Ma?ana en La Chalana piensa en m¨ª
El ¡®caso Koldo¡¯ apunta al n¨²cleo de la justificaci¨®n hist¨®rica con que un Gobierno se explica a s¨ª mismo y ante los dem¨¢s
A Pedro S¨¢nchez lo han comparado a Napole¨®n, a Julien Sorel, a lady Macbeth y ¡ªcasi casi¡ª a la peste bub¨®nica: d¨¦jenme ser el primero en compararlo a un oscuro primer ministro brit¨¢nico llamado Harold Macmillan. En principio, son especies distintas del animal pol¨ªtico. Uno era un viejo tory; el otro es un socialista moderno. Uno enfermaba antes de comparecer en el Parlamento; el otro, antes que ponerse malo, ha llegado incluso a poner a ?scar Puente. Algunos cambios los da la ¨¦poca: a S¨¢nchez le gusta la m¨²sica indie y a Macmillan le gustaba la literatura lluviosa del siglo XIX. Ambos, sin embargo, coinciden en el perfil: pol¨ªticos en¨¦rgicos, con prop¨®sito reformista, af¨¢n nivelador y una preocupaci¨®n insistente por ser contempor¨¢neos. Los dos entienden bien el fr¨ªo del poder: S¨¢nchez ha llegado a inmolar a sus m¨¢s cercanos y Macmillan ces¨® a siete ministros una noche. A Macmillan le llamaban ¡°el imp¨¢vido¡±; S¨¢nchez ha querido hacer leyenda como resistente. S¨ª, algunos cambios los da la ¨¦poca: Macmillan fue h¨¦roe de guerra y S¨¢nchez solo superviviente del Comit¨¦ Federal.
Sus problemas tambi¨¦n son parecidos. Hace 60 a?os, el caso Profumo descoloc¨® el sistema pol¨ªtico brit¨¢nico. El ministro de Guerra, Jack Profumo, hab¨ªa tenido una breve liaison con la corista Christine Keeler, quien a su vez se ve¨ªa con Yevgueni Ivanov, agregado naval, por no decir esp¨ªa, de los sovi¨¦ticos. Interpelado en los Comunes, el ministro minti¨® y el Gobierno de Macmillan iba ya a tener las horas contadas. Eran tiempos m¨¢s pacatos, sobre todo en el pacato Reino Unido. El caso Profumo, sin embargo, propici¨® algo m¨¢s que el entretenido estupor con que se siguen los esc¨¢ndalos sexuales. Gener¨® un impacto de descr¨¦dito hacia una clase gobernante aristocr¨¢tica en la que hasta entonces se confiaba. Min¨® el prestigio del poder al confirmar las sospechas sobre su doble moral. Y as¨ª, no solo ¡°sell¨® la decadencia del viejo establishment brit¨¢nico¡±, como escribe Wedgwood-Benn: tambi¨¦n deton¨® el comienzo de un nuevo torismo meritocr¨¢tico que culminar¨ªa con la Thatcher.
Si la de Profumo parece una historia de Graham Greene, la de Koldo bien puede estar entre Torrente y Bigas Luna: el fuste de la humanidad se tuerce de maneras bien diversas. A la vez, el efecto desmoralizador y desmovilizador resulta similar. Macmillan form¨® Ejecutivos cuajados de etonianos, la crema del pa¨ªs. S¨¢nchez, guapo como Trudeau y moderno como un l¨ªder liberal holand¨¦s ¡ª?esas solapas afiladas!¡ª, mont¨® un ¡°Gobierno bonito¡±: paritario, tecnocr¨¢tico, cient¨ªfico en tiempos pand¨¦micos y siempre europe¨ªsta con sello Von der Leyen. Hasta un astronauta ten¨ªa: un Gobierno precioso. Su legitimidad intelectual no proven¨ªa, como en el felipismo dorado, de los cuerpos del Estado, sino de las ¨¦lites tuiteras de polit¨®logos y cient¨ªficos sociales, opinadores y tertulianos, s¨²bitamente coagulados en torno a un Ejecutivo nacido contra la corrupci¨®n y la austeridad del PP. Nadie ha recordado que la moci¨®n de censura contra Rajoy la present¨® Jos¨¦ Luis ?balos: ?la gran belleza! Su tono en la sesi¨®n iba a ser tan apabullante que Torquemada pod¨ªa haber pasado por exministro de UCD. Rajoy, hombre de atenuaciones, no tuvo m¨¢s remedio que acusarle de ¡°exagerar ret¨®ricamente¡±. En un momento dado, le lanz¨® una pregunta que a¨²n espera el bateo: ¡°Se?or ?balos, ?pueden ustedes presumir de incorruptos?¡±.
Como el caso Profumo, el caso Koldo apunta a la vena cava de la justificaci¨®n hist¨®rica con que un Gobierno se explica a s¨ª mismo y ante los dem¨¢s. ?balos hab¨ªa estado en la Covadonga del sanchismo, en la ¨¦pica del Peugeot. De ¨¦l depend¨ªan entonces muchas n¨®minas e iban a depender muchos contratos. As¨ª, el caso Koldo ha irrumpido en el relato de S¨¢nchez como un eructo de La Chalana en una charla sobre la Agenda 2030, pero ¡ªigual que en tiempos de Macmillan¡ª el da?o no queda ah¨ª: pone a ojos de todos las leyes de hierro que operan en las oligarqu¨ªas partidistas; nos habla de la parasitaci¨®n del Estado por esos mismos intereses de partido, y desmoraliza y desmoviliza y genera desapegos, como toda corrupci¨®n. Si uno quiere saber si es justo en su aproximaci¨®n a ?balos, basta preguntarse qu¨¦ pensar¨ªa si habl¨¢ramos, por ejemplo, de Federico Trillo.
Tras un vertido de BP en el golfo de M¨¦xico, Obama acert¨® a sintetizar en una frase todo un manual de gesti¨®n de comunicaci¨®n de crisis: pregunt¨® a qui¨¦n ten¨ªa que darle la patada en el culo. El Gobierno ha aplicado la lecci¨®n con ejemplaridad, aunque no solo se ha limitado a poner el cortafuegos en torno a ?balos. Ah¨ª est¨¢ el disimule de tantos medios. Los se?uelos y bengalas ¡ªTellado, Ayuso¡ª para desenfocar la atenci¨®n. Incluso alg¨²n que otro reportaje seg¨²n el cual Koldo no era malo, sino que era un pringa¨ªllo. Pero la crisis es grande cuando se necesitan una amnist¨ªa y un ayusazo para taparla.
Decir que la legislatura acaba de empezar es un mensaje bien tirado. Sin embargo, la misma La Moncloa que desde fuera parece un jard¨ªn se vive desde dentro como una ciudadela asediada: toda euforia hay que entenderla como publicidad. Abstraigamos para ver d¨®nde est¨¢bamos hace un mes, d¨®nde estaremos en un par de meses. Y ah¨ª aparece el tembleque en cada sesi¨®n parlamentaria. El espejo portugu¨¦s. La sorpresa de las catalanas, la incertidumbre de las vascas y la agon¨ªa de las europeas. El chute de licor caf¨¦ gallego de Feij¨®o y el licuado de Vox. Y un Gobierno que pas¨® de la ambici¨®n tecnocr¨¢tica al enroque del muro y de los nombres con peso a los ministros sin perfil. El mercado del argumentario pol¨ªtico, en fin, va tan a la baja que ya se trata de preferir el olor de una corrupci¨®n al olor de la otra.
S¨¢nchez introdujo un factor de incertidumbre en una pol¨ªtica espa?ola hasta entonces sencilla de leer: a saber si, en verdad, la legislatura acaba de empezar. Es f¨¢cil pensar, en todo caso, que tiene m¨¢s tiempo por detr¨¢s que por delante. El caso Profumo, como se ha dicho, fue el preludio de un nuevo torismo. El caso Koldo reescribe el mito de un Gobierno sin pecado concebido. Macmillan dec¨ªa que lo m¨¢s dif¨ªcil de la pol¨ªtica eran ¡°los imprevistos, hijo, los imprevistos¡±: nadie dudaba qu¨¦ iban a ser PSOE o PP despu¨¦s de Gonz¨¢lez o Aznar, pero es arriesgado aventurar qu¨¦ ser¨¢ el PSOE despu¨¦s de S¨¢nchez. Y en cualquier momento comienzan a soplar esos que tambi¨¦n Macmillan fue el primero en llamar ¡°vientos de cambio¡±.
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