El Reino Unido que no podr¨¢ ver Jo Cox
La diputada laborista asesinada en 2016 jam¨¢s sabr¨¢ que su muerte sent¨® un precedente extra?o y oscuro
Una mujer guapa. Eso pienso. Una mujer de ojos claros, sonrisa radiante, y la mirada de la determinaci¨®n. Jo Cox nos mira desde cualquiera de las im¨¢genes que busquemos de ella y esos son los tres rasgos que m¨¢s destacan de ella. En cualquiera de los obituarios que se pueden leer sobre la pol¨ªtica laborista asesinada en 2016, a los 42 a?os, se hace gala de todo lo que hizo en tan poco tiempo.
Nacida en 1974 y criada en un entorno de clase trabajadora en Yorkshire, fue la primera d...
Una mujer guapa. Eso pienso. Una mujer de ojos claros, sonrisa radiante, y la mirada de la determinaci¨®n. Jo Cox nos mira desde cualquiera de las im¨¢genes que busquemos de ella y esos son los tres rasgos que m¨¢s destacan de ella. En cualquiera de los obituarios que se pueden leer sobre la pol¨ªtica laborista asesinada en 2016, a los 42 a?os, se hace gala de todo lo que hizo en tan poco tiempo.
Nacida en 1974 y criada en un entorno de clase trabajadora en Yorkshire, fue la primera de su familia en acceder a la universidad. Y no a cualquiera, sino a la Universidad de Cambridge, donde le cost¨® adaptarse al ambiente elitista y privilegiado. Aun as¨ª, logr¨® hacer grandes amigos y se licenci¨® en Ciencias Pol¨ªticas. Iba lanzada hacia lo que acab¨® siendo su mayor preocupaci¨®n: ayudar a aquellos con menos recursos en todas las escalas, desde su propia regi¨®n a refugiados y ni?os afectados por conflictos internacionales. Lo hizo primero desde oeneg¨¦s y como asesora a distintos miembros del Parlamento de corte laborista.
Mientras Jo Cox se inicia en la pol¨ªtica activa, el Reino Unido est¨¢ en plena metamorfosis. Son los a?os en que los pubs dan paso a los wine bars o bares de vinos refinados, en los que el pop nacional ¡ªconocido como britpop¡ª se convierte en una moda que recorre el mundo y Tony Blair se hace fotos con los miembros de las bandas m¨¢s conocidas en plena campa?a electoral para acceder a Downing Street. Se populariza el t¨¦rmino Cool Britannia, que remite a una vuelta triunfal de la centralidad de la cultura brit¨¢nica a la cultura pop ¡ªinspirada en el poema Second Coming, de W.B. Yeats¡ª, y se celebra constantemente la bandera, la Union Jack, en todos sus formatos. La bonanza econ¨®mica permite una cultura del lujo en la que se mezclan los Beckham, Oasis y la especulaci¨®n inmobiliaria para las Olimpiadas de Londres en 2012.
Los finales de los noventa y principios de los dos mil son en el Reino Unido la era de la iron¨ªa fina o el sarcasmo m¨¢s crudo. Los tabloides, ya de por s¨ª feroces, compiten con una nueva cultura en los medios, la del lad, que auparon revistas de amplia circulaci¨®n como Loaded o FHM, dirigidas a un p¨²blico masculino y heterosexual en las que el discurso celebra posiciones anti intelectuales, y se desprecia la cultura en favor del sexismo, el f¨²tbol y las farras alcoh¨®licas.
El idealismo pol¨ªtico de Cox no tiene espacio en esta resignificaci¨®n de Albi¨®n en la que hasta Tony Blair le da un lavado de cara a su propio partido y lo bautiza como New Labour. Nadie quiere identificarse con viejos postulados en el momento de crecimiento econ¨®mico m¨¢s sostenido y estable de los ¨²ltimos 200 a?os.
Uno de sus mejores amigos de la universidad, Dorian Lynskey, relataba en un emocionante obituario sobre su amiga fallecida c¨®mo durante todos esos a?os ve¨ªan a Cox trabajar incansablemente en causas humanitarias, cada d¨ªa m¨¢s involucrada en la pol¨ªtica parlamentaria, mientras ellos iban a fiestas, c¨®cteles y conciertos. No hab¨ªa tiempo que perder y todo el mundo parec¨ªa estar pas¨¢ndoselo bien menos Jo.
Como suele suceder, todo movimiento social acaba siendo pendular. Despu¨¦s del gran entusiasmo y la celebraci¨®n patri¨®tica, en el Reino Unido llegaron los a?os del desencanto. La guerra de Irak tuvo un costo importante y, pese a que Blair logr¨® consolidar pol¨ªticas redistributivas que no dejaron las desigualdades de d¨¦cadas anteriores con Thatcher para la clase trabajadora, comenzaba a imponerse un fen¨®meno social que se consolidar¨ªa durante los primeros diez a?os del nuevo milenio: pese a la crisis econ¨®mica mundial que empez¨® con Lehman Brothers, el mercado inmobiliario de las grandes megal¨®polis como Londres sigui¨® subiendo. El favorecimiento de la compra en vez del alquiler, la proliferaci¨®n del turismo sin control y el auge de los distritos financieros globales y las grandes fortunas ¡ªLondres era en 2022 la cuarta ciudad m¨¢s rica y que concentraba m¨¢s millonarios en todo el mundo¡ª modific¨® el h¨¢bitat de ciudades que eran consideradas el hogar de las clases medias y la peque?a burgues¨ªa.
En este contexto, Jo Cox entra a trabajar en el Parlamento como diputada en 2015. No est¨¢ de m¨¢s recordar a qu¨¦ Parlamento entra: tras un gobierno del laborista Gordon Brown, David Cameron ha ganado en dos elecciones el gobierno para los tories, eso s¨ª, en coalici¨®n. En ese a?o, ya comienza a hacer mella el euroescepticismo, y Nigel Farage, l¨ªder de UKIP, con pol¨ªticas anti inmigrantes y uno de los principales partidarios del Brexit, consigue tres millones de votos.
Cox, que hab¨ªa sido elegida como miembro del Parlamento entre una lista de varias mujeres, se encuentra de lleno en un espacio muy conservador y muy masculinizado, y se convierte enseguida en una de las voces m¨¢s notables de un partido laborista en crisis. Establece alianzas con pol¨ªticos de sectores contrarios para defender una pol¨ªtica exterior no beligerante, escribe a favor de la migraci¨®n y en contra del Brexit. Trabaj¨® de manera espec¨ªfica investigando casos de islamofobia, contra el bloqueo en la franja de Gaza y para paliar una de las grandes epidemias del Reino Unido: la soledad.
Cox es en ese momento una mujer joven, entusiasta y de clase trabajadora con dos hijos, a¨²n una rareza en un ambiente tan estratificado como el de la alta pol¨ªtica londinense. S¨¦ de lo que hablo: en alguna ocasi¨®n que pude estar en los pasillos del Parlamento, consegu¨ª llegar a uno de los pubs que hay en su interior. Su p¨²blico eran enteramente hombres mayores de 60 a?os tomando pintas de cerveza, a los que una campanilla les avisaba cuando ten¨ªan que ir a votar una u otra ley.
Jo Cox fue asesinada en plena campa?a del refer¨¦ndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Uni¨®n Europea en junio de 2016. Thomas Mair, de 52 a?os, vinculado al grupo neonazi estadounidense Alianza Nacional, le dispar¨® y apu?al¨® reiteradas veces en una aparici¨®n p¨²blica, al grito de ¡°Gran Breta?a primero¡±. Pese al shock que supuso, tanto nacional como internacional, la narrativa al principio lo tach¨® de un loco, un lobo solitario enajenado. Lo cierto es que, como advert¨ªa la investigaci¨®n del think tank RUSI, la amenaza del terrorismo de extrema derecha se ha convertido en una preocupaci¨®n cada vez mayor para los servicios policiales, de inteligencia y de seguridad del Reino Unido. El caso de Cox ven¨ªa precedido del asesinato en 2013 en Reino Unido de Muhammed Saleem por parte del estudiante ucranio Pavlo Lapshyn (que tambi¨¦n atac¨® tres mezquitas con artefactos explosivos).
Jo Cox cumplir¨ªa en estos d¨ªas 50 a?os. A pocos d¨ªas de las elecciones en las que los laboristas se pelean por alcanzar de nuevo el poder, recuerdo a otras mujeres j¨®venes como ella en el metro de Londres, vestidas con el uniforme cl¨¢sico de oficinista inglesa: falda por debajo de la rodilla, zapatos c¨®modos, y camisa blanca. El metro, junto al pub, es uno de los pocos espacios interclasistas que quedan en Londres. Se mezclan yuppies, estudiantes, camareros. A estas alturas del a?o, la mayor¨ªa se aflojan la corbata, se quitan las medias y resoplan por el calor. Ya ha pasado la primavera y el verano se les echa encima.
A veces pienso en Jo Cox y en el obituario de su amigo. En ¨¦l cuenta, emocionado, como pasaron el fin de a?o bailando en una fiesta en 1999. Cuando alguien muere repentinamente, queda fijado, como congelado en el tiempo para siempre. Cox no vivi¨® el Brexit, el ascenso de la ultraderecha en Europa, jam¨¢s sabr¨¢ que su muerte sent¨® un precedente extra?o y oscuro, o que su asesino es glorificado en foros de extremistas. No podr¨¢ disfrutar de que se hab¨ªa convertido en una de las principales candidatas a futuro de su partido. Hasta los tories miraban su ascenso con preocupaci¨®n.
A pocos d¨ªas de las elecciones, su rostro joven reaparece, algo diluido para muchos, a¨²n muy presente para m¨ª, quiz¨¢s por ese mismo obituario en el que su amigo recuerda lo que es ser joven y bailar hasta el amanecer cuando tienes toda la vida por delante.