El silencio que dialoga y encarna el misterio
Vivimos en una civilizaci¨®n en la que las palabras, que deber¨ªan ser mensajeras de ilusiones, se han convertido en estridencias pegajosas de odios y de embustes sin remordimiento
Nos sobran palabras y nos falta silencio. Si los billones de palabras y gritos esparcidos por las redes tuvieran precio, acabar¨ªa la pobreza del mundo. El silencio es un extra?o fantasma que asusta m¨¢s que reconcilia. Nuestra civilizaci¨®n se nutre desde que naci¨® del veneno del estruendo f¨ªsico y moral. Y sin embargo la creatividad suele germinar y dar fruto en las planicies de la meditaci¨®n y la soledad.
No hablo de la soledad f¨ªsica sino mental. Se puede estar solos en medio a la multitud vociferante y e...
Nos sobran palabras y nos falta silencio. Si los billones de palabras y gritos esparcidos por las redes tuvieran precio, acabar¨ªa la pobreza del mundo. El silencio es un extra?o fantasma que asusta m¨¢s que reconcilia. Nuestra civilizaci¨®n se nutre desde que naci¨® del veneno del estruendo f¨ªsico y moral. Y sin embargo la creatividad suele germinar y dar fruto en las planicies de la meditaci¨®n y la soledad.
No hablo de la soledad f¨ªsica sino mental. Se puede estar solos en medio a la multitud vociferante y embriagada de ruidos en la soledad forzosa. Las guerras corren por los ra¨ªles del estruendo, asesinan el silencio y marchitan las noches de fantasmas.
La paz no gusta a la lujuria de las armas que se amamanta con el veneno de la discordia y la destrucci¨®n. Si existe un Dios ser¨¢ dif¨ªcil hallarlo porque se esconde en los pliegues del silencio que grita palabras de paz.
Vivimos en una civilizaci¨®n en la que las palabras que deber¨ªan ser mensajeras de ilusiones se han convertido en estridencias pegajosas de odios y de embustes sin remordimiento.
Quien grita m¨¢s alto, quien miente con mayor descaro, encuentra mayor eco y aplauso en la plaza. La velocidad, junto con el ruido, son dos algoritmos que conquistan hoy el mundo. No queda ya espacio ni tiempo para observar en silencio, para escuchar los latidos del alma convertida en cenicienta frente a la realeza del estruendo.
Hoy a los j¨®venes que estudian poca geometr¨ªa, que es tambi¨¦n filosof¨ªa, se les priva de la ilusi¨®n y de la fantas¨ªa de las as¨ªntotas de hip¨¦rbole, esas lineas que se acercan al infinito sin nunca tocarse. ?Infinito? Palabra incomprensible para una sociedad que se alimenta de lo caduco, de lo descartable, de lo ef¨ªmero, de lo que no tendr¨¢ ya el privilegio de brillar ma?ana en un anticuario.
S¨ª, nos sobran palabras, porque la mayor¨ªa est¨¢n hueras. Les falta la fuerza y la savia de las met¨¢foras y su funci¨®n de estar gr¨¢vidas. No son ya como en el inicio del mundo cargadas de vida. Fue el evangelista, Juan, qui¨¦n inici¨® su evangelio, el m¨¢s intelectual de todos, con la enigm¨¢tica frase: ¡°En el principio exist¨ªa la palabra¡ Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada¡±.
Palabra y silencio. El mundo, seg¨²n las mitolog¨ªas fue creado con la conjunci¨®n del silencio y la palabra. Y la palabra puede salvar o destruir. Es misterio y revelaci¨®n a la vez. Hay palabras que son s¨®lo cuchillos que pretenden desgarrar la ilusi¨®n de vivir en un mundo de silencios que salvan.
Tuve por mi trabajo como periodista la ocasi¨®n de conocer y entrevistar a varios genios de las diversas artes, desde la literatura al cine, de la religi¨®n al ate¨ªsmo y curiosamente la mayor¨ªa de ellos eran avaros en sus palabras, geniales en sus silencios. Para citar a uno, recuerdo una entrevista en Roma con el cineasta Federico Fellini, el de sus filmes inmortales. Hab¨ªa que sacarle las palabras con sacacorchos. Repet¨ªa que ya lo hab¨ªa dicho todo en sus pel¨ªculas. Asustaban sus silencios.
Por fin un d¨ªa consegu¨ª que me diera una entrevista, aunque de mala gana. Me cit¨® casi al alba en una sala inmensa y destartalada. Estaba sentado en una mesa en la que cabr¨ªan todos los personajes del cuadro de la ?ltima Cena, de Leonardo da Vinci. A su lado ten¨ªa unas hojas en blanco en las que trazaba, mientras yo intentaba arrancarle alguna respuesta, una serie de garabatos.
Le dije que estaba curioso por saber c¨®mo nac¨ªan los t¨ªtulos de sus pel¨ªculas por ejemplo la ¨²ltima que en aquel momento era: ¡°Y la nave va¡±. Levant¨® los ojos, me mir¨® como extra?ado y sigui¨® dibujando. Por fin se decidi¨® y me explic¨® que el t¨ªtulo no le sal¨ªa de una vez, que iba germinando en ¨¦l como se engendra la vida en el seno de la mujer. Fue como un rel¨¢mpago en su silencio y un grito susurrado, en aquella sala fr¨ªa y destartalada que acab¨® poblada de energ¨ªa entre los silencios y las pocas palabras del artista.
El arte y la cultura en general son m¨¢s silencio que ruido. La etimolog¨ªa de cultura evoca la tierra y su cultivo, la vida que brota de ella, es s¨®lo silencio. No hay ruido ni estridor en las semillas que se pudren y germinan en la oscuridad de la tierra. Ni en la hierba que crece, ni en los frutos que maduran en silencio, sin ruidos. Cada semilla, cada flor en el tapete de la naturaleza, cada gajo de un racimo de uva, son obras de arte que se alimentan del silencio del sol y del canto de la lluvia. ?Qu¨¦ mejor museo de arte que una huerta frondosa?
Cada higo maduro, picoteado por los p¨¢jaros, adornado de gotas de miel es un cuadro que emula la belleza de los mayores genios de los pinceles. Teresa, la santa de ?vila cataba a ¡°la m¨²sica callada y a la soledad sonora¡±. ?El peor de lo ruidos? El de las cadenas arrastradas por los pies de los esclavos. ?Y la m¨²sica mejor? El silencio en el que germina la creatividad.