Las sequ¨ªas seguidas de inundaciones convierten el lago Victoria en un para¨ªso para la malaria
Busia, un condado de Kenia junto a la frontera con Uganda, sufre un 40% de incidencia de paludismo mientras lidia con los desplazamientos por la subida del nivel del agua
Tres ni?os llevan en las manos, con mucho cuidado, los cuadernos de la escuela. Los sujetan bien en lo alto para que no se mojen, porque tienen que andar una hora y el agua les llega hasta la cintura. En el camino pasan por delante de la cl¨ªnica de salud que, desde hace un mes, es una isla. Esta ma?ana, una mujer tambi¨¦n cruza estas tierras empantanadas con su beb¨¦ atado a la espalda, descalza a pesar de las serpientes que de vez en cuando asoman en el agua marr¨®n: el peque?o, de menos de un a?o, tiene diarrea, y est¨¢ preocupada. Quiere ver al pediatra. Los d¨ªas que hay inundaciones, cada vez m¨¢s a menudo, los pacientes solo llegan al m¨¦dico en barca ¡ªsi es que la pueden pagar¡ª.
El agua marca el d¨ªa a d¨ªa del pueblo de Bunyala, en Busia, un condado de Kenia de 70.000 habitantes rodeado por el lago Victoria, dos r¨ªos y dos pantanos, al lado de la frontera con Uganda, que vive de la pesca y de la extracci¨®n de arena para construcci¨®n. El agua aqu¨ª tambi¨¦n mata, con inundaciones s¨²bitas que se llevan por delante casas precarias y personas en territorios que el lago, poco a poco, va reclamando: desde 2020, aseguran los vecinos, va tomando terreno sin parar. Y esto amenaza con pasar cada vez m¨¢s a menudo: en noviembre, Kenia experiment¨® lluvias torrenciales muy destructivas, que se produc¨ªan despu¨¦s de la peor sequ¨ªa de los ¨²ltimos 40 a?os, atribuida principalmente a la emergencia clim¨¢tica provocada por el hombre. Kenia es especialmente vulnerable a los eventos clim¨¢ticos extremos, igual que otros pa¨ªses del ?frica subsahariana, as¨ª que lo sucedido este a?o es un aviso de lo que puede estar por venir.
En Busia se da una tormenta perfecta: est¨¢ al lado de Uganda, el pa¨ªs con mayor incidencia de malaria del mundo; y, adem¨¢s, como consecuencia de las inundaciones y del avance del lago, proliferan los campamentos de desplazados, tiendas de pl¨¢stico con logos de la Cruz Roja donde se api?an cinco, seis, siete miembros de una misma familia durante a?os. Abunda la violencia sexual ¡ªlos trabajadores del condado y de ONG atribuyen los muchos embarazos adolescentes a violaciones¡ª y la precariedad, como la de Margaret Nadara, de 60 a?os, que vive con ocho miembros de su familia en una tienda de campa?a provisional tras perder su casa en 2018. Su huerta, explica, est¨¢ permanentemente inundada, as¨ª que come gracias a la ayuda del condado y organizaciones humanitarias. Estos campamentos tambi¨¦n son territorio f¨¦rtil para las enfermedades, especialmente la malaria. La propia Nadara cuenta que un pariente muri¨® de esta enfermedad la semana pasada.
Los mosquitos Anopheles, transmisores de la malaria, depositan sus larvas en el agua, y prefieren temperaturas templadas y c¨¢lidas. Zonas como Busia tambi¨¦n se enfrentan a otra consecuencia del cambio clim¨¢tico: antes las lluvias se produc¨ªan durante dos ¨¦pocas del a?o (las lluvias largas, de marzo a mayo, y las lluvias cortas, de septiembre a noviembre), pero ahora llueve tambi¨¦n cuando no toca, explica Edwin Oyango, coordinador contra la malaria de Busia.
Mientras Kenia avanza en su lucha contra la enfermedad, este condado pelea por no quedarse atr¨¢s. Pero el cambio clim¨¢tico no se lo pone f¨¢cil.
Una enfermedad mortal para ?frica
Cada a?o se registran casi 250 millones de casos de paludismo en el mundo y por esta causa mueren 600.000 personas, m¨¢s del 90% de ellas en ?frica. La mayor¨ªa son menores de cinco a?os ¡ªseg¨²n c¨¢lculos de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), cada minuto muere un menor de cinco a?os por esta causa en el continente¡ª. En lugares como Busia, esta enfermedad es end¨¦mica, es decir, tiene presencia constante: un habitante de este condado tiene seis veces m¨¢s probabilidades de contraerla que la media del pa¨ªs, seg¨²n el Ministerio de Salud keniano.
¡°La crisis clim¨¢tica est¨¢ contribuyendo a una tormenta perfecta de desaf¨ªos que amenazan los avances en la lucha para acabar con la malaria¡±, resume Gareth Jenkins, director de Incidencia y Estrategia de la organizaci¨®n Malaria No More, por correo electr¨®nico. El aumento de fen¨®menos meteorol¨®gicos extremos, como las inundaciones que cada vez abundan m¨¢s en Busia, interrumpen, adem¨¢s, los servicios de prevenci¨®n y de atenci¨®n sanitaria, a la vez que crean ¡°el caldo de cultivo perfecto¡± para los mosquitos portadores.
Un reducto para la malaria
Mientras Kenia ha conseguido grandes avances en la lucha contra la malaria, reduciendo la prevalencia en m¨¢s de un 50% en la ¨²ltima d¨¦cada, el condado de Busia, desentona: roza el 40%, el doble de la media nacional. Y, si esta no se ha disparado a¨²n m¨¢s, apuntan varios expertos consultados, se debe a un gran esfuerzo de las autoridades nacionales y locales para frenar los contagios: solo el mes pasado el condado reparti¨® 20.000 mosquiteras y desinfect¨®, por primera vez, la mayor parte de las viviendas.
Al factor del clima, explica Marcel Egondi Junior, especialista en salud p¨²blica del condado, se suman problemas b¨¢sicos: ¡°Podemos decirle a la gente que se asegure de cerrar las ventanas y las puertas, pero muchas casas no las tienen, o est¨¢n hechas de barro, que es poroso para los mosquitos¡±.
En el hospital de Bunyala, donde los apagones hacen que m¨¦dicos y enfermeras a menudo se alumbren con la luz del m¨®vil, cuelga una lista de las principales causas de ingresos los ¨²ltimos tres a?os: siempre lidera la malaria. El m¨¦dico pregunta por las mosquiteras para dormir a un demacrado paciente de 24 a?os, que se recupera en una cama de una malaria grave. Dice que ¨¦l no tiene: vive al otro lado de la frontera, en Uganda, y en su pueblo no ha habido reparto. En Bunyala, estas funcionan a veces como cierre para un gallinero, o como protecci¨®n de las plantaciones, o como superficie para que se sequen los peces capturados. ¡°Algunas personas se ven obligadas a elegir: usar la mosquitera para proteger su huerta, que les alimenta, o para sus camas¡±. Ante estos retos, hay que recurrir a la imaginaci¨®n: ¡°Antes distribu¨ªamos unas mosquiteras m¨¢s duras, pero vimos que mucha gente recurr¨ªa a ellas para pescar, as¨ª que ahora damos unas m¨¢s suaves¡±, explica Egondi.
Un futuro incierto
Los patrones clim¨¢ticos cambiantes en Kenia hacen cada vez m¨¢s dif¨ªcil predecir el comportamiento de la malaria, con zonas como el condado de Turkana (al noroeste del pa¨ªs), asediado por la sequ¨ªa, registrando un aumento de los casos. Por ahora, ¡°la mayor¨ªa de los pa¨ªses no han hecho una conexi¨®n deliberada entre los datos de clima y los de malaria para encontrar una correlaci¨®n entre ambos¡±, se?ala Donald Apat, doctor experto en malaria de la ONG Path. ¡°Es probable que veamos expansiones en el rango geogr¨¢fico de la enfermedad. Si las temperaturas aumentan, quiz¨¢ veamos un descenso en algunas zonas¡± y un aumento en otras hasta ahora poco afectadas, a la vez que se expanden otras dolencias, como el dengue.
El impacto econ¨®mico de la malaria va m¨¢s all¨¢ de la salud: una investigaci¨®n reciente encargada por la organizaci¨®n Malaria No More, y llevada a cabo por Oxford Economics Africa, calcula que, de volver a la senda del Objetivo de Desarrollo Sostenible de reducir la malaria en un 90% para 2030, las econom¨ªas de pa¨ªses donde esta enfermedad es end¨¦mica podr¨ªan crecer en 142.700 millones de d¨®lares (unos 128.000 millones de euros).
La lucha contra la malaria en Kenia y el resto de ?frica se ve, adem¨¢s, amenazada por el descubrimiento de otro tipo de mosquito, el Anopheles stephensi, que resiste a varios de los insecticidas m¨¢s usados, sobrevive a temperaturas muy altas durante la estaci¨®n seca, puede picar tanto en lugares cerrados como al aire libre y, a diferencia de otras especies, se adapta bien a las ciudades. Ya ha sido detectado en Kenia, Ghana, Etiop¨ªa, Nigeria, Somalia, Yibuti y Sud¨¢n, seg¨²n la OMS.
La importancia de las vacunas
Kenia, junto a Ghana y Malaui, ha participado de un programa piloto con la vacuna RTS,S/AS01 desde 2019. En otra aldea de Bunyala, una treintena de personas, muchas desplazadas, la mayor¨ªa madres j¨®venes con sus beb¨¦s, esperan, en bancos de madera al aire libre, que arranque una de las campa?as de vacunaci¨®n del condado de Busia. Cargados con neveras port¨¢tiles que, en caso de inundaciones, tienen que cargar sobre la cabeza, los trabajadores de la salud traen dosis contra la malaria, pero tambi¨¦n contra el rotavirus, la difteria o la hepatitis. Isaac Olima, que hoy est¨¢ encargado de las inmunizaciones, camina todos los d¨ªas una hora de ida y otra de vuelta hasta la cl¨ªnica m¨¢s cercana, a menudo con el agua por encima de las rodillas.
La acogida de la vacuna contra la malaria es entusiasta, asegura Olima. Los vecinos ¡°saben que la malaria mata¡± porque lo han visto de primera mano, asegura. Para las madres, a?ade Marcel Egondi, el coordinador local en paludismo, hay un claro impacto econ¨®mico, adem¨¢s del miedo: cuidar a un familiar con malaria grave supone todo un reto log¨ªstico, perder d¨ªas de trabajo, y no tener con qui¨¦n dejar a los ni?os.
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