La democracia pisoteada
La idea de que eran los ciudadanos quienes ten¨ªan que gobernarse y controlar a los poderosos choca con unos votantes que se rinden ante el mensaje trascendente de Trump
Trump volvi¨® a ganar en New Hampshire en las primarias republicanas, y cada vez parece m¨¢s claro que en noviembre pelear¨¢ (previsiblemente) con Biden por la Casa Blanca. Sus ademanes siguen siendo ordinarios, mantiene intacta su prepotencia, y no parece que sus peores maneras vayan a ser penalizadas en las urnas. A sus votantes no les importan sus mentiras ni las cuatro causas penales que pueden conducirlo a la c¨¢rcel, tampoco les hace mella que cuestionara abiertamente los resultados de las ¨²ltimas elecciones ni que alentara el asalto al Capitolio cuando era presidente en funciones. Ha despreciado muchos usos de la democracia, ha pisoteado las instituciones y la separaci¨®n de poderes, y solo le interesa una cosa: tener m¨¢s votos.
Por eso se comprenden tan bien las inquietudes que le transmiti¨® el historiador Timothy Snyder a Andrea Rizzi en una entrevista publicada hace poco en este peri¨®dico. ¡°Creo que, en los ¨²ltimos 30 a?os, la gente se convenci¨® de que la democracia era un mecanismo¡±, le dijo. ¡°Y no es realmente un mecanismo. Es m¨¢s un compromiso existencial cotidiano. No es algo que est¨¦ a nuestro alrededor. Es algo que tenemos que hacer¡±. Lo que pueda ocurrir es tambi¨¦n cosa de todos, y si las cosas se est¨¢n torciendo el responsable no es solo ese poderoso magnate que no duda en recurrir a las peores artima?as para seducir a sus votantes.
Cuando los habitantes de las 13 colonias se movilizaban en la d¨¦cada de los setenta del siglo XVIII para independizarse de la lejana tutela de Gran Breta?a, la atm¨®sfera que entonces se respiraba en sus calles estaba cargada de ideas, de argumentos, de debates. Miraban con curiosidad e inter¨¦s a la Grecia cl¨¢sica, donde hab¨ªa nacido la democracia, y recog¨ªan de los ilustrados el af¨¢n por servirse de la raz¨®n para resolver sus asuntos p¨²blicos. En Los or¨ªgenes ideol¨®gicos de la revoluci¨®n norteamericana, Bernard Bailyn cuenta que, en lo que todos estaban de acuerdo, era en ¡°la incapacidad de la especie, de la humanidad en general, para dominar las tentaciones inspiradas por el poder¡±. ?Qu¨¦ mundo nuevo era el que quer¨ªan crear? Uno en el que ¡°se desconfiara de la autoridad y se la mantuviese en constante observaci¨®n; donde la posici¨®n social de los hombres derivase de sus obras y de sus cualidades personales, y no de diferencias conferidas por su nacimiento; y donde el empleo del poder sobre las vidas de los hombres fuese celosamente guardado y severamente restringido¡±.
Tener la facultad de elegir a los propios gobernantes, pero al mismo tiempo controlar el poder. El plan de la democracia era que los propios ciudadanos pudieran gobernarse (elecciones, separaci¨®n de poderes, respeto a las minor¨ªas, etc¨¦tera), no que viniera alguien desde fuera con una verdad trascendente para que los ciudadanos simplemente le dieran el am¨¦n con su voto. A la manera de Trump con su inmaculada verdad de una Am¨¦rica grande de nuevo: la naci¨®n (ay, ?la naci¨®n!). Lo escribi¨® Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao en La democracia intrascendente: ¡°Somos nosotros quienes decidimos acerca de la verdad, nosotros quienes a partir de esa verdad fundamos un orden, y, conscientes de no disponer de una instancia exterior en la que justificar una conducta o de la que reclamar una sanci¨®n, nosotros quienes debemos responder de las consecuencias de esa verdad y de los l¨ªmites, o los excesos, de ese orden¡±.
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