Contra la desesperanza de los j¨®venes
Nadie puede mantener la alegr¨ªa y la fuerza en un estado permanente de cat¨¢strofe. Ante la falta de expectativas vitales hay motivos para la tristeza, pero tambi¨¦n para la esperanza en la generaci¨®n m¨¢s formada de la historia
No hay futuro. Este mensaje golpea nuestro cerebro a todas horas. Nos preocupa el incremento de ansiedad y depresi¨®n en la sociedad, especialmente en nuestros j¨®venes. Nos aterra, al menos en apariencia, el deterioro de la salud mental que observamos. En este mismo diario, una periodista de 26 a?os escrib¨ªa a la directora para expresar su dolor ante la imposibilidad de decidir su vida, de s...
No hay futuro. Este mensaje golpea nuestro cerebro a todas horas. Nos preocupa el incremento de ansiedad y depresi¨®n en la sociedad, especialmente en nuestros j¨®venes. Nos aterra, al menos en apariencia, el deterioro de la salud mental que observamos. En este mismo diario, una periodista de 26 a?os escrib¨ªa a la directora para expresar su dolor ante la imposibilidad de decidir su vida, de ser madre, ser independiente y sujetar las riendas de su existencia. La carta fue muy difundida y los comentarios sobre la desesperada situaci¨®n de la juventud se multiplicaron en todos los medios, acompa?ados de datos y experiencias sobre lo terrible que es ser joven hoy en d¨ªa. Sin embargo, del mismo modo que nadie puede esperar que las gotas de lluvia persistentes no acaben horadando las rocas del bosque, es ingenuo pensar que miles de mensajes anunciando el apocalipsis no generen nubes oscuras en el coraz¨®n y en la mente. Nadie puede mantener la alegr¨ªa y la fuerza en un estado permanente de cat¨¢strofe.
Hay motivos para la preocupaci¨®n, por supuesto: el nivel de emancipaci¨®n de nuestros j¨®venes es de los m¨¢s bajos de Europa; la precariedad laboral sigue siendo elevada pese a los esfuerzos gubernamentales por aumentar la estabilidad y el salario base; acceder a una vivienda es casi misi¨®n imposible en muchas ciudades de Espa?a. Sumado a la vivencia de una pandemia, se disparan los niveles de ansiedad y se produce un incremento devastador de los suicidios, que son la primera causa de muerte en los j¨®venes. Todo eso es cierto, es grave y hay que denunciarlo. Pero resulta destructivo focalizar d¨ªa tras d¨ªa en las circunstancias dif¨ªciles y dolorosas de las vidas de nuestros j¨®venes y no destacar apenas las positivas, como demuestra la psicolog¨ªa. La reiteraci¨®n de mensajes negativos ahonda en la desesperanza, debilita el esp¨ªritu de lucha y reivindicaci¨®n, frustra las expectativas y el deseo de cambio.
En el aspecto pol¨ªtico, esta situaci¨®n conduce primero a la desafecci¨®n, a la convicci¨®n de que la democracia no resuelve los problemas y despu¨¦s, como consecuencia, a la abstenci¨®n o al voto reaccionario. De estos sentimientos se nutren la extrema derecha y los autoritarismos que vemos crecer en el mundo a la par que la desesperanza colectiva. Una desesperanza estrechamente ligada a la ¡°indefensi¨®n aprendida¡± que investig¨® Martin Seligman y que nos permite comprender por qu¨¦ en ocasiones los seres humanos no reaccionan, no luchan, no se enfrentan a situaciones que seguramente podr¨ªan cambiar y mejorar. El psic¨®logo concluy¨® que las personas sienten impotencia y desamparo cuando perciben que los acontecimientos que rodean sus vidas son incontrolables. Piensan que, hagan lo que hagan, no servir¨¢ de nada y renuncian a cualquier intento de actuaci¨®n, aunque las posibles salidas o soluciones sean posibles o incluso evidentes. Esta situaci¨®n causa perturbaciones emocionales, cognitivas y motivacionales porque desaparece la percepci¨®n de control personal y la sensaci¨®n de libertad.
La fil¨®sofa Hannah Arendt explicaba que se encontraba entre un grupo de mujeres jud¨ªas en un campo de concentraci¨®n franc¨¦s esperando ser entregadas a los alemanes. Miembros de la resistencia francesa consiguieron entrar en el campo y les ofrecieron la posibilidad de huir mediante pasaportes falsos. S¨®lo el 5% de las mujeres aceptaron, y todas salvaron la vida. El resto no crey¨® en la posibilidad de salvaci¨®n y ni siquiera lo intentaron, pese a que sab¨ªan perfectamente lo que las esperaba en manos alemanas. Arendt aprovech¨® la oportunidad: escogi¨® la vida. Las que dudaron acabaron en las c¨¢maras de gas.
Nuestro vocabulario ha incorporado profusamente los t¨¦rminos relacionados con el estr¨¦s, la ansiedad, la depresi¨®n¡ Pero sobreutilizar el lenguaje tiene tambi¨¦n consecuencias negativas: se convierte en una profec¨ªa autocumplida. El psic¨®logo Darby Saxe alerta en The New York Times sobre los efectos nocivos de abusar de los t¨¦rminos de salud mental en redes sociales y programas medi¨¢ticos, seg¨²n estudios recientes en Australia y Reino Unido. Definitivamente, este no es el modo de ayudar a nuestros j¨®venes deprimidos.
Del mismo modo que hay motivos para la tristeza, los hay tambi¨¦n para la esperanza. Nuestros j¨®venes son los m¨¢s formados de la historia, con el inmenso capital de estimulaci¨®n, conocimiento y pasi¨®n que eso implica. Son los que m¨¢s se involucran en actividades de voluntariado y compromiso social. Son los m¨¢s emprendedores desde que tenemos registros. Tienen capacidad para viajar por el mundo y llegar a lugares jam¨¢s so?ados por las generaciones anteriores. Adem¨¢s, disponen de medios para conectarse y relacionarse v¨ªa redes que potencian al m¨¢ximo sus capacidades. Cuentan con la ayuda de padres y abuelos para sobrevivir. Hay margen para la esperanza.
Escrib¨ªa Irene Vallejo que es muy duro empezar una jornada que no prometa ninguna alegr¨ªa, ya que necesitamos que ella exista como posibilidad. Necesitamos dar peso pol¨ªtico a la juventud, gestionar las expectativas y afrontar las dificultades. El futuro nunca est¨¢ escrito: ni lo estaba antes, ni lo est¨¢ ahora.