La ley de las consecuencias imprevistas: Rusia, Ucrania y la Uni¨®n Europea
La idea de que los Veintisiete no pueden ni deben inmiscuirse en cuestiones de seguridad se ha roto para siempre pero la consecuencia m¨¢s importante del asalto asesino de Putin es el redescubrimiento de nuestros valores fundamentales
Si me hubieran pedido hace apenas una semana una evaluaci¨®n del estado de la Uni¨®n (Europea), mi informe hubiera sido bastante desolador. La salud subyacente de nuestra Uni¨®n dista mucho de ser alentadora. He aqu¨ª algunos puntos destacados de ese posible informe.
El reto m¨¢s preocupante y profundo era la aparici¨®n del euroescepticismo como parte de la corriente pol¨ªtica dominante, ya no una obsesi¨®n de los m¨¢rgenes lun¨¢ticos; y a¨²n m¨¢s preocupante la aparente desvinculaci¨®n de millones de europeos, del Norte y del Sur, del Este y del Oeste, de nuestros valores m¨¢s profundos, la Sant¨ªsim...
Si me hubieran pedido hace apenas una semana una evaluaci¨®n del estado de la Uni¨®n (Europea), mi informe hubiera sido bastante desolador. La salud subyacente de nuestra Uni¨®n dista mucho de ser alentadora. He aqu¨ª algunos puntos destacados de ese posible informe.
El reto m¨¢s preocupante y profundo era la aparici¨®n del euroescepticismo como parte de la corriente pol¨ªtica dominante, ya no una obsesi¨®n de los m¨¢rgenes lun¨¢ticos; y a¨²n m¨¢s preocupante la aparente desvinculaci¨®n de millones de europeos, del Norte y del Sur, del Este y del Oeste, de nuestros valores m¨¢s profundos, la Sant¨ªsima Trinidad de la democracia liberal: la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho, encantados y tentados por diversas formas de democracia iliberal (un ox¨ªmoron). Esta no es s¨®lo una historia de Hungr¨ªa. ?Es necesario recordar que Marine Le Pen gan¨® las ¨²ltimas elecciones al Parlamento Europeo en Francia? Por encima de todo, nuestra Uni¨®n es, o pretende ser, una ¡°comunidad de valores¡± y no s¨®lo una comunidad de intereses. Y si grandes segmentos de nuestros ciudadanos dan la espalda a esos valores m¨¢s b¨¢sicos, nuestros propios fundamentos se ponen en cuesti¨®n.
Durante d¨¦cadas la Uni¨®n bas¨® su legitimidad popular en los resultados. Proporcionaba ¡°los bienes¡±: paz, prosperidad. A eso lo llamamos ¡°legitimidad de resultados¡±. Los romanos lo llamaban ¡°pan y circo¡±. En cambio, sus credenciales democr¨¢ticas, el proceso (¡°legitimidad de entrada¡±) eran y son lamentablemente d¨¦biles, una verdad que no nos gusta admitir. S¨ª, tenemos un Parlamento Europeo elegido directamente. Pero cuando el electorado sabe que su voto no decidir¨¢ ni qui¨¦n le gobierna (por ejemplo, el presidente de la Comisi¨®n y del Consejo) a nivel de la Uni¨®n ni c¨®mo ser¨¢ gobernado (en t¨¦rminos de orientaci¨®n pol¨ªtica general) no es de extra?ar que la participaci¨®n de los votantes haya ido en constante descenso (con un peque?o repunte en las ¨²ltimas elecciones). ?Por qu¨¦ molestarse en votar si mi voto no influye de manera significativa en esas dos caracter¨ªsticas b¨¢sicas de las democracias que funcionan? No es de extra?ar que ¡°recuperar el control¡± se haya convertido en el grito de guerra de un euroescepticismo sin precedentes en un n¨²mero creciente de Estados miembros.
El Estado de derecho ¡ªel fundamento absoluto de la Uni¨®n¡ª se ha visto sometido a una tensi¨®n sin precedentes que ha dado lugar a una verdadera brecha entre, como es sabido, Polonia y Hungr¨ªa y la UE. Pero es demasiado f¨¢cil se?alar con el dedo a esos dos pa¨ªses y se?alarlos como las bestias negras de Europa. Se han producido ¡°rebeliones judiciales¡± en Dinamarca, la Rep¨²blica Checa y, de forma notoria, incluso el Tribunal Constitucional alem¨¢n se ha opuesto al Tribunal de Justicia de Luxemburgo.
El periodo previo a la crisis de Ucrania ha puesto de manifiesto el punto d¨¦bil de la integraci¨®n europea: la persistente incapacidad de convertir un incre¨ªble poder¨ªo econ¨®mico en poder¨ªo geopol¨ªtico. Esto se debe principalmente a dos razones. En primer lugar, la incapacidad de alcanzar la unanimidad en asuntos cr¨ªticos de pol¨ªtica exterior (China, Nordstream 2, Oriente Pr¨®ximo, etc.), donde en cada ocasi¨®n hab¨ªa uno o dos Estados miembros que romp¨ªan filas e imped¨ªan hablar con una sola voz. Y en segundo lugar, s¨®lo se puede jugar la carta del poder blando hasta cierto punto. Cuando la geopol¨ªtica se vuelve dura y los adultos se sientan a la mesa, el problema del poder blando que se nos dijo es precisamente ese: que es blando.
Si me pidieran que definiera la pol¨ªtica de seguridad fundamental de Europa, la reducir¨ªa a una dolorosa verdad hist¨®rica: la caballer¨ªa estadounidense acudir¨¢ al rescate, como lo hizo dos veces en el siglo pasado. Es s¨®lo en parte por razones de recursos: el gasto combinado en defensa de los Veintisiete (y el Reino Unido) es mayor que el de Rusia. Europa no necesita gastar m¨¢s, sino simplemente organizarse mejor ¡ªlas palabras tab¨²¡ª, en un ej¨¦rcito europeo. ?Y por qu¨¦ no? Por la irrisoria idea de que la defensa es el n¨²cleo de la soberan¨ªa nacional y, por tanto, debe ser celosamente protegida de cualquier intromisi¨®n de la UE. ?Rid¨ªculo? Ni un solo Estado de Europa tiene la capacidad de defenderse solo ante una verdadera amenaza de seguridad. En realidad, ning¨²n Estado es verdaderamente soberano en materia de defensa. Pero nunca nos hemos recuperado del todo del hist¨®rico veto franc¨¦s a la creaci¨®n de una Comunidad Europea de Defensa a principios de los a?os cincuenta.
Por ¨²ltimo, el drama fiscal. No hay ning¨²n sistema pol¨ªtico en el mundo, ning¨²n Estado de tama?o significativo, en el que exista tal discrepancia entre la ambici¨®n y el poder pol¨ªtico y normativo y los recursos financieros disponibles para su realizaci¨®n. El presupuesto de la Uni¨®n es min¨²sculo. Si no hay poder fiscal y algunos recursos propios significativos, el emperador europeo est¨¢ desnudo. ¡°Ucrania¡± ha sacudido estos t¨®picos en algunos aspectos fundamentales. Y aunque es dif¨ªcil calibrar el efecto a largo plazo, es probable que algunos cambios s¨ªsmicos sean irreversibles.
La idea de que la Uni¨®n no puede ni debe inmiscuirse en cuestiones de seguridad se ha roto para siempre. El suministro de armas letales por parte de la UE a Ucrania (y tres hurras por ello) ha dejado ese tab¨² hecho a?icos. No me sorprender¨¢ que en la Conferencia sobre el Futuro de Europa el tema de la seguridad y la defensa surja como un punto importante en el orden del d¨ªa ¡°sin tapujos¡±. Macron ha utilizado las palabras m¨¢gicas: Ej¨¦rcito Europeo.
No menos dram¨¢tica en la ruptura de este tab¨² es la cuesti¨®n fiscal. Puede que Europa siga siendo un pigmeo fiscal, pero la autoridad para pedir prestado (anatema para los halcones fiscales) y gastar, ya est¨¢ afianzada (covid m¨¢s Ucrania). Por fin, en este aspecto fiscal, Europa habr¨¢ adquirido la herramienta que todos los gobiernos modernos utilizan: el endeudamiento. El endeudamiento es m¨¢s adictivo que la nicotina; no me sorprender¨ªa que se convirtiera en la medicina de moda cuando las futuras conversaciones presupuestarias se vuelvan dif¨ªciles.
Otro mito que se ha derrumbado ha sido el del poder blando. Todav¨ªa est¨¢ por ver si las sanciones adoptadas contra Rusia har¨¢n que Putin se ponga a tono. Pero nadie puede afirmar que sean blandas. La rapidez y eficacia de las sanciones se debe en gran medida a la competencia de la UE en los ¨¢mbitos en los que las sanciones son importantes. Y aqu¨ª hay que aplaudir a Josep Borrell que, desde el primer d¨ªa en el cargo de Alto Representante, ha afirmado: tenemos un gran poder, s¨®lo tenemos que tener las agallas para utilizarlo. Europa ya no es una potencia virgen, y es un arsenal que puede utilizarse, y muy probablemente se utilizar¨¢, tambi¨¦n en otros contextos.
Tambi¨¦n qued¨® claro en las deliberaciones de urgencia en torno a la invasi¨®n rusa que en materia de pol¨ªtica exterior no se puede tolerar que uno o incluso dos Estados miembros sigan poniendo pegas y haciendo caer la bicicleta. ?No es hora de un nuevo Acuerdo de Luxemburgo (alrededor de 1965) a la inversa? ?Un pacto entre caballeros (que, al igual que el acuerdo original, no requiera una nueva redacci¨®n del Tratado) en el que, en materia de pol¨ªtica exterior, el veto s¨®lo pueda ser ejercido por, digamos, tres Estados miembros?
Los problemas del Estado de derecho y el d¨¦ficit democr¨¢tico seguir¨¢n latentes, no se equivoquen (aunque los que esperaban una ¡°acci¨®n dura¡± contra Polonia quiz¨¢ tengan que dejarla de lado por un tiempo, ante la nobleza de Polonia y su pueblo al abrir sus fronteras y sus corazones a lo que podr¨ªan ser millones de refugiados). Y, por desgracia, la verdadera democratizaci¨®n tambi¨¦n quedar¨¢ congelada: se vuelve a la legitimidad de los resultados (y los resultados son impresionantes).
Pero quiz¨¢ la consecuencia m¨¢s importante del asalto asesino de Putin haya sido no solo un sentimiento transeuropeo de identidad y solidaridad (las protestas de Madrid a Berl¨ªn y otros lugares no eran de espa?oles, o de franceses o alemanes o polacos, sino de europeos) sino un redescubrimiento por parte de Europa y de los europeos de nuestros valores fundamentales, la profunda raz¨®n de ser por la que se cre¨® la Uni¨®n.