La deuda paraliza la lucha contra el cambio clim¨¢tico en el Sur Global
Cada vez m¨¢s voces piden una condonaci¨®n masiva para los pa¨ªses asfixiados por los pr¨¦stamos. Solo as¨ª, sostienen, ser¨¢ posible una batalla efectiva contra el calentamiento global
Ralentizada por mil motivos, la carrera contra el cambio clim¨¢tico ha topado con un nuevo escollo. Se llama deuda y azota con una virulencia desconocida en d¨¦cadas a 54 pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. Tras a?os de alegr¨ªa crediticia, la pandemia y la guerra de Ucrania han supuesto sendas bofetadas de realidad. Al desperezarse, muchos Estados han comprobado que las cuentas no salen. Hoy predomina, en amplias zonas del mundo, una sensaci¨®n de resaca paralizante. Mientras, la Tierra da muestras crecientes de emergencia medioambiental, se?ales de que el tiempo se agota.
Ambas crisis ¡ªclim¨¢tica y de deuda¡ª interact¨²an mediante din¨¢micas perversas, generando espesos bucles, c¨ªrculos viciosos de dif¨ªcil escape. Deudas asfixiantes que impiden a muchos Estados armarse con solvencia para la batalla contra el calentamiento global. En sentido inverso, los compromisos clim¨¢ticos obligan a pedir m¨¢s dinero prestado. Ser m¨¢s vulnerables ante los estragos del clima implica, para varios pa¨ªses de renta media y baja, un aumento en las tasas de inter¨¦s que exigen los acreedores. Es decir, una deuda m¨¢s cara. Y cuando la naturaleza se ceba all¨ª donde ya cunde la fragilidad, provocando desastres y cat¨¢strofes, con frecuencia solo queda una opci¨®n: endeudarse m¨¢s.
Hace unas semanas, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) lanz¨® un informe que insta a una reestructuraci¨®n masiva de deuda. No es hora ya, se lee en sus p¨¢ginas, de moratorias o aplazamientos. Patadas hacia delante y parches localizados que han ido cerrando, si acaso, las heridas m¨¢s sangrantes sin contemplar una cura estructural. Para el PNUD, ha llegado el momento de poner sobre la mesa un alivio ambicioso.
En su cima de prioridades, el informe (con tono de llamamiento) pide dar aire a los 54 pa¨ªses que sufren ¡°problemas severos de deuda¡±. Solo as¨ª podr¨¢n destinar los recursos necesarios para atajar la pobreza y frenar el deterioro provocado por el cambio clim¨¢tico. El v¨ªnculo entre ambos fen¨®menos, subraya, suele ser estrecho. En esos pa¨ªses vive el 50% de la poblaci¨®n mundial en situaci¨®n de extrema pobreza. Hasta 28 de ellos est¨¢n en la lista de los 50 Estados con mayor vulnerabilidad clim¨¢tica.
Uno de los autores del informe, George Gray Molina, ilustra por videollamada, con cifras redondas, hasta qu¨¦ punto podr¨ªa ayudar ¡ªen la contrarreloj por la sostenibilidad del planeta¡ª un borr¨®n y cuenta nueva entre acreedores y deudores. ¡°Estos pa¨ªses destinan 200.000 millones de euros anuales al pago de deuda. Justo el doble de lo que establece el Acuerdo de Par¨ªs para financiaci¨®n clim¨¢tica¡±.
En la COP21 (cumbre del clima celebrada en 2015 en Par¨ªs), los pa¨ªses ricos se comprometieron a volcar ¡ªpara acciones de mitigaci¨®n y adaptaci¨®n frente al cambio clim¨¢tico¡ª 100.000 millones de euros al a?o hacia los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. En un escenario hipot¨¦tico (aunque poco plausible) de condonaci¨®n total, los pa¨ªses con deudas agobiantes dispondr¨ªan autom¨¢ticamente de esos 200.000 millones de euros liberados del pago de sus deudas. Casi un sue?o de emancipaci¨®n financiera.
Condicionalidad verde
Siempre en el terreno de lo potencial, queda por saber si ser¨ªa posible garantizar que ese dinero (o buena parte de ¨¦l) fuese efectivamente a neutralizar las consecuencias del cambio clim¨¢tico. Gray Molina se muestra optimista y traza una analog¨ªa con el HIPC, las siglas por las que se conoce al acuerdo global de reestructuraci¨®n de deuda alcanzado a finales de los 90. ¡°Entonces se vincul¨® la cancelaci¨®n a la erradicaci¨®n de la pobreza; de igual forma, un futuro acuerdo podr¨ªa asociarse a la lucha contra el cambio clim¨¢tico. Veo factible una negociaci¨®n colectiva bajo un paraguas de canje de deuda por logros medioambientales¡±, afirma.
Iolanda Fresnillo, coordinadora de pol¨ªticas de incidencia en la Red Europea de Deuda y Desarrollo (Eurodad por sus siglas en ingl¨¦s), se reserva una mirada esc¨¦ptica. En especial, ante la probabilidad en el corto plazo de un gran pacto de cancelaci¨®n: ¡°Durante las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) [celebradas en octubre], me qued¨® claro que, ahora mismo, no se contempla esta opci¨®n; quiz¨¢ s¨ª se plantee m¨¢s adelante, cuando la situaci¨®n sea a¨²n mucho m¨¢s grave y no haya otra salida¡±.
Si alg¨²n d¨ªa se firma una condonaci¨®n de amplio alcance, Fresnillo juzga poco deseable que los acreedores impusieran requisitos a priori. Para ella, ser¨ªa otro s¨ªntoma de neocolonialismo, en este caso con hipocres¨ªa subyacente: ¡°Estoy en contra de una condicionalidad te?ida de verde. Los pa¨ªses ricos se creen en condiciones de decir al Sur Global lo que tiene que hacer, si la prioridad es luchar contra el hambre o invertir en placas solares. Mientras, ellos no hacen su trabajo a la hora de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero¡±.
Gray Molina admite que un exceso de celo medioambiental podr¨ªa inhibir ¡ªpor sus exigencias de transformaci¨®n¡ª el crecimiento en pa¨ªses con graves carencias de bienestar. En el binomio emisiones/progreso, donde abundan complejos dilemas, el economista del PNUD apuesta por una receta simple: ¡°Flujos extraordinarios de financiaci¨®n y tecnolog¨ªa hacia los pa¨ªses del Sur¡±.
Cada vez m¨¢s organizaciones demandan al Norte Global un giro de 180? en la forma de financiar estrategias contra el cambio clim¨¢tico. Reclaman menos pr¨¦stamos (concesionales o no) y m¨¢s subvenciones directas
Los ¨²ltimos datos de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®micos (OCDE) sobre financiaci¨®n clim¨¢tica global ¡ªque a¨²n no ha alcanzado, en ning¨²n a?o, los 100.000 millones de euros comprometidos en el Acuerdo de Par¨ªs¡ª arrojan un patr¨®n preocupante. Alrededor de un 70% son pr¨¦stamos y no subvenciones. Entre los pr¨¦stamos (que obviamente han de ser devueltos y contabilizan como deuda), existen dos categor¨ªas. Los concesionales fijan condiciones, por as¨ª decirlo, sin ¨¢nimo de lucro (el acreedor presta dinero, pero no hace dinero con la operaci¨®n). Por el contrario, los no concesionales ¡°incluyen intereses, son como cualquier instrumento disponible en los mercados financieros¡±, aclara Norman Mart¨ªn Casas, responsable de Resiliencia Clim¨¢tica en Oxfam Interm¨®n.
Mart¨ªn Casas ha estudiado en profundidad lo que ocurre en ?frica Occidental. Sus conclusiones aparecen en un informe publicado el pasado septiembre. En esa regi¨®n, el porcentaje de pr¨¦stamos sobre el total de la financiaci¨®n clim¨¢tica alcanza el 62%, inferior a la media mundial. De ellos, un 27% son no concesionales, con una tendencia al alza. A pesar de contravenir el esp¨ªritu del Acuerdo de Par¨ªs (basado en una supuesta solidaridad planetaria), este tipo de pr¨¦stamos ¡ªhacia ?frica Occidental u otras regiones¡ª tambi¨¦n suman en los balances anuales sobre financiaci¨®n clim¨¢tica. ¡°Se est¨¢n trampeando las estad¨ªsticas, falseando datos para dar a entender que se est¨¢n cumpliendo los objetivos¡±, denuncia Mart¨ªn Casas.
Deuda hist¨®rica
Cada vez m¨¢s organizaciones demandan al Norte Global un giro de 180? en la forma de financiar estrategias contra el cambio clim¨¢tico. Reclaman menos pr¨¦stamos (concesionales o no) y m¨¢s subvenciones directas, fondos que no engorden la bola de la deuda. Una de las m¨¢s activas es Debt Justice, con sede en el Reino Unido, para la que la justicia clim¨¢tica y de deuda son primas hermanas. Sin sostenibilidad presupuestaria, advierte este movimiento de la sociedad civil, el horizonte de un planeta sostenible se aleja.
En un estudio aparecido a finales de octubre, Debt Justice insist¨ªa en su demanda b¨¢sica: aligerar significativamente el peso de la deuda para que el Sur Global pueda acometer un desarrollo s¨®lido. En los t¨¦rminos que ¨¦l decida y sin la soga al cuello. Sus autores tambi¨¦n ped¨ªan al G20, el FMI o el BM inyecciones de dinero a fondo perdido para que los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo vayan abandonando, poco a poco, los combustibles f¨®siles y puedan ahuyentar la tentaci¨®n del extractivismo. Y pon¨ªa el foco en un concepto cada vez m¨¢s extendido al hablar de cat¨¢strofes clim¨¢ticas: p¨¦rdidas y da?os.
?Qui¨¦n debe pagar los efectos de sequ¨ªas pertinaces o feroces ciclones en los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo?
?Qui¨¦n debe pagar los efectos de sequ¨ªas pertinaces o feroces ciclones en los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo? Seg¨²n Fresnillo, la respuesta habitual supone la quintaesencia de la injusticia clim¨¢tica. ¡°Tras un evento extremo, siempre aumenta la deuda. Muchos pa¨ªses no disponen de recursos suficientes para hacer frente a la emergencia y la reconstrucci¨®n, as¨ª que se ven abocados a pedir prestado¡±, afirma Fresnillo, quien ha investigado a fondo los entornos geogr¨¢ficos donde esto se revela m¨¢s evidente: peque?as islas tropicales. En ocasiones, como demuestra un an¨¢lisis publicado en International Review of Economics & Finance, los Estados m¨¢s expuestos a un clima cambiante pagan adem¨¢s intereses mayores debido a su propia vulnerabilidad.
Para Mart¨ªn Casas, el propio t¨¦rmino deuda ¡ªcon su carga impl¨ªcita de responsabilidad¡ª admite matices que conviene tener en cuenta. ¡°Hay que hablar tambi¨¦n de deuda hist¨®rica, a¨²n muy poco reconocida, por los impactos de una crisis clim¨¢tica causada fundamentalmente por el Norte Global¡±. Gray Molina, por su parte, alude a los mapas acumulativos de emisiones para sostener la posici¨®n del PNUD: en la acci¨®n para garantizar un planeta habitable, ¡°debe pagar m¨¢s el contaminador¡±.
La creaci¨®n de un dep¨®sito generoso y ¨¢gil para p¨¦rdidas y da?os ser¨¢ uno de los puntos calientes de la COP27, que se celebra en Egipto. Se augura que una dial¨¦ctica vigorosa, con ideas como justicia, responsabilidad o agravio, animen el debate. A un lado de la mesa de negociaciones, el V20, que aglutina a 58 pa¨ªses (en origen fueron 20) especialmente vulnerables (de ah¨ª la ¡°V¡±) a la furia del clima. Al otro, los pa¨ªses ricos, donde el foco de m¨¢xima preocupaci¨®n ha virado durante el ¨²ltimo a?o ¡ªcruel iron¨ªa del destino¡ª hacia la escasez y carest¨ªa de combustibles f¨®siles. Mezclado entre el p¨²blico, invisible y expectante, quiz¨¢ el planeta conf¨ªe en que la coyuntura no haga perder la perspectiva.
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