Orgullosos de ser racistas
El racismo ha dejado de ser un sentimiento vergonzante, algo especialmente grave en un pa¨ªs y un continente de emigrantes
Gran parte de la historia de Europa se funda sobre dos sentimientos repugnantes: el racismo y el clasismo. Incluso las sociedades antiguas sobre las que basa nuestra idea de democracia, la Grecia cl¨¢sica y la Rep¨²blica romana, estaban ferozmente divididas en clases que marcaban todos los aspectos de la vida cotidiana, incluso la vestimenta ¡ªel pa?o y el color de las t¨²nicas quedaban determinados por la clase social y era un delito muy grave hacerse pasar por otro con un color inapropiado¡ª. En ...
Gran parte de la historia de Europa se funda sobre dos sentimientos repugnantes: el racismo y el clasismo. Incluso las sociedades antiguas sobre las que basa nuestra idea de democracia, la Grecia cl¨¢sica y la Rep¨²blica romana, estaban ferozmente divididas en clases que marcaban todos los aspectos de la vida cotidiana, incluso la vestimenta ¡ªel pa?o y el color de las t¨²nicas quedaban determinados por la clase social y era un delito muy grave hacerse pasar por otro con un color inapropiado¡ª. En Los miserables, V¨ªctor Hugo relata la historia de la persecuci¨®n implacable que sufre un hombre, Jean Valjean, que un d¨ªa rob¨® un trozo de pan. El delito de Valjean, como el de millones de europeos entonces, era sencillamente ser pobre y tratar de dejar de serlo.
El racismo tambi¨¦n ha sido otra idea central en el desarrollo de Occidente. Todo el colonialismo se basa en el concepto de que unos pueblos son superiores a otros y que, por lo tanto, necesitan la tutela de los blancos. Adem¨¢s, ya que estaban por ah¨ª, se quedaban con sus recursos naturales. La esclavitud, que depend¨ªa del color de la piel y del nacimiento, fue esencial para el desarrollo de muchas econom¨ªas occidentales y, conviene no olvidarlo, Espa?a fue el ¨²ltimo pa¨ªs europeo en abolirla: en Cuba no se ilegaliz¨® hasta 1886. La idea de que unas razas eran superiores a otras llev¨®, adem¨¢s, a la mayor cat¨¢strofe que ha conocido el mundo: el nazismo.
Todo el r¨¦gimen nacionalsocialista se basaba en la pureza de sangre y en el racismo. De hecho, cuando Hitler lleg¨® al poder, los estancos comenzaron a vender formularios para consignar la genealog¨ªa familiar, que resultaban esenciales para la supervivencia social, al principio, y para la mera supervivencia despu¨¦s. Cuando el mundo despert¨® de la Segunda Guerra Mundial, qued¨® claro que el racismo solo llevaba a un lugar. Esto deber¨ªa haber sido suficiente para borrarlo para siempre, al igual que el cataclismo de la guerra de los Treinta A?os desemboc¨® en la paz de Westfalia de 1648, un tratado que acab¨® con los conflictos de religi¨®n en Europa y sent¨® las bases de las relaciones internacionales ¡ªHitler odiaba ese acuerdo¡ª. Tambi¨¦n est¨¢ la ciencia, que ha demostrado que hablar de razas es absurdo y que las diferencias entre los seres humanos son inapreciables ¡ªtodos compartimos un 99,9% del genoma y el 96% con los chimpanc¨¦s¡ª. Pero, curiosamente, los racistas suelen despreciar la ciencia.
El racismo no qued¨® ni mucho menos erradicado, pero la descolonizaci¨®n, los a?os sesenta, el movimiento de los derechos civiles hicieron que, por lo menos, se convirtiese en un sentimiento vergonzante que pol¨ªticamente solo reivindicaban ¡ªy no siempre de manera p¨²blica¡ª algunos partidos, a los que a muchos les daba verg¨¹enza confesar que votaban, o que se ejerc¨ªa en p¨²blico bajo el anonimato de la masa de un estadio de f¨²tbol. Sin embargo, en los ¨²ltimos a?os algo ha cambiado y, de repente, no pasa nada por ser racista sin complejos, por relacionar la delincuencia con la inmigraci¨®n en contra de todos los datos ¡ªcomo hizo el l¨ªder del PP Alberto N¨²?ez Feij¨®o en julio¡ª, por promover noticias falsas contra inmigrantes en redes sociales que acaban con revueltas en numerosas ciudades ¡ªcomo ha ocurrido en el Reino Unido a principios de este mes¡ª o por clasificar a un contrincante pol¨ªtico por el color de su piel ¡ªcomo ha hecho Donald Trump con Kamala Harris¡ª. Todo esto da mucha verg¨¹enza. En Espa?a, adem¨¢s, es un insulto especialmente grave en un pa¨ªs y un continente de emigrantes. Pero tambi¨¦n produce bastante miedo: declaraciones como estas, pronunciadas por l¨ªderes pol¨ªticos de partidos importantes de todo Occidente, abren una puerta, marcan un camino, cuyo final ya conocemos.
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