Mauritania, m¨¢s all¨¢ de la emergencia
El agravamiento del conflicto en Mal¨ª ha provocado una gran afluencia de refugiados en el pa¨ªs vecino. En pueblos como Aghor, la poblaci¨®n se ha multiplicado por 10 y la falta de agua amenaza vidas
De pie, a la sombra de un ¨¢rbol, un granjero observa con aire desilusionado la muerte de una de sus vacas. A su lado, otros dos animales yacen bajo el sol. Una de ellas contin¨²a parpadeando y mugiendo suavemente, exhausta. ¡°No hay nada que hacer¡±, explica el hombre a Cheick Ould Alkhalifa, t¨¦cnico de seguridad alimentaria y medios de vida de Acci¨®n contra el Hambre, que est¨¢ tratando de enderezarla. ¡°No tengo nada que darle de comer y nunca tendr¨¢ fuerzas para ir a buscar agua¡±.
En la carretera que conduce al peque?o pueblo de Aghor, al sudeste de Mauritania, la escena se repite indefinidamente. Rumiantes tumbados de lado, la mayor¨ªa vacas, a veces camellos. Tambi¨¦n burros. En esta ¨¦poca del a?o deber¨ªan estar pastando en tierras m¨¢s templadas al otro lado de la frontera, pero la violencia que sigue sacudiendo al vecino Mal¨ª ha dejado varados aqu¨ª a pastores y reba?os.
El campo de refugiados de Mbera (a 17 kil¨®metros de Aghor) ya estaba superpoblado, con m¨¢s de 80.000 personas, pero, hace seis meses, la situaci¨®n de seguridad del vecino Mal¨ª se deterior¨® bruscamente, empujando a casi 100.000 personas hacia Mauritania. Ahora se api?an fuera del campamento con sus reba?os, ejerciendo una presi¨®n sin precedentes sobre los escasos recursos naturales de los que disfrutaban estas aldeas.
Por otra parte, miles de mauritanos que llevaban mucho tiempo viviendo en Mal¨ª han tenido que volver a su casa y comparten el destino de las personas refugiadas, agrupadas en torno a los pocos puntos de agua de la zona y a la espera de que la ayuda humanitaria llegue a cuentagotas. Esperan, a merced de m¨²ltiples enfermedades que comienzan a hacer estragos: en particular la tosferina y el sarampi¨®n.
Los testimonios en estos asentamientos son espantosos. Muchos quieren hablar, tratar de poner palabras a lo inefable: ¡°Agarraron al anciano de nuestro pueblo y lo descuartizaron delante de todos. No sabemos por qu¨¦¡±, explica uno de ellos.
¡°Todos iban a morir de sed¡±
El contraste entre Aghor y el campo de Mbera es sorprendente: por un lado, un campo que, pese a estar llegando a un punto de saturaci¨®n, est¨¢ bien organizado y estructurado, en el que hay muchas tiendas, las escuelas funcionan como pueden y el agua fluye a la sombra de varias torres de agua. Por el otro, fuera del campo, la brutalidad de una emergencia absoluta y vital, donde algunos temen que despu¨¦s de los animales, llegue el turno de morir a las personas en esta vasta llanura des¨¦rtica.
Imamy Ould Mohamed Rweikab, jefe de la aldea de Aghor, explica: ¡°El pueblo antes ten¨ªa 535 hogares. Ahora hay m¨¢s de 4.500 con personas refugiadas y retornadas?¡°. Su testimonio es similar al de muchos vecinos de la zona, que mostraron una solidaridad incre¨ªble cuando su poblaci¨®n se multiplic¨® casi por 10. ¡°Tuvimos que encontrar una soluci¨®n r¨¢pidamente porque todos iban a morir de sed. Es por eso que pusimos en funcionamiento el pozo Karama¡±, dice el jefe de la aldea.
Karama es el nombre de un consorcio de ONG liderado por Acci¨®n contra el Hambre y financiado por la Uni¨®n Europea que trabaja en proyectos de seguridad alimentaria, nutrici¨®n, educaci¨®n, acceso al agua, higiene y saneamiento. Uno de los socios en este proyecto rehabilit¨® y puso de nuevo en funcionamiento un pozo para regar una huerta, y ofrecer as¨ª perspectivas de acceso a nuevos medios de vida y alimentos para la poblaci¨®n. Adem¨¢s, con financiaci¨®n europea, se construy¨® una red de agua para que este pozo pudiera suministrar agua al emplazamiento de los refugiados.
El director de Acci¨®n contra el Hambre en Mauritania, Shanti Moratti, me explica: ¡°Este es un lugar donde nos plante¨¢bamos el desarrollo a largo plazo. Sin embargo, con esta nueva emergencia, hemos decidido reorientar algunos de los recursos asignados a Karama para satisfacer las necesidades vitales de las personas refugiadas malienses, retornadas mauritanas y las poblaciones de acogida, que han acordado poner a disposici¨®n este punto de agua. Pero esto no es suficiente y gracias a la financiaci¨®n concedida por ECHO (el mecanismo de ayuda humanitaria de la Uni¨®n Europea), podremos consolidar la red de acceso al agua potable y continuar donde lo dejamos¡±.
La intervenci¨®n de Acci¨®n contra el Hambre y el proyecto Karama va m¨¢s all¨¢ del acceso al agua, ya que fortalece la resiliencia de las poblaciones vulnerables, el acceso a los servicios sociales b¨¢sicos, la gobernanza y las capacidades t¨¦cnicas de los actores locales en la gesti¨®n de los servicios sociales b¨¢sicos, los recursos naturales, as¨ª como en la gesti¨®n y prevenci¨®n de conflictos.
No muy lejos de all¨ª, en las afueras del campo de Mbera, se encuentra el pueblo de Mbera 2. Al abrigo de una jaima, la tienda tradicional mauritana, algunas decenas de mujeres se preparan para ir al huerto. En peque?os grupos, toman posesi¨®n de parcelas de cultivo donde crecen lentamente berenjenas, sand¨ªas, jud¨ªas verdes, cacahuetes, quimbomb¨® y diversas hierbas.
¡°Hay 33 cooperativas de mujeres en Mbera 2 que se benefician de este per¨ªmetro de horticultura y est¨¢n empezando a ver los frutos de esta actividad. (¡) Todav¨ªa no estamos en la fase de comercializaci¨®n, pero ya tenemos suficiente para poner en nuestras macetas¡±, explica Khadija Mint Oumar Sidi, madre y portavoz de la cooperativa que gestiona la huerta. ¡°Cada vez son m¨¢s las refugiadas que quieren venir a trabajar con nosotras¡±, a?ade.
Aqu¨ª, como en Aghor, sin embargo, la necesidad sigue siendo la misma: ¡°A menudo tenemos problemas de agua. Necesitamos tener agua en todo momento para poder vivir¡±.
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