos antes de uno o dos ovnis, si su audiencia de cinco o seis millones de personas no los hubiese visto nunca antes, el cincuent¨®n de la derecha ¨CSergio Massa¨C habr¨ªa ganado por esc¨¢ndalo. Hablaba bien, acorralaba al cincuent¨®n de la izquierda ¨CJavier Milei¨C con preguntas que no sab¨ªa contestar, enunciaba proyectos concretos comprensibles, terminaba todas sus intervenciones en el tiempo justo: se notaba que las hab¨ªa preparado con esfuerzo y cuidado, y que sab¨ªa entregarlas.
Mientras que el de la izquierda balbuceaba, repet¨ªa dos o tres acusaciones repetidas sobre los ¡°pol¨ªticos chorros y mentirosos¡± y ¡°sus manos porosas¡± y ¡°el que las hace las paga¡± y ¡°la justicia social es un robo del Estado¡± pero, en general, hablaba de lo que quer¨ªa el otro cincuent¨®n y no consegu¨ªa hacerlo hablar de lo que le habr¨ªa convenido. Su verba, adem¨¢s, her¨ªa los o¨ªdos: ¡°Mir¨¢, te voy a decir algo. Una econom¨ªa competitiva como la que yo propongo, al ser competitiva fiscalmente, al ser competitiva laboralmente, est¨¢ en condiciones de competir. Lo que pasa es que ?sab¨¦s lo que pasa?, pasa que¡¡±. Y confund¨ªa sistem¨¢ticamente ¨C¨¦l, un economista¨C la palabra comerciar con la palabra comercializar. Por no poder, no pod¨ªa siquiera decidir si tuteaba o no a su contrincante. O, mejor: lo trataba de usted en las frases aprendidas de memoria, lo tuteaba cuando improvisaba con dificultad. E intent¨® dos o tres met¨¢foras populistas que no le salieron, como adjudicarle a Johan Cruyff los goles de la selecci¨®n alemana contra la argentina en el Mundial 74, esas pavadas. Se lo ve¨ªa muy torpe, sin nada que desarrollar, frente al otro cincuent¨®n que hab¨ªa aprendido todo, que lo dec¨ªa con aplomo, que lo miraba con desprecio y le recordaba sus peores propuestas: arancelar la educaci¨®n, liberar las armas, romper relaciones con Brasil y China ¨Clos principales socios comerciales¨C, vender los ¨®rganos humanos, desarmar el sistema de jubilaciones, retirar los subsidios a los servicios p¨²blicos. Lo que los medios criptomile¨ªstas llaman ¡°la campa?a del miedo¡± y que es, en realidad, la exposici¨®n de todas esas caracter¨ªsticas de Milei que millones de personas, henchidas de odio l¨®gico, se empe?an en ignorar.
Pero anoche los ovnis estaban descompuestos. Javier Milei y Sergio Massa hab¨ªan llegado al debate en sus coches h¨ªpervigilados, tras muchos meses de campa?as y muchos a?os de exposici¨®n al p¨²blico, en un pa¨ªs donde todo va mal, donde Massa forma parte del grupo que lo hundi¨® y ahora dirige el desastre econ¨®mico, donde Milei se presenta como un outsider que no tiene nada que ver con el naufragio sino con esos odios que el naufragio provoca.
Por lo cual, pese a su victoria dial¨¦ctica, no est¨¢ nada claro que Massa haya conseguido hacer olvidar que es uno de esos responsables peronistas ¨Cy, por tanto, atraer m¨¢s apoyos. Y, peor, quiz¨¢s esa misma victoria sea irritante para muchos, lo prive de sus votos: no, este es otro versero de estos que te pueden convencer de que el agua fr¨ªa est¨¢ caliente. Quiz¨¢s, incluso, la torpeza extraordinaria de Milei haya funcionado como un argumento de venta: ¨¦l no es uno de ellos, es sincero, es aut¨¦ntico, nos ves que habla como la gente. Quiz¨¢s, entonces, se haya impuesto el argumento del mayor votante de Milei ¨Cperdonen que no les diga el nombre pero no puedo; si piensan mal, acertar¨¢n¨C que dice que lo bueno de su candidato es que no sabe nada de gobernar y no tiene poder para hacer nada. ?Cu¨¢ntos argentinos est¨¢n dispuestos a votar a alguien cuyo mayor m¨¦rito es su falta de preparaci¨®n y de fuerza pol¨ªtica y su incapacidad para conducir un Estado? ?Cu¨¢ntos pensar¨¢n que esa ser¨ªa su mayor venganza contra esta ¡°casta¡± de pol¨ªticos que nos trajo hasta ac¨¢? ?Y cu¨¢ntos, en cambio, prefieren una estructura lista, preparada, capaz de conducir un Estado con resultados espantosos?
Eso es lo que se juega este domingo. Si para algo sirvi¨® este debate fue para dejarlo perfectamente claro. Ya nadie podr¨¢ decir que cre¨ªa que; ahora, millones trabajar¨¢n con sus conciencias para ver qu¨¦ prefieren: la inepcia de un fan¨¢tico, las trampitas de un oportunista. La elecci¨®n no es nada f¨¢cil; los broches para taparse la nariz ya faltan en los comercios especializados pero los argentinos, como siempre, conseguir¨¢n atarlas con alambre.