La Biblia de los bulos
La izquierda y la derecha comparten una ¨²nica verdad: hay muchas mentiras. Pero discrepan en c¨®mo atajarlas
La izquierda y la derecha comparten una ¨²nica verdad: hay muchas mentiras. Pero discrepan en c¨®mo atajarlas. La izquierda quiere intervenciones severas contra los difusores de falsedades, siguiendo en este asunto la filosof¨ªa del Antiguo Testamento: ¡°El que practica el enga?o no morar¨¢ en mi casa; el que habla mentiras no permanecer¨¢ en mi presencia¡± (Salmo 101, 7). La derecha conf¨ªa en la capacidad de los ciudadano...
La izquierda y la derecha comparten una ¨²nica verdad: hay muchas mentiras. Pero discrepan en c¨®mo atajarlas. La izquierda quiere intervenciones severas contra los difusores de falsedades, siguiendo en este asunto la filosof¨ªa del Antiguo Testamento: ¡°El que practica el enga?o no morar¨¢ en mi casa; el que habla mentiras no permanecer¨¢ en mi presencia¡± (Salmo 101, 7). La derecha conf¨ªa en la capacidad de los ciudadanos para cribar lo cierto de lo falso, m¨¢s en l¨ªnea con el Nuevo Testamento: ¡°Y conocer¨¦is la verdad, y la verdad os har¨¢ libres¡± (Juan 8, 32).
Esta divergencia es s¨ªntoma de inteligencia, porque los mismos expertos que nos advierten desde hace a?os de la propagaci¨®n de bulos por las redes sociales tampoco han llegado a un consenso sobre c¨®mo frenarla. Saben que vivimos hechizados por falsedades y que eso facilita el racismo y los delitos de odio en nuestras ciudades, am¨¦n de la tergiversaci¨®n de elecciones en muchos pa¨ªses por parte de intereses siniestros. Pero no encuentran la varita m¨¢gica para desembrujarnos.
Los estudios y metaestudios muestran efectos limitados de los tratamientos habituales, como verificadores, se?ales de alarma, rectificaciones o programas de alfabetizaci¨®n digital. Contrarrestar las mentiras con verdades provoca efectos secundarios no deseados: el garante de la verdad puede ser visto como un agente pol¨ªtico, y la propia dicotom¨ªa verdadero-falso como un dogma ideol¨®gico. Las iniciativas mejor intencionadas suelen chocar con el principio de asimetr¨ªa de la patra?a (tambi¨¦n llamado ley de Brandolini): la energ¨ªa necesaria para refutar una patra?a es de un orden de magnitud mayor que la necesaria para producirla.
Y cuando el futuro se oscurece, es bueno mirar al pasado. A la primera revoluci¨®n medi¨¢tica, cuando el abaratamiento del papel y la impresi¨®n llenaron las calles de peri¨®dicos sensacionalistas. Se publicaban todo tipo de bulos, como el hundimiento del Maine por parte de Espa?a, que precipit¨® la guerra hispano-estadounidense de 1898; o que en la Luna hab¨ªa una civilizaci¨®n de hombres-murci¨¦lago, tal y como afirm¨® el New York Sun en 1835. Pero, gracias a la autorregulaci¨®n de la prensa, el activismo de los jueces y unos lectores hartos de mentiras, el modelo Sun fue reemplazado por el rigor del Times.
Tiene pues raz¨®n la derecha en que la verdad no se impone con r¨¢pidas medidas del Gobierno, sino con lentas acciones de la sociedad. Pero hagamos algo, como sugiere la izquierda, para acelerar ese proceso. Que no nos cueste otra guerra.