Historia de un beso
La comunidad tuitera comenta la muerte de la protagonista de la foto de Robert Doisneau que dio la vuelta al mundo, pero la imagen ten¨ªa truco
Las mejores ideas, como los Reyes Magos o el amor, suelen durar poco, o menos de lo que desear¨ªamos. Crecer es, de alguna manera, dejar de creer, pero una vez perdida la fe, permanece el recuerdo, que es otra forma de ilusi¨®n. Las redes sociales dejan estos d¨ªas buenos ejemplos de ello.
En varios idiomas (franc¨¦s, ingl¨¦s, alem¨¢n, portugu¨¦s, espa?ol...), vecinos de distintos rincones del mundo comparten en X (antes Twitter) la misma noticia: ha muerto, a los 93 a?os, ...
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Las mejores ideas, como los Reyes Magos o el amor, suelen durar poco, o menos de lo que desear¨ªamos. Crecer es, de alguna manera, dejar de creer, pero una vez perdida la fe, permanece el recuerdo, que es otra forma de ilusi¨®n. Las redes sociales dejan estos d¨ªas buenos ejemplos de ello.
En varios idiomas (franc¨¦s, ingl¨¦s, alem¨¢n, portugu¨¦s, espa?ol...), vecinos de distintos rincones del mundo comparten en X (antes Twitter) la misma noticia: ha muerto, a los 93 a?os, Fran?oise Bornet, la mitad de la c¨¦lebre foto del beso en Par¨ªs realizada por Robert Doisneau en 1950. Es una de las im¨¢genes m¨¢s reproducidas y vendidas de la historia de la fotograf¨ªa ¡ªfigura en carteles, carcasas de m¨®vil, fundas de coj¨ªn...¡ª porque retrata ¡ªo porque se convirti¨® en¡ª un patrimonio universal: la imagen mental que los parisienses y gente que jam¨¢s ha pisado la capital francesa tiene del amor. De ah¨ª que para buena parte de la comunidad tuitera Fran?oise Bornet sea un personaje familiar, una muerte a lamentar en p¨²blico.
La foto, magn¨ªfica, creci¨® gracias a lo que espectadores de todo el mundo proyectaron sobre ella, pero, como en los Reyes Magos, que llevan varios d¨ªas en el trending topic, detr¨¢s hab¨ªa m¨¢s ilusi¨®n que realidad. Lo explicaba el historiador Fernando Siles (@itineratur, 113.000 seguidores) en un excelente hilo de X recuperado estos d¨ªas y que acumula miles de retuits y favoritos. En ¨¦l, relata resumidamente: ¡°Un d¨ªa, la revista Life le pide un reportaje de enamorados en Par¨ªs, y al d¨ªa siguiente, est¨¢ contratando unos actores porque no les vas a explicar a los americanos que eso no es nada f¨¢cil [corr¨ªa 1950]. Hace como si estuviera sentado en la terraza de un caf¨¦, con el Ayuntamiento al fondo, esperando que ocurriera algo extraordinario. Paga a los j¨®venes, env¨ªa las fotos, cobra su dinero, archiva las fotograf¨ªas y se olvida. Pasan 30 a?os. Le piden permiso para vender p¨®steres y, sin saber bien c¨®mo, acaba en las paredes de las habitaciones de los adolescentes de medio mundo. Doisneau no para de recibir cartas de personas que se reconocen en la foto. Hasta se escribe una novela sobre ese fen¨®meno. La verdadera pareja se presenta. Son Fran?oise Bornet y Jacques Carteaud¡±.
Las hijas del fot¨®grafo custodian ahora su archivo. Una de ellas, Annette, ha explicado que odia con todas sus fuerzas la instant¨¢nea que dio fama mundial a su padre. El motivo es el juicio al que Bornet le llev¨® por los derechos de imagen. Doisneau gan¨® porque el tribunal estim¨® que a ella no se la reconoc¨ªa en la foto y porque el hombre que la besaba entonces ¡ªy que le tapa buena parte de la cara¡ª declar¨® a favor del artista. La pareja se hab¨ªa separado meses despu¨¦s del retrato. ¡°A mi padre¡±, contaba Annette, aquello ¡°le cost¨® la vida. Nunca pudo entenderlo. Aunque muri¨® de un problema hep¨¢tico, en el fondo fue la tristeza lo que acab¨® con ¨¦l¡±.
En su hilo de X, Siles recuerda que Doisneau, conocido como el fot¨®grafo de lo cotidiano, confes¨® una vez: ¡°Yo no retrato la realidad como es, sino como me gustar¨ªa que fuera¡±. En el documental A trav¨¦s de la lente, un recorrido sobre su vida y obra, queda claro por qu¨¦: con siete a?os muri¨® su madre, su padre se volvi¨® a casar y su madrastra nunca fue cari?osa con ¨¦l. Vivi¨® dos guerras mundiales, la Gran Depresi¨®n... y poco despu¨¦s de empezar a hacer estupendos reportajes para peri¨®dicos de Par¨ªs, tuvo que irse a trabajar como fot¨®grafo al lugar menos rom¨¢ntico: una f¨¢brica de coches. En cuanto pudo, busc¨® retener, con ayuda de su c¨¢mara, esa belleza que se escurr¨ªa, al igual que se escapa la infancia, convirtiendo cada paseo en la oportunidad de encontrar algo extraordinario, como si todos los d¨ªas fueran la ma?ana de Reyes.