?Qu¨¦ sigue en Venezuela?
Nicol¨¢s Maduro parece decidido a imponer su posici¨®n y gobernar ¡°por las malas¡±, mientras la oposici¨®n parece orientarse hacia el aumento de la presi¨®n internacional ante lo que consideran un fraude electoral
En Venezuela, tenemos a dos actores principales que establecen como condici¨®n para negociar que se reconozcan los resultados de las elecciones del pasado 28 de julio, cada uno a su favor. Sin embargo, el problema radica en que estos resultados se basan en dos realidades irreconciliables: una comprobable y otra sin sustento leg¨ªtimo para sostenerse.
Por un lado, Nicol¨¢s Maduro, proclamado ganador por el Consejo Nacional Electoral (CNE) en un proceso lleno de irregularidades y falta de transparencia, insiste en convocar a un di¨¢logo centrado en el futuro, asumiendo su rol como presidente y afirmando que continuar¨¢ en el cargo. Por otro lado, Edmundo Gonz¨¢lez, apoyado por Mar¨ªa Corina Machado, ha llamado a negociar para llevar a cabo la transici¨®n del mando de Maduro a Gonz¨¢lez, ya que la oposici¨®n sostiene, con base en las actas oficiales, que Gonz¨¢lez fue el verdadero ganador con casi el 70% de los votos. Estas dos posiciones son tan antag¨®nicas que resulta dif¨ªcil imaginar una resoluci¨®n cercana al conflicto.
Ante este escenario, Maduro parece decidido a imponer su posici¨®n y gobernar ¡°por las malas¡±, intensificando la represi¨®n, persiguiendo a l¨ªderes pol¨ªticos y de la sociedad civil, y ejerciendo un control m¨¢s f¨¦rreo sobre el pa¨ªs. ?Es este modelo sostenible?
Por su parte, la oposici¨®n parece orientarse hacia el aumento de la presi¨®n internacional ante lo que consideran un fraude electoral. Gran parte de la comunidad internacional insiste en no reconocer los resultados anunciados por el CNE hasta que no haya una demostraci¨®n comprobable de los votos desagregados por centros electorales; esto incluye a algunos aliados tradicionales del chavismo en la regi¨®n, como Colombia y Brasil, o en el caso de Europa, Espa?a, que ahora ha recibido en su territorio a Edmundo Gonz¨¢lez, y quiz¨¢s sin pretenderlo se ha convertido en otro actor clave en la resoluci¨®n de la crisis poselectoral venezolana.
Si Maduro pretende juramentarse el 10 de enero de 2025 con el apoyo de las Fuerzas Armadas venezolanas, la crisis y el conflicto en la regi¨®n se intensificar¨ªan. Es el momento de actuar antes de que sea demasiado tarde.
?Negociar? ?C¨®mo?
No negociar ser¨ªa enterrar la pol¨ªtica en Venezuela, y ese parece ser el plan de Maduro: imponer su voluntad y consolidar un sistema en el que el di¨¢logo y la pol¨ªtica se limiten a niveles simb¨®licos, vaciados de contenido y sin comprometer su permanencia en el poder, es decir, sin alternancia.
El Gobierno de Maduro tiene pocos incentivos para negociar con la oposici¨®n. Las sanciones impuestas por Estados Unidos, debido a sus consecuencias econ¨®micas, parecen ser el ¨²nico factor que podr¨ªa motivar al oficialismo a entablar una negociaci¨®n. Una buena parte de los actores involucrados est¨¢n a la espera los resultados de la elecci¨®n del pr¨®ximo 5 de noviembre en Estados Unidos, ya que, dependiendo de quien obtenga la victoria, las estrategias sobre el tema Venezuela podr¨ªan ser muy distintas.
Aqu¨ª surge un posible enfoque sobre el ¡°c¨®mo¡±. La negociaci¨®n debe ser entre venezolanos, pero la oposici¨®n debe mantener una interlocuci¨®n cercana con Estados Unidos. Adem¨¢s, Estados Unidos puede desempe?ar un rol m¨¢s constructivo; negociar sanciones o licencias petroleras sin abordar el problema de fondo del sistema democr¨¢tico en Venezuela es un error. Los acuerdos de Doha, sin la representaci¨®n de la oposici¨®n, fueron un error. Separar los procesos de Doha y Barbados tambi¨¦n fue un error.
En esta coyuntura, Colombia y Brasil han desempe?ado un rol m¨¢s activo, intentando ir m¨¢s all¨¢ de la facilitaci¨®n de Noruega y buscando ser mediadores de la crisis. Ambos gobiernos han ofrecido opciones de soluci¨®n para un acuerdo negociado. Sin embargo, surge la pregunta: ?Existen actualmente las condiciones necesarias para alcanzar un acuerdo entre dos partes que no mantienen ning¨²n tipo de comunicaci¨®n?, ?o es m¨¢s viable que sus esfuerzos de mediaci¨®n se enfoquen en lograr que representantes de Nicol¨¢s Maduro y de la oposici¨®n venezolana, a trav¨¦s de la Plataforma Unitaria Democr¨¢tica (PUD) y sus l¨ªderes leg¨ªtimos, establezcan un canal directo de negociaci¨®n?
Es precisamente en este contexto donde Espa?a podr¨ªa desempe?ar un papel m¨¢s activo en la resoluci¨®n del conflicto. El Gobierno de S¨¢nchez ha sido cauteloso al evitar asumir un rol directo como mediador o facilitador con el fin de preservar v¨ªas de di¨¢logo abiertas con las partes, a sabiendas de las posturas intransigentes del Gobierno de Maduro. No obstante, la creaci¨®n de espacios seguros para facilitar canales de comunicaci¨®n directos y fiables entre los actores podr¨ªa ser un paso decisivo para aliviar tensiones y promover un acercamiento.
Asimismo, es necesario que los partidos pol¨ªticos espa?oles busquen construir consensos bipartidistas que trasciendan el mero discurso y faciliten la implementaci¨®n de acciones institucionales m¨¢s eficaces para contrarrestar la consolidaci¨®n de un autoritarismo en Venezuela. Es crucial que la causa venezolana no se instrumentalice ¨²nicamente como un medio para fomentar la polarizaci¨®n interna, la cual nada contribuye a los venezolanos.
?Qu¨¦ negociar?
El conflicto venezolano se ha transformado y agudizado con el tiempo. Aunque se han celebrado varias rondas de negociaci¨®n, no fue hasta los encuentros en M¨¦xico y Barbados que se lograron algunos acuerdos concretos, aunque pocos de ellos se han cumplido. Es v¨¢lido preguntarse si basta con negociar sobre elecciones o sanciones. Los resultados del 28 de julio indican que no es suficiente.
En Venezuela, debe negociarse la coexistencia de ambos bloques. Esto implica reconocer el derecho tanto de un chavismo democr¨¢tico, como de la oposici¨®n de existir, competir y acceder al poder, sin que esto signifique dejar sin respuesta lo ocurrido el pasado 28 de julio. Los ¨²ltimos 25 a?os en Venezuela han estado marcados por el intento de no solo derrotar al adversario, sino de eliminarlo del mapa pol¨ªtico. El chavismo, ahora bajo el liderazgo de Maduro, ha hecho todo lo posible para evitar que la oposici¨®n acceda al poder. Por su parte, la oposici¨®n promete que, si llega al poder, el chavismo no volver¨¢ jam¨¢s.
Es hora de que ambas partes comprendan que los intentos de eliminar completamente al otro han fracasado y que es momento de negociar la coexistencia de ambos proyectos pol¨ªticos.
Aplicando el principio de que ¡°en pol¨ªtica quien gana no lo gana todo para siempre y quien pierde no lo pierde todo para siempre¡±, tanto el chavismo democr¨¢tico como la oposici¨®n deben acordar no solo las condiciones para una elecci¨®n relativamente competitiva, sino tambi¨¦n un pacto de convivencia y distribuci¨®n del poder por al menos dos a?os posteriores a las elecciones, con garant¨ªas y espacios para los perdedores.
?Qu¨¦ sigue en Venezuela?
En el corto plazo, la situaci¨®n en Venezuela pareciera mantenerse bajo un statu quo inestable e incierto. No obstante, hay oportunidades. Para el chavismo democr¨¢tico, que a¨²n conserva un capital pol¨ªtico significativo, esta coyuntura representa una ocasi¨®n propicia de iniciar un proceso de redemocratizaci¨®n del pa¨ªs. Por su parte, la dirigencia opositora tambi¨¦n puede avanzar hacia el reconocimiento de este sector, articulando un movimiento social amplio que refleje la diversidad sociopol¨ªtica nacional.
Cada ciclo de democratizaci¨®n trae nuevos retos pol¨ªticos e institucionales. En el caso de Venezuela, el desaf¨ªo radica en negociar mecanismos que permitan la existencia y participaci¨®n de todos los actores pol¨ªticos.
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