La tregua en Gaza en primera persona: ¡°No somos solo un grupo de supervivientes, sino una comunidad¡±
Una joven periodista gazat¨ª describe la entrada en vigor del alto el fuego. El alivio de salir sin miedo por la calle queda empa?ado por la tristeza de caminar entre ruinas, la resiliencia colectiva choca con la certeza de que har¨¢n falta a?os para reconstruir esta tierra arrasada
La noche fue larga. Mucha gente no durmi¨® esperando el amanecer, m¨¢s por miedo que por emoci¨®n. Miedo a lo que ven¨ªa por delante y miedo a que el fr¨¢gil alto el fuego se resquebraje y aleje de nuevo cualquier atisbo de paz. El 19 de enero por la ma?ana contamos los minutos hasta las 8:30, cuando cesar¨ªan oficialmente las bombas sobre Gaza. Est¨¢bamos juntos, en familia, ancianos, padres y ni?os, como esperando el inicio de una gran fiesta, pero con el coraz¨®n vac¨ªo. Dentro de nosotros, sent¨ªamos que finalmente tendr¨ªamos algo que celebrar, pero nos encontr¨¢bamos llenos de sentimientos encontrados, de l¨¢grimas y de recuerdos dolorosos.
A m¨ª, el coraz¨®n me golpeaba en el pecho. ?Podr¨ªa realmente haber terminado? ?Podr¨ªamos liberarnos de este miedo implacable? ?Hab¨ªamos realmente sobrevivido a esa noche largu¨ªsima, a ese dolor inimaginable? Cuando la entrada del alto el fuego se confirm¨®, respir¨¦ profundamente y di gracias a Dios. A mi alrededor hab¨ªa gritos de j¨²bilo, pero yo no pod¨ªa quitarme de encima una pesadez profunda. Sal¨ª y camin¨¦. La destrucci¨®n f¨ªsica y psicol¨®gica lo invade todo. Desde nuestros refugios, nos la imagin¨¢bamos, pero constatarla ahora, recorriendo lugares familiares que casi no reconocemos porque est¨¢n arrasados, fue demoledor. El alivio recorr¨ªa esas calles, pero los rostros reflejaban el trauma colectivo de los gazat¨ªes: la gente lloraba, por ellos y por las vidas perdidas. Otros estaban desesperados, buscando a seres queridos, otros vagaban sin rumbo, con los ojos vac¨ªos. Nuestras cicatrices colectivas son inconmensurables.
Me dol¨ªa mucho pensar en todos aquellos que nunca m¨¢s regresar¨¢n a casa, en las familias golpeadas para siempre por la p¨¦rdida. Nosotros, mis padres y mis cuatro hermanos, no podremos regresar a casa, en el centro de la franja de Gaza, porque est¨¢ parcialmente destrozada, fue incendiada y es un lugar inhabitable. Lo que construimos juntos durante a?os son hoy cenizas y escombros. Dejamos la tienda de campa?a y estamos viviendo con parientes. Tal vez alquilemos un apartamento por esta zona, tal vez sigamos viviendo un tiempo con familiares. A¨²n no lo s¨¦.
Todos queremos disfrutar de las cosas simples y bonitas, las mismas que nos reconfortaban ya antes de que la guerra nos hundiera en el caos y la tristeza
Siento que estoy traumatizada. No se me olvida el olor a sangre ni el miedo constante. He vivido momentos terribles en estos meses, creo que lo m¨¢s duro era salir corriendo para encontrar desesperadamente un lugar seguro sin saber qu¨¦ iba a ocurrirnos. Yo ten¨ªa una vida antes de esto, una vida normal. Una casa bonita, una habitaci¨®n para m¨ª, sue?os, ganas de seguir avanzando en mis estudios...
En aquellos primeros minutos despu¨¦s del inicio de la tregua, y pese a esa abrumadora tristeza, tambi¨¦n sent¨ª que hab¨ªa un innegable esp¨ªritu de resiliencia. Las personas se abrazaban intentando proteger los ¨²ltimos retazos de normalidad y sintiendo un profundo alivio por haber tenido la suerte de llegar vivos a ese instante.
No somos solo un grupo de supervivientes, sino una comunidad. Juntos en el sufrimiento y en la esperanza y con voluntad de ponerse de nuevo en pie. En mi familia tambi¨¦n ha habido p¨¦rdidas humanas y materiales importantes. Mir¨¢ndolos a todos, me impresion¨® la esperanza que brillaba en sus ojos. ¡°Reconstruiremos nuestras vidas, tomar¨¢ tiempo, pero lo haremos realidad¡±, dijo mi padre. Escucharle me conmovi¨® profundamente, pero no me liber¨® de mis dudas. ?Podremos verdaderamente lograrlo?
Todos queremos disfrutar de las cosas simples y bonitas, las mismas que nos reconfortaban ya antes de que la guerra nos hundiera en el caos y la tristeza. Mi t¨ªa, que viv¨ªa en el norte, sue?a con aspirar de nuevo el aroma de los limoneros de su huerta. Mi primo quiere pasear por la playa.
Esta sanaci¨®n debe ser un viaje compartido. No podemos reconstruirnos aislados y solos. Somos un mosaico de resiliencia, cada pieza somos nosotros, con las heridas del terrible viaje que acabamos que realizar
Conforme las horas pasan s¨ª estoy m¨¢s convencida de que estamos ante un nuevo comienzo. Nos hallamos invadidos por el dolor, la p¨¦rdida y tambi¨¦n la ira. Est¨¢ claro que nos costar¨¢ tiempo curarnos y que nuestra reconstrucci¨®n est¨¢ llena de desaf¨ªos, pero tenemos que encontrar en alg¨²n lugar de nuestro ser la voluntad de seguir, de reparar no solo nuestros hogares, sino los cimientos de nuestras vidas.
Quiero pensar que esa voluntad comienza a llegar y a extenderse mucho m¨¢s all¨¢ de las paredes destrozadas de nuestras casas. Cada peque?a victoria es enorme: una pared reci¨¦n pintada, una calle despejada de escombros, el barullo del juego de los ni?os...
Debajo de las lonas de las tiendas de campa?a, tambi¨¦n empiezan a brotar risas y las conversaciones animadas de las familias. La alegr¨ªa florece en medio del dolor y comenzamos a zurcir nuestras vidas con hilos de esperanza, amor y recuerdos. Porque podemos honrar nuestro pasado y proyectarnos en la esperanza de un futuro.
Creo que esta sanaci¨®n debe ser un viaje compartido. No podemos reconstruirnos aislados y solos. Somos un mosaico de resiliencia, cada pieza somos nosotros, con las heridas del terrible viaje que acabamos que realizar. Desde el domingo pasado, yo siento una profunda sensaci¨®n de estar conectada con quienes me rodean. Lloramos juntos. Nos re¨ªmos juntos. Nuestras historias se entrelazan y veo que puede haber todav¨ªa algo de belleza en el sufrimiento.
La gente como yo solo est¨¢ esperando a que reabran las fronteras para poder salir e intentar construir una vida fuera
Por primera vez en m¨¢s de un a?o, he caminado sin miedo y he respirado profundamente mirando al cielo. En los ¨²ltimos meses, solo sal¨ªa corriendo, con prisa, con miedo y porque era imprescindible. Tambi¨¦n me he reencontrado con familiares. A algunos, como a mi t¨ªa, no la ve¨ªa desde que empez¨® la guerra. Y he podido ver a algunos amigos. Aunque todav¨ªa no hemos recibido ayuda humanitaria, s¨¦ que est¨¢n entrando cada d¨ªa m¨¢s camiones y llegar¨¢.
?El futuro? Quiero retomar mis estudios, completar mi posgrado y trabajar. Pero llevar¨¢ a?os reconstruir Gaza y sentir que podamos tener un futuro profesional aqu¨ª. La gente como yo solo est¨¢ esperando a que reabran las fronteras para poder salir e intentar construir una vida fuera. Amamos Gaza, pero honestamente, la gente joven ve que por ahora la ¨²nica opci¨®n es marcharse.
Por ahora, miro al horizonte y quiero ver m¨¢s que ruinas. Quiero ver posibilidades y una comunidad preparada para caminar y vivir de nuevo.