Incertidumbre en la frontera norte de M¨¦xico: cr¨®nica desde Ciudad Ju¨¢rez
Un trabajador de Ayuda en Acci¨®n comparte su encuentro con los migrantes latinoamericanos que son inmediatamente deportados por Estados Unidos en virtud del ¡®T¨ªtulo 42¡ä, un vericueto legal que suspende el derecho de protecci¨®n internacional por circunstancias excepcionales como la pandemia
Houston, Texas, Chicago, Illinois, Los ?ngeles, California, Raleigh, Carolina del Norte¡ El recuento de Estados y capitales podr¨ªa ser el de una clase de geograf¨ªa en la que el alumnado reproduce mec¨¢nicamente la lecci¨®n. Pero no es un ejercicio de memorizaci¨®n de nombres de lugares. Cada uno de ellos es un destino y un sue?o para el grupo de migrantes del albergue municipal Kiki Romero de Ciudad Ju¨¢rez. Todos tienen un familiar en esas ciudades lejanas; todos imaginan un futuro all¨ª. Saben que la vida al otro lado de la frontera no es f¨¢cil, pero la comparaci¨®n con las historias que dejan atr¨¢s casi carece de sentido. ¡°?Nooo!¡±, responde un coro de voces al un¨ªsono cuando les pregunto si alguna vez han pensado en regresar.
La violencia generalizada, uno de los principales factores de expulsi¨®n
Tegucigalpa, Choluteca, La Mosquitia, Cop¨¢n, Olancho¡ Un nuevo recuento de lugares al ser preguntados por su origen. La mayor¨ªa proceden de Honduras, El Salvador y Guatemala, y alguno de los estados del sur de M¨¦xico. Escuchar sus historias ayuda a entender por qu¨¦ una mujer costurera como Elisa, de 32 a?os, decide un d¨ªa emprender una peligrosa traves¨ªa para encontrarse con su esposo, Javier, que hace algo m¨¢s de un a?o logr¨® cruzar la frontera. La acompa?a su hija Karen, de 13.
Javier era transportista. Una mara (pandilla criminal) le oblig¨® a llevar un cargamento ilegal a El Salvador, donde fue interceptado por la polic¨ªa. Estuvo preso un a?o y, aunque logr¨® demostrar su inocencia, aquellos que lo acompa?aban fueron condenados y acusaron a Javier de haber declarado contra ellos. El reencuentro con su familia en Honduras dur¨® tan solo tres d¨ªas. Javier huy¨® y logr¨® cruzar irregularmente a Estados Unidos. Pero cuando se trata de venganza, la mara no perdona. Y persiste¡ Aunque Elisa y Karen cambiaron de residencia, la pandilla solo necesit¨® un par de meses para localizarlas y continuar amenaz¨¢ndolas. La gota que colm¨® el vaso fue un intento de secuestro de la menor. ¡°Gracias a la resistencia de los vecinos, ellos no pudieron llev¨¢rsela. Fue en ese momento cuando supe que no ten¨ªa mucho tiempo para huir¡±, afirma entre l¨¢grimas.
A Honduras no se puede volver por la violencia y la corrupci¨®n de los pol¨ªticos
Jorge es de Choluteca (Honduras) y tiene 22 a?os. Viaja con su ni?a de tres. Se neg¨® a ser parte de una pandilla y como represalia, asesinaron a su pareja, Viviana. ¡°Llevo la partida de defunci¨®n, porque yo quiero pedir asilo, lo necesito¡ A Honduras no se puede volver por la violencia y la corrupci¨®n de los pol¨ªticos¡±, nos cuenta el mismo d¨ªa en que se celebraban elecciones presidenciales en su pa¨ªs. Es esc¨¦ptico, no cree en el cambio.
Vuelos laterales: modalidad de expulsi¨®n expr¨¦s
El albergue municipal ha sido improvisado en un polideportivo de un barrio popular de Ju¨¢rez. La cancha de baloncesto es un espacio cubierto dispuesto con un centenar de literas y un espacio para ni?os y ni?as al que cari?osamente llaman ¡°la escuelita¡±. Las oficinas se encuentran en una sala de espejos con un r¨®tulo en la pared en el que se lee ¡°zumba¡±. Cada albergue es diferente. Este, aunque lleva meses en funcionamiento, se parece a uno de esos sitios creados a toda prisa ante una cat¨¢strofe natural, para recibir a los primeros evacuados. La situaci¨®n no es muy diferente. El Kiki Romero es la ¡°primera l¨ªnea¡± de atenci¨®n a personas deportadas que llegan en los llamados ¡°vuelos laterales¡±.
En Ciudad Ju¨¢rez las probabilidades de cruzar la frontera con ¨¦xito son m¨ªnimas, as¨ª que la mayor¨ªa lo intenta a trav¨¦s de rutas que quedan a miles de kil¨®metros. Cuando la Patrulla Fronteriza los captura, los env¨ªa a El Paso en uno de estos vuelos. Desde all¨ª basta con cruzar uno de los puentes sobre el R¨ªo Bravo para hacer efectiva la expulsi¨®n entreg¨¢ndolos a las autoridades mexicanas. Ciudad Ju¨¢rez, te¨®ricamente, cuenta con m¨¢s medios para atenderlos, pero la raz¨®n principal de estos vuelos es alejar a las personas migrantes de sus coyotes y as¨ª dificultar el siguiente intento. La operaci¨®n tarda dos o tres d¨ªas y funciona como un verdadero escarmiento para quienes cruzan la frontera.
Carlos y Heidy parecen tan j¨®venes que les pregunto si son hermanos. No, son pareja y viajan con una ni?a de dos a?os y medio. Intentaron cruzar por Reynosa. Siguiendo el trazo de la frontera sobre el mapa, hacia el suroriente, estar¨ªa a unos 1.300 kil¨®metros. La suerte no les acompa?¨®. Saben cu¨¢les son las reglas y aceptan la expulsi¨®n, pero no entienden el trato inhumano que reciben en los centros de detenci¨®n de la Patrulla Fronteriza. Heidy retuerce los dedos de sus manos y las guarda en los bolsillos de su sudadera en busca de calor.
¡°Tengo artritis y hace d¨ªas que no tomo mis medicinas¡ Le pregunt¨¦ al polic¨ªa por qu¨¦ nos trataban tan mal y aunque hablaba mal espa?ol me dijo que ¡®no le importaba mi vida¡¯¡ Eso me doli¨®¡±, dice. Carlos, intentando contener la rabia, me cuenta que en 24 horas solo les dieron una naranja, un paquete de galletas y un vaso de pl¨¢stico para que tomaran agua de un grifo cuando tuvieran sed. Para el fr¨ªo les dieron una manta t¨¦rmica, ¡°de esas que parecen papel de aluminio¡±. Es un sitio muy fr¨ªo que se conoce como la hielera.
¡°Qu¨¦date en M¨¦xico¡±
Aunque muchas personas migrantes buscan solicitar asilo en Estados Unidos, el sistema de protecci¨®n internacional de ese pa¨ªs se encuentra cerrado. Cuando una persona cruza la frontera y solicita protecci¨®n internacional (refugio), el derecho internacional obliga a los estados a tramitar esa petici¨®n. Actualmente en Estados Unidos estas personas son inmediatamente deportadas en virtud del ¡°t¨ªtulo 42¡å, un vericueto legal que suspende ese derecho por circunstancias excepcionales. S¨ª, hablamos de la pandemia, ese comod¨ªn que ¨²ltimamente funciona como excusa para justificar las decisiones m¨¢s absurdas, incluso si por el camino se torpedean los derechos m¨¢s elementales.
La paulatina vuelta a la normalidad, con la reciente reapertura de la frontera, hace cada vez m¨¢s dif¨ªcil defender el cierre del sistema de asilo. Pero un nuevo obst¨¢culo legal amenaza con poner las cosas m¨¢s dif¨ªciles a las personas solicitantes de asilo. Durante la administraci¨®n de Trump se puso en marcha el programa?Migrant Protection Protocols (MPP), que de protecci¨®n ten¨ªa m¨¢s bien poco, y que se conoce coloquialmente como ¡°Qu¨¦date en M¨¦xico¡±.
Seg¨²n este plan, las personas que tramitaban una solicitud de asilo deb¨ªan esperar en M¨¦xico la resoluci¨®n de su caso por parte de una corte estadounidense. Biden puso fin al programa, pero un juez de Texas impugn¨® esa suspensi¨®n y la decisi¨®n sobre su restituci¨®n est¨¢ en manos de un tribunal federal. De hecho, hace unos d¨ªas se ha vuelto a reimplantar. La?vuelta del MPP supondr¨¢ un agravamiento de la situaci¨®n humanitaria en la frontera norte de M¨¦xico, donde los medios para acoger a los migrantes son muy limitados y la situaci¨®n de seguridad supone un riesgo para miles de personas en situaci¨®n de extrema vulnerabilidad.
El problema va para largo y requiere soluciones urgentes para resolver una emergencia humanitaria que viene de lejos. Pero no menos urgentes son las soluciones estructurales a los problemas de violencia generalizada y pobreza en los lugares de los que miles de migrantes huyen cada d¨ªa con el sue?o de tener una vida digna.
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