Un milagro m¨®dico: encuentro en el and¨¦n
Nos hab¨ªamos visto dos horas antes, volver¨ªamos a vernos en casa en pocas horas m¨¢s, pero nos abrazamos como desconocidos y nos despedimos con dificultad, como si no fu¨¦ramos a reencontrarnos nunca
Buenos Aires es una ciudad hermosa, pero incluso en una ciudad hermosa hay d¨ªas feos. Era jueves. Los edificios extend¨ªan su m¨¢rmol quieto hacia un cielo que parec¨ªa una piscina, pero yo estaba oscura. Prefer¨ªa no existir, regresar a la vida en un momento m¨¢s adecuado. Entonces sucedi¨® algo grandioso. Un milagro de baja intensidad. Caminaba por el and¨¦n del metro, cabizbaja, la angustia bombeando sombras, rodeada por una multitud espesa que caminaba a toda velocidad, cuando vi detenerse ante m¨ª a un hombre hermoso, con su ...
Buenos Aires es una ciudad hermosa, pero incluso en una ciudad hermosa hay d¨ªas feos. Era jueves. Los edificios extend¨ªan su m¨¢rmol quieto hacia un cielo que parec¨ªa una piscina, pero yo estaba oscura. Prefer¨ªa no existir, regresar a la vida en un momento m¨¢s adecuado. Entonces sucedi¨® algo grandioso. Un milagro de baja intensidad. Caminaba por el and¨¦n del metro, cabizbaja, la angustia bombeando sombras, rodeada por una multitud espesa que caminaba a toda velocidad, cuando vi detenerse ante m¨ª a un hombre hermoso, con su camisa azul hermosa, con su bolso de fotograf¨ªa colgando del hombro hermoso. Me mir¨® y me dijo: ¡°Hola, preciosa¡±. Era el hombre con quien vivo. Regresaba de un trabajo, yo iba rumbo a una entrevista. Despu¨¦s supe que ¨¦l, en ese momento, record¨® lo mismo que yo: el d¨ªa en que hace muchos a?os, cuando nos hab¨ªamos distanciado brevemente, nos encontramos por casualidad en el cajero autom¨¢tico de una zona de la ciudad a la que no ¨ªbamos nunca y, obedeciendo a la gravitaci¨®n de las cosas, volvimos a estar juntos. Ahora, d¨¦cadas despu¨¦s, est¨¢bamos nuevamente soldados a la l¨®gica de lo imposible. Supongo que ¨¦ramos todo un espect¨¢culo: una pareja de m¨¢s de 50 abrazada, mir¨¢ndose a los ojos como se mira la gente por primera vez. Nos hab¨ªamos visto dos horas antes, volver¨ªamos a vernos en casa en pocas horas m¨¢s, pero nos abrazamos como desconocidos y nos despedimos con dificultad, como si no fu¨¦ramos a reencontrarnos nunca. No dijimos nada porque no deb¨ªa decirse nada: era s¨®lo un momento que hab¨ªa que vivir. Est¨¢bamos atrapados en un nudo del tiempo. En una broma seria y grandiosa. Ah¨ª estaba el mundo, envi¨¢ndonos una se?al con su fuerza loca y giratoria. No era una se?al de amor. Era m¨¢s enorme. Nos dec¨ªa: ¡°Se buscan en la multitud, tienen la potencia de los guerreros que descansan, el sabor del fuego y de los refugios¡±.